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domingo, 22 de marzo de 2020

72 - Volvemos poco a poco, ¡Queda mucho por ver!

Desde el 08 hasta el 14 de Agosto, 2019

Se puede cruzar la  frontera desde Subotica (Serbia) a Hungría por la autopista que une Budapest con Belgrado o por otro paso fronterizo más al oeste de menos importancia, que es el que elegimos nosotros. 



Pensamos que para que no se nos hiciera pesado, y de paso para seguir aprovechando el viaje, volveríamos hasta el puerto de Toulon (Francia) a coger el ferry a casa con suficiente tiempo de antelación para ir, siempre y cuando podamos, por carreteras secundarias, visitando nuevos lugares y parando donde nos guste y no hacer un viaje tipo "camionero" de traslado del punto A al B en el menor tiempo posible.

A pesar de que el paso fronterizo era secundario, había bastante cola para hacer los trámites de migración, y es que al entrar en Hungría se ingresa al espacio Schengen, o sea, a la Comunidad Europea, y los controles son más exhaustivos. Los oficiales húngaros revisaban los maleteros de cada vehículo, hacían preguntas y miraban minuciosamente toda la documentación.

Nos tocó un oficial muy poco profesional, que con sorna,  nos hacía preguntas sólo en húngaro a pesar de que sabía que éramos extranjeros. Nosotros le hablábamos en inglés preguntándole cómo podía ser que un oficial de migraciones no supiese hablar otro idioma que el suyo. Así y todo, disfrutaba de tratar de asustarnos, sobre todo cuando vio las cajas de zapatos de Malén y pidió entrar en nuestra Furgo pretendiendo decir que llevábamos algún tipo de contrabando. Con señas le dijimos que no había ningún problema, pero que se quite las botas militares para no rayar el piso, ante lo que el oficial, no acostumbrado a que un civil extranjero le diese órdenes, se quedó un momento perplejo. Justo llegaron los oficiales más jóvenes y profesionales (que hablaban inglés) se rieron de la situación y nos dejaron seguir sin problemas. Al final, al entrar en Hungría, no habíamos hecho más que regresar a nuestro territorio de residencia y ciudadanía, así que no hacía falta tanta demostración de pedantería. 

Enseguida vimos los carteles que indicaban que teníamos que comprar la vignette de 27€ (carísima) para los peajes electrónicos, así que nos detuvimos en la primera gasolinera y la conseguimos. Menos mal, porque un par de cientos de metros después estaba el primer radar que las controlaba.




Seguimos por carreteras secundarias recorriendo el sur de Hungría, caminos rurales, cultivos y pequeños pueblos tranquilos. Al mediodía nos paramos en un gran supermercado a las afueras de Baja para hacer algunas compras y luego debajo de un puente sobre el Danubio a preparar la comida y descansar. Ya al atardecer llegábamos a la orilla del lago Balaton a la altura de la localidad de Balatonszemes, estacionamos y nos fuimos a caminar un rato por la orilla.





El Balaton es un gran lago de agua dulce, uno de los más grandes de Europa y fue tradicionalmente un gran destino turístico para la gente de Europa central. Sus aguas son limpias, sus costas arenosas y al tener poca profundidad (alrededor de 2 metros de media), es muy adecuado para el baño, los deportes náuticos y el turismo familiar. 





Encontramos un lugar tranquilo bastante cerca de la playa para quedarnos a pasar la noche. Creemos que no debe haber estado permitido acampar, ni allí ni en ninguna otra parte,  pero no parecía haber gente que se preocupe de que nosotros estemos estacionados, ni tampoco alguien que vigile. De hecho pasamos la noche muy bien, incluso con baños públicos limpísimos justo al lado. 



Después del desayuno y el baño en el lago seguimos camino hacia el oeste, y entramos a Eslovenia por la autopista que la cruza de Este a Oeste. En Eslovenia, y a regañadientes, también tuvimos que volver a comprar la vignette de 30€ para los peajes, seguimos pensando que es caro...



