Del 25 al 27 de Julio, 2019
Hacía mucho tiempo que no pasábamos una frontera real conduciendo. O sea, viajando por Europa solemos cruzar varias, pero sólo nos enteramos de que hemos cruzado algún límite entre paises por los carteles o el mensaje en el móvil que nos anuncia el cambio de país y de compañía. El paso fronterizo entre Croacia y Bosnia y Herzegovina es una frontera real, con puestos de control y con muchos de los demás ingredientes que tienen esos lugares en otras partes del mundo. Si bien desde Hrvatska Kostanica no se notaba esa "situación fronteriza" sólo unos cientos de metros más allá, cruzando el puente sobre el río Una, la situación era muy distinta. A media mañana había una fila de coches bastante importante esperando para cruzar, y veíamos a mucha gente del pueblo croata cruzando de vuelta hacia su país caminando y cargados de bolsos con mercadería de las compras. Algo bastante normal si se tiene en cuenta que los precios en Bosnia son más baratos que en Croacia, y pasa en la mayoría de ciudades fronterizas.
En el puesto de control, nos pidieron toda la documentación nuestra y de Furgo, revisaron cada documento exhaustivamente y en un momento el oficial le hizo un guiño de ojos nada disimulado a otro que estaba detrás nuestro. Eso significaba que nos teníamos que desviar para una revisión adicional. Nos hicieron abrir todas las puertas y miraron rápidamente el interior. Nos dieron el ok para seguir y por fin estábamos en Kostajnica, Bosnia y Herzegovina.
Como ya decíamos, este es un pueblo fronterizo con todas las letras, y nos recordaba mucho a las zonas de frontera de Latinoamérica. Una vez pasados los controles todo es un desorden, muchos comercios, especialmente bazares con toda la mercadería exhibida en la calle, gente por todos lados, bares llenos de hombres y un ambiente muy activo, contrastando muchísimo con su pueblo hermano croata que es todo tranquilidad.
Estacionamos a Furgo unas calles alejada de la zona comercial y fuimos a recorrer la zona de los bazares. Cambiamos dinero en un banco, compramos algunas cositas para ir completando nuestro equipamiento de uso diario en un bazar y nos sentamos a tomar algo en una terraza. Allí mismo charlamos un rato con unas chicas que nos dieron una buena introducción de información al país. Luego entramos a una tienda de ropa usada que estaba literalmente llena de mercadería, la atendía una mujer que se desvivió por servirnos, hablábamos todos en un collage de lenguas en el cual ninguno entendíamos nada pero que era muy divertido, ya que esta señora no se rendía en sus intentos por vendernos y por comunicarse con nosotros.
Al final dejamos el pueblo por la carretera M14 en dirección Este, repostamos combustible y comenzamos a internarnos en el país. Cruzamos algunos pueblos pequeños muy tranquilos, donde destacaban sólo las cúpulas y minaretes de las mezquitas, muy poco tráfico y en general velocidades máximas de 60km/h (y había algunos tramos en tan mal estado que esa velocidad incluso era demasiada).
Al mediodía llegábamos a Kljuc, una pequeña ciudad que está en una zona montañosa junto al río Sana. A pocos kilómetros antes de llegar, nos encontramos con una caravana de coches de alta gama, la mayoría de marcas alemanas, acelerando, tocando bocina y actuando temerariamente. Al principio no entendíamos de qué se trataba, pero, tal como lo imaginábamos, era una boda y parecía que esa actitud era lo normal en esos casos. El resto de conductores ni se inmutaba, dejaba hacer y mantenía distancia del show...
Apenas pasada la ciudad nos desviamos siguiendo el río con el objetivo de encontrar un sitio tranquilo para descansar, almorzar y darnos un baño. Siguiendo el curso del río llegamos casi al final de una calle sin asfaltar donde pudimos estacionar en un puesto muy pequeño. Había gente allí que se acercó enseguida a charlar con nosotros, especialmente un hombre que era bosnio pero vivía en Suecia y que nos contó que el río nacía muy cerca de allí y que no nos bañásemos porque el agua estaba helada y era peligroso. En ese sitio había también una fuente natural que vertía gran cantidad de agua muy fría y potable, con lo cual aprovechamos y rellenamos nuestro depósito y botellas.
