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lunes, 23 de septiembre de 2019

66 -¡Nos vamos a los Balcanes con la Furgo Nueva!


Desde el 21 hasta el 25 de Julio 2019





Estuvimos casi un año reparando de forma exhaustiva la mecánica y fabricando con mucho mimo la parte habitable de nuestra “nueva” Furgo, una Ford Transit de 1999 que nos regalaron nuestros amigos de la empresa Jardines Campaner de Mallorca. Nuestra nueva compañera ya había cumplido su ciclo como vehículo comercial y nosotros consideramos buena idea (y un auténtico desafío) darle una segunda vida de jubilada y salvarla del desguace, así que, puestos manos a la obra y luego de las muchísimas horas de trabajo, material y esfuerzo invertido, un viaje a los Balcanes era una excelente forma de estrenarla y probar que tal funcionaba todo lo que habíamos reparado e instalado.





Partimos desde Puerto de Alcudia en Mallorca con el ferry de la compañía Corsica Ferries que nos llevó hasta Toulon, en Francia. Normalmente esta naviera hace los trayectos de ida y vuelta 3 o 4 veces por semana, y en algunos casos se viaja por la noche y en otros el trayecto se realiza durante el día. En las fechas que nosotros viajamos, tanto de ida como de vuelta, lo hicimos de día. Igualmente reservamos camarote, así que aprovechamos las casi 12hs de viaje para descansar muy bien de las tensiones y preparativos de los últimos días antes de comenzar nuestro viaje.




Tanto la partida como la llegada fueron puntuales y la organización para el embarque y desembarque nos pareció muy buena. Llegamos a las 18:30hs y nos resultó un alivio comprobar también que salir de la ciudad para incorporarnos a la autopista en dirección a Italia fuese una tarea sencilla y rápida, a pesar de que nuestro navegador insistía en enviarnos por otra ruta. Teníamos un par de sitios apuntados donde pernoctar en Italia, antes de llegar a Génova. Sabíamos que toda esa zona suele estar muy concurrida en verano, y que la autopista E80, que parece colgada de las montañas entre túneles y viaductos, podía estar saturada de vehículos. Por suerte el viaje fue bastante tranquilo y Furgo se comportaba bien a sus 100km/h de velocidad de crucero y con el aire acondicionado encendido (un lujo).
Para pasar la noche nos decantamos por un aparcamiento a unos 200mts del mar en el pueblo costero de Loano. Fue una buena elección, porque era un lugar tranquilo y estaba cerca de todo. Luego de la cena salimos a caminar por el pueblo. La zona central estaba muy animada de familias y turistas, mayormente italianos paseando y disfrutando de la fresca.


Como la zona donde nos quedamos no tenía playas públicas, luego del desayuno continuamos un poco más adelante bordeando el mar hasta Finale Ligure y nos quedamos a bañarnos en una playa de la zona. El mar estaba magnífico, y a esa hora había muy poca gente. Una buena forma de empezar un largo día de carretera.


Condujimos toda la mañana cruzando el norte de Italia y esperábamos estar pasado el mediodía cerca del Lago Di Garda, pensando que era buena opción para descansar, bañarnos y hacer una pequeña siesta, pero los accesos desde la autopista hasta la zona del lago estaban colapsados por atascos de vehículos con gente que había tenido la misma idea que nosotros. No íbamos a perder energías y tiempo atascados y buscando aparcamiento, así que continuamos nuestro camino, paramos en una calurosa área de servicio a cocinarnos algo y seguimos hacia el este.




A media tarde decidimos que por ese día ya habíamos avanzado bastante y que podríamos parar a pasar el resto del día en la playa. Apenas pasada Venecia conocíamos de otro viaje las playas cercanas a la famosa ciudad y abandonamos la autopista para seguir las pequeñas carreteras de la costa. Así llegamos a Caorle, aparcamos y nos dimos nuestro merecido baño en las inmensas playas de arena de la zona. Por la noche recorrimos y cenamos en el centro histórico del pueblo que ha sido remodelado a “nuevo” recientemente. Está tan perfecto que coincidimos en pensar que se parece más a un decorado que a un pueblo real. Así y todo, el lugar es muy bonito, con canales, algunos edificios históricos y buen ambiente de vacaciones.








Dormimos en un gran aparcamiento (con nada de encanto) destinado