Como el plan no  era ir por autopista nos desviamos hasta Velenje, más que todo porque vimos que había lagos por la zona. Efectivamente nos indicaron una playa lacustre, esta contaba con todas las comodidades y  atracciones posibles. Nos quedamos allí y pasamos casi toda la tarde en el lago.









Volvimos a la carretera para ver si encontrábamos algún lugar para pasar la noche, ya que en el lago de Velenje no se podía y, siguiendo la recomendación de nuestras aplicaciones, nos fuimos hasta Vrbje, un pequeño pueblo más al sur, cruzando la autopista. Allí tienen una pequeña área para autocaravanas bien organizada justo a la entrada de un bonito parque con un lago (no apto para el baño).







Partimos a media mañana de Vrbje, después de charlar un buen rato con nuestros nuevos amigos, los viajeros de swissoverlander.ch y sus amigas italianas que allí se encontraban, y seguimos por la autopista en dirección oeste, rodeamos Ljubliana por el norte y pasado el mediodía llegamos a Nova Gorica, ciudad frontera entre Eslovenia e Italia. Por allí pasa el río Isonzo que cruza la frontera en ese punto. Nosotros, buscando acceder a su costa, llegamos a un pequeño complejo llamado Soca Park, que consiste en una pista de kayak de montaña, algún restaurante, tirolinas y un área de picnic. El río es muy bonito y vimos que podíamos bañarnos, y eso hicimos, aunque tenemos que reconocer que el agua estaba poco menos que congelada. Preparamos nuestro almuerzo allí y luego nos fuimos a descansar debajo de un gran árbol en un lugar un poco más tranquilo.











Cruzamos el puente y ya estábamos en Gorizia, Italia. Esta vez nos incorporamos pronto a las autopistas aburridas, aunque por suerte no había mucho tráfico. Se nos había ocurrido hacer una pequeña escala en Padua, comprar productos italianos para llevarnos a casa y ver si podíamos quedarnos a dormir allí. Al final entramos a la ciudad, dimos un par de vueltas sin encontrar ningún sitio para aparcar en el centro y paramos en un supermercado de las afueras a hacer las compras.




Italia no destaca por ser un país con muchos lugares para pernoctar o acampar libremente,  se nos hacía un poco tarde y estábamos cansados. Decidimos que siempre es mejor salir de las grandes ciudades y confiamos en un punto marcado por una de nuestras aplicaciones, estaba un poco lejos y nos arriesgábamos a hacer muchos kilómetros para descubrir que el sitio no nos gustase, no esté disponible o no sea seguro.







Esta vez tuvimos suerte, el punto marcado en la app era un estacionamiento junto al Lago di Fimon, lo bueno de ese lugar es que cada puesto está rodeado de una alta fila de cercos de pinos, por lo que disponíamos de bastante privacidad, y los pocos coches que había allí aparcados se fueron yendo a medida que caía la noche. En todo el aparcamiento sólo había dos o tres furgonetas camper dispersas, que casi no nos veíamos entre sí, pudimos relajarnos y pasamos una noche tranquila.




Por la mañana el paisaje era bastante bonito, y el lago estaba precioso. Caminamos por la orilla, disfrutamos de las vistas y luego dejamos el lugar para visitar Vicenza, que fue para nosotros un buen descubrimiento. Una ciudad del Véneto que nos sorprendió por su belleza, sus edificios, su tranquilidad y sus calles. Nos recordó  a cuando viajábamos de jóvenes por las grandes capitales europeas que aún eran auténticas y se podía disfrutar de ellas y de sus encantos sin padecer el turismo de masas que convirtió a la mayoría en escenarios o parques de atracciones sin alma.








Pasamos la mañana caminando por el casco antiguo de Vicenza. Luego partimos y nos incorporamos a la autopista E70 que, como casi todas, es también bastante monótona y aburrida. Ya siendo un poco tarde para la hora del almuerzo en Italia, pensamos en salir de la autopista en algún pueblo y comer en algún restaurante. El pueblo elegido (al azar) fue Pontevico, que a esas horas parecía desierto y derritiéndose por el calor. Casi cuando pensábamos que no había nada abierto, encontramos el Ristorante Maestà. Supongo que llegamos sobre la hora de cierre, porque toda la gente estaba yéndose o haciendo sobremesa, pero nos atendieron estupendamente y comimos como reyes.