Decidimos no quedarnos en ese lugar, habíamos visto un sitio con más sombra unos kilómetros río abajo. Allí fuimos y aparcamos debajo de un sauce. También allí estaban los miembros de una familia con los que enseguida nos pusimos a hablar, nos invitaron con cerveza y nos contaron que había mucha gente de la zona que durante la guerra emigraron como refugiados a Europa del norte, como ellos, y que volvían de vacaciones en verano. Eso explicaba la cantidad de coches de alta gama con matrículas de Alemania, Suiza, y otros países que circulaban por todas partes y que contrastaban bastante con el alicaído parque automotor bosnio. El río allí estaba más calmo y profundo, el agua seguía estando muy fría, pero a la vez revitalizante. Nos cocinamos nuestro almuerzo y luego dormimos una buena siesta a la sombra del sauce.
Seguimos hacia al sur en dirección a Jajce. En el camino nos paramos en un parque donde había un pequeño y pintoresco lago aparentemente artificial, y un hotel. El lugar estaba lleno de gente pasando el día. Bajamos para refrescarnos en el lago, pero el agua era turbia y estaba muy sucia, así que seguimos camino.
Nos detuvimos en el arcén, justo antes de llegar para consultar el mapa. Justo allí había un puesto de venta de cds y dvds piratas, (pensábamos que ese tipo de lugares ya estaban extintos). Seguro que la curiosidad fue recíproca, porque el dueño del puesto vino a preguntarnos qué necesitábamos y a su manera nos explicó el camino.
Plivsko Jezero es un conjunto de pequeños lagos encadenados de aguas limpias y verdosas que comienzan en la ciudad de Jajce. Siguiendo como pudimos las indicaciones del comerciante de Cds llegamos a un complejo de antiguos molinos de agua emplazados en una zona de desnivel del lago. No nos imaginábamos nada parecido, así que nos sorprendimos gratamente. Recorrimos la zona y luego como ya era bastante tarde decidimos buscar un sitio para quedarnos, aunque antes visitamos un supermercado para comprar algo de comida y conectarnos a internet.
Luego de un buen rato buscando el algún lugar donde poder dormir tranquilos, a la orilla del lago y que podamos bajar a bañarnos, ya casi de noche, encontramos un pequeño aparcamiento que reunía las condiciones (Nos damos cuenta de que somos cada vez más exigentes...). Nos instalamos, aprovechamos la última luz del día para bañarnos en el lago, cenamos y salimos a caminar con la linterna siguiendo la carretera para estirar las piernas.
Por la mañana después del desayuno y de un buen baño matinal salimos a caminar por la zona. Todo el entorno del lugar es peculiar, muy verde, fresco y hermoso. Disfrutamos muchísimo de la tranquilidad de la zona a esas horas y del paisaje.
Seguimos bajando hacia Sarajevo, y a la hora del almuerzo nos detuvimos en Travnik. Una ciudad muy interesante. Estacionamos a Furgo en una calle pagando una pequeña tarifa a un empleado municipal que también nos dio información del lugar (nos gustó que el municipio contrate gente para ayudar a estacionar y cobrar el estacionamiento en vez de poner máquinas automáticas). Recorrimos la calle principal que consta de dos zonas diferenciadas, una con edificios más bien europeos y clásicos, y otra con edificios bajos, de arquitectura rural, con techos a dos aguas y de ambiente claramente musulmán. Buscamos un restaurante en la zona musulmana pero la mayoría eran de comida rápida, tipo kebabs o hamburguesas. Encontramos un pequeño restaurante con un horno a leña gigante que parecía muy genuino, pero ninguno de los dos jóvenes que atendían el local nos atendió, literalmente, nos ignoraron y ni se dignaron a mirarnos cuando saludamos o les hablamos, así que nos fuimos de allí, preguntamos y nos recomendaron subir a un restaurante que estaba ubicado sobre un supermercado. Al final comimos allí y aprovechamos a conectarnos y hacer alguna compra.
