Desde el 21 hasta el 25 de Julio 2019
Estuvimos casi un año reparando de forma exhaustiva la mecánica y fabricando con mucho mimo la parte habitable de nuestra
“nueva” Furgo, una Ford Transit de 1999 que nos regalaron nuestros
amigos de la empresa Jardines Campaner de Mallorca. Nuestra nueva
compañera ya había cumplido su ciclo como vehículo comercial y
nosotros consideramos buena idea (y un auténtico desafío) darle una
segunda vida de jubilada y salvarla del desguace, así que, puestos manos a la obra y luego
de las muchísimas horas de trabajo, material y esfuerzo invertido,
un viaje a los Balcanes era una excelente forma de estrenarla y
probar que tal funcionaba todo lo que habíamos reparado e instalado.
Partimos desde Puerto de Alcudia en Mallorca con
el ferry de la compañía Corsica Ferries que nos llevó hasta
Toulon, en Francia. Normalmente esta naviera hace los trayectos de
ida y vuelta 3 o 4 veces por semana, y en algunos casos se viaja por
la noche y en otros el trayecto se realiza durante el día. En las
fechas que nosotros viajamos, tanto de ida como de vuelta, lo hicimos
de día. Igualmente reservamos camarote, así que aprovechamos las
casi 12hs de viaje para descansar muy bien de las tensiones y
preparativos de los últimos días antes de comenzar nuestro viaje.
Tanto la partida como la llegada fueron puntuales
y la organización para el embarque y desembarque nos pareció muy
buena. Llegamos a las 18:30hs y nos resultó un alivio comprobar
también que salir de la ciudad para incorporarnos a la autopista en
dirección a Italia fuese una tarea sencilla y rápida, a pesar de
que nuestro navegador insistía en enviarnos por otra ruta. Teníamos un
par de sitios apuntados donde pernoctar en Italia, antes de llegar a
Génova. Sabíamos que toda esa zona suele estar muy concurrida en
verano, y que la autopista E80, que parece colgada de las montañas
entre túneles y viaductos, podía estar saturada de vehículos. Por
suerte el viaje fue bastante tranquilo y Furgo se comportaba bien
a sus 100km/h de velocidad de crucero y con el aire acondicionado
encendido (un lujo).
Para pasar la noche nos decantamos por un
aparcamiento a unos 200mts del mar en el pueblo costero de Loano. Fue
una buena elección, porque era un lugar tranquilo y estaba cerca de
todo. Luego de la cena salimos a caminar por el pueblo. La zona
central estaba muy animada de familias y turistas, mayormente
italianos paseando y disfrutando de la fresca.
Como la zona donde nos quedamos no tenía playas
públicas, luego del desayuno continuamos un poco más adelante
bordeando el mar hasta Finale Ligure y nos quedamos a bañarnos en
una playa de la zona. El mar estaba magnífico, y a esa hora había
muy poca gente. Una buena forma de empezar un largo día de
carretera.
Condujimos toda la mañana cruzando el norte de
Italia y esperábamos estar pasado el mediodía cerca del Lago Di
Garda, pensando que era buena opción para descansar, bañarnos y
hacer una pequeña siesta, pero los accesos desde la autopista hasta
la zona del lago estaban colapsados por atascos de vehículos con
gente que había tenido la misma idea que nosotros. No íbamos a
perder energías y tiempo atascados y buscando aparcamiento, así que
continuamos nuestro camino, paramos en una calurosa área de servicio
a cocinarnos algo y seguimos hacia el este.
A media tarde decidimos que por ese día ya
habíamos avanzado bastante y que podríamos parar a pasar el resto
del día en la playa. Apenas pasada Venecia conocíamos de otro viaje
las playas cercanas a la famosa ciudad y abandonamos la autopista
para seguir las pequeñas carreteras de la costa. Así llegamos a
Caorle, aparcamos y nos dimos nuestro merecido baño en las inmensas
playas de arena de la zona. Por la noche recorrimos y cenamos en el
centro histórico del pueblo que ha sido remodelado a “nuevo”
recientemente. Está tan perfecto que coincidimos en pensar que se
parece más a un decorado que a un pueblo real. Así y todo, el lugar
es muy bonito, con canales, algunos edificios históricos y buen
ambiente de vacaciones.
Dormimos en un gran aparcamiento (con nada de
encanto) destinado a propósito para autocaravanas, camiones y demás
vehículos grandes que se encuentra justo entrando al pueblo. A pesar
de que estábamos en temporada alta, éramos muy pocos los vehículos
estacionados y, lo más importante, muy tranquilo.
Nos alejábamos del mar para internarnos en
Eslovenia y el interior de Croacia. Nos despedimos de momento del
Mediterráneo con otro baño matinal y volvimos a la autopista. Esta
vez el tráfico hacia el Este era mucho más intenso y había
retenciones provocadas por las obras en la autopista, pero por
suerte, nunca dejamos de avanzar y cerca del mediodía entramos en
Eslovenia.
Al entrar al país tuvimos que comprar la
vignette, ese sistema de
peaje prepago que están usando muchos países que
consiste generalmente en una etiqueta que se pega al parabrisas y que
es controlada por cámaras y sensores cada pocos kilómetros.
Esta
vez nos pareció un poco injusto. Pagamos 30€, que
era el mínimo, válido para
una semana, y nosotros íbamos
a estar sólo un par de horas en el país.
Unos cuantos
kilómetros antes de rodear Ljubliana, en la localidad de Vrhnika,
nos desviamos de la autopista hasta un pequeño parque junto a un
lago para descansar y almorzar. Nos costó un poco encontrarlo pero
el lugar estaba muy bien y
tenía mucha sombra aunque el pequeño lago no era apto para el baño.
Pusimos en el gps
como destino la capital de Croacia, Zagreb, y en un par de horas
estábamos allí. Suponemos que por la hora del día o porque
por la fecha había
mucha gente de vacaciones,
pero no encontramos
prácticamente tráfico en la ciudad, tal es así que el navegador
nos dirigió hasta la catedral de la ciudad, y parecía que éramos
el único vehículo privado que pasaba por allí, y no habiendo
restricciones aparente al
tránsito. Una vez localizado
el centro, aparcamos muy cerca y caminamos por la zona. Nos gustó la
ciudad, pequeña, muy
tranquila, llena de edificios clásicos de estilo centro europeo y
bastante verde. Cambiamos algo de dinero y tomamos un helado en una
plaza repleta de puestos y kioskos.
Después
de nuestra rápida visita a Zagreb, seguimos hacia Sisak, una
ciudad de unos 52.000 habitantes en
la que teníamos marcado un
sitio donde podíamos quedarnos a dormir. Éste era en un pequeño
bosque en las afueras, donde estaba la piscina municipal y un club de
tenis. La zona donde estaba este sitio era un conjunto de bloques de
vivienda del tipo socialista, cerca de una refinería que parecía
abandonada y no se veía desde la calle principal. Seguimos las
coordenadas que teníamos y efectivamente, detrás de uno de estos
bloques estaba el bosque y la piscina. Al principio pensamos que
llamaríamos mucho la atención de los lugareños estando con nuestra
furgo allí, aun más, teniendo en cuenta que en Croacia, la pernocta
libre está prohibida, (y
lo entendemos para zonas muy masificadas de la costa).
Nadie nos dijo nada ni nos miraron con mala cara. Era casi la hora de
cierre de
la piscina, así que no pudimos disfrutarla, aunque sí pudimos
ducharnos en sus instalaciones. Por la mañana, fuimos los primeros
en pagar el abono diario y pasar un buen rato nadando y tomando el sol.
La ciudad de
Sisak, tiene ese encanto de los lugares aún por descubrir, lejos
de los circuitos turísticos,
aún se mueve de forma relajada, sus habitantes son cordiales y se
desviven por ayudar cuando uno pregunta algo. Así nos pasó cuando
entramos en la biblioteca de la ciudad preguntando por la oficina de
información turística, y luego en la oficina misma, que estaba a
pocos cientos de metros de allí.
Nos recomendaron
que visitemos el castillo, al que ellos llaman Stari Grad (ciudad
vieja) que se encuentra entre los ríos Sava y Kolpa. Un lugar
magnífico, muy poco visitado y con un restaurante donde comimos muy
bien, con buena atención y a buen precio.
Luego de la
visita a la ciudad y su castillo seguimos hacia la frontera con
Bosnia y Herzegovina hasta el pequeño pueblo de Hrvaska Kostajnica.
Allí aparcamos junto al río que hace de límite a los dos países.
Es un lugar que los lugareños disfrutan mucho como zona de picnic y
baño. Caminamos por el pueblo, donde pudimos ver muy claro aún, y
con tristeza, los estragos de la guerra de hace veinticinco años,
muchos edificios totalmente derruidos o en los que se notaban
claramente los impactos de las municiones. Este pueblo, por su
posición fronteriza fue especialmente afectado. Recogimos agua
potable de una fuente pública, compramos en una panadería local y
caminamos por sus calles. Luego nos instalamos mejor, nos bañamos
en el río y cenamos a sus orilla. Otra vez a
la gente no
parecía molestarle
nuestra presencia allí, incluso nos saludaban y sonreían.
Dormimos muy bien
y durante el desayuno charlamos un buen rato con un hombre del lugar,
que hasta
nos invitó a una barbacoa que iba a hacer en su casa al mediodía,
pero queríamos avanzar un poco y decidimos seguir camino. Luego nos
despedimos de Croacia y cruzamos el puente sobre el río Una, hacia la
hermana localidad Bosnia de Kostajnica.