Hicimos el último tramo de autopista de casi 300kms hasta Imperia, sobre la costa del Tirreno, motivados por llegar al mar  y darnos un buen baño. Veníamos con aire acondicionado, todo un lujo en nuestra Furgo, pero este tramo fue un poco largo. Al final pudimos encontrar un sitio en un parking justo delante de una playa donde a los pocos minutos de meternos al agua ya habíamos recuperado la energía perdida en las autopistas. Había otras autocaravanas estacionadas, y la policía, que pasó varias veces patrullando el lugar no dijo nada, así que fuimos afortunados.




Nos despertamos con lluvia, pero eso no impidió que antes de partir podamos nadar un buen rato en la playa. Luego seguimos sufriendo las autopistas y los atascos hasta cruzar a Francia y apenas pudimos nos desviamos al interior, hasta Vence, en el Parque Natural Regional de Préalpes de Azur.



Estacionamos cerca del centro y buscamos un restaurante en el casco antiguo, los había y muchos, los que servían comida estaban casi todos repletos de gente y  los precios eran altísimos. Así y todo nos dimos el lujo, nos sentamos en la terraza de un restaurante y almorzamos bonito, escaso y caro.






El pueblo en sí es muy interesante y da gusto caminar por sus calles, todo está en su lugar y todo es armonía. También se nota que al estar muy cerca de la Cote d'Azur, el turismo que llega al pueblo es de muy alto poder adquisitivo.






Después de nuestra visita a Vence, seguimos por carreteras comarcales hasta el lago de St. Cassien,  buscando un poco de agua para refrescarnos. Allí había un amplio parking natural donde había ya otros vehículos acampando y junto a la orilla del río una playa, bar y mesas para picnic. El público mayoritariamente era local y suponemos que se debía a que no era un lugar fácil de encontrar. A pesar de que el parking era un poco polvoriento, estuvimos perfectamente allí y sacamos partido a más no poder del lago.





Al mediodía del día siguiente comenzamos a poner rumbo a Toulon para embarcarnos en el ferry al día siguiente, paramos a hacer compras y a comer en un centro comercial de Draguignan  y a media tarde ya estábamos en la ciudad portuaria de Toulon.

Allí se nos hizo un poco más difícil encontrar donde estacionar para ir a alguna playa. Estábamos en plena zona turística y ya sabíamos a que atenernos. A última hora encontramos una cala a la que tuvimos que llegar caminando, pero había muchas rocas, el mar golpeaba con fuerza y no nos pudimos meter al agua. Preguntando nos informaron de que había otra un poco más adelante, y estaba bien escondida, pero llegar hasta allí valió la pena, suponemos que por la hora, pero estaba casi vacía de gente y había que descender por las callejuelas de un pequeño pueblo, que a esa hora tenía un ambiente muy mediterráneo por el paisaje, la luz y el olor a pescado y mariscos que salía de un par de restaurantes muy bien decorados al estilo. Un lugar precioso y que nunca imaginamos encontrar en una zona tan masificada como Toulon.





Para pasar la noche, y ya sin importarnos hacerlo en plena calle, elegimos un pequeño parking debajo de un complejo de edificios de apartamentos. Allí también estuvimos acompañados por un par de autocaravanas que, como nosotros, madrugarían seguramente para embarcarse a primera hora en algún ferry a Baleares,  Córcega o  algún otro destino de los que parten desde allí.





Nosotros estuvimos puntuales a la madrugada y, así como en el viaje de ida, el proceso de embarque fue muy simple, el ferry de Corsica Ferries partió en horario y pudimos descansar perfectamente en nuestro camarote, ya haciendo planes para los viajes del próximo año.