Volvimos a buscar a Furgo y nos dirigimos a otra zona de la ciudad, Plava Voda, esta es la zona más turística de la ciudad y se supone que allí nace el río Bosna. El lugar era un poco caótico, buscamos sitio para aparcar y en el momento en que lo habíamos hecho y estábamos discutiendo con el empleado municipal que nos quería cobrar una tarifa desproporcionada (...ya descubrimos por qué en las ciudades ponen máquinas en cambio de empleados) comenzó a llover fuertemente. Abandonamos la discusión, nos marchamos de allí y nos estacionamos en una zona alejada de la ciudad, aprovechando para descansar y hacer la siesta.
Cuando paró de llover volvimos a la Stari Grad (Ciudad vieja o casco antiguo), estacionamos más cerca y esta vez, quizás porque se mojó con la lluvia no apareció el empleado municipal. Visitamos el famoso nacimiento que nos resultó un poco decepcionante y partimos enseguida dirección Sarajevo, aunque nuestra intención era detenernos a pasar la noche antes en algún pueblo cercano.
Unos cuantos kilómetros pasado Travnik nos incorporamos a una autopista y empezamos a pensar de que si bien avanzábamos rápido, también nos iba a ser más difícil encontrar donde pasar la noche. Decidimos salir en Visoko, ya que por ahí pasa un río y nos imaginamos que podía haber también un parque, playa o camping municipal.
Entramos a la ciudad, y con el móvil en mano Malén iba indicando cómo llegar hasta lo que parecía ser un parque. Al girar en una esquina había un letrero en bosnio que aparentemente restringía el paso de vehículos de las 20:00 a las 24:00hs, faltaban unos veinte minutos para la hora de cierre así que giramos sin inconveniente. Al hacer unos metros nos enteramos del porqué de la restricción... Estaban montando una especie de feria o mercado en el pueblo y la calle estaba reducida casi al ancho de un coche pequeño. Sumado a que estaba lleno de gente, y que como era fiesta en el pueblo, había actividades deportivas. Así que de repente, nos quedamos atascados sin poder retroceder entre puestos de feria a medio montar, coches en los dos sentidos (una locura) y una delegación que parecía interminable de karatecas que iban a una demostración. Fue una situación de lo más surrealista, entre la risa y la desesperación por quedar en el medio de todo sin poder retroceder ni avanzar. Malén tuvo que bajarse a dirigir el tráfico, mirar de que no causásemos un accidente a los karatecas y demás personas que nos rodeaba además de no causar daño ni colisionar ningún puesto, ya sea por altura como por los lados.
Nos armamos de paciencia, y poco a poco fuimos saliendo del atasco en lo que pareció un lapso de tiempo interminable. Una vez fuera del epicentro, el caos de gente y tráfico seguía y el sitio al que nos dirigíamos no era mejor del que veníamos.
Así como pudimos salimos del pueblo y mirando la aplicación de mapas vimos que al fin podía haber un sitio interesante para nosotros. Cerca de un pequeño río, a pocos kilómetros encontramos un gran aparcamiento destinado justamente a autocaravanas, de reciente construcción y que no figuraban en ninguna de las apps que teníamos, quizás por eso estábamos allí completamente solos. Nos duchamos en la furgo y descansamos. Al aparcamiento sólo vino gente de paso y algún padre a enseñar a su niño de corta edad a conducir un automóvil.
Después de cenar volvimos al pueblo, esta vez sin entrar en el centro. Encontramos un lugar para estacionar y fuimos caminando hasta la zona donde nos habíamos quedado atascados. Parecía que la gente de toda la región estaba allí disfrutando de la feria y de los puestos. Nos divertimos mucho caminando calle arriba y abajo, comprando tonterías y viendo a la gente pasándoselo bien en familia.
Volvimos otra vez a nuestra exclusiva "área de autocaravanas" y a pesar de que había ahora más movimientos de vehículos, parejas y hasta unos amigos que vinieron en plena noche a arreglar un coche, pasamos una noche muy tranquila (al menos tuvieron la decencia de no poner el volumen de la música a niveles molestos).
Estábamos a unos 35km de Sarajevo, por la autopista. Así que después del desayuno partimos para conocer la ciudad capital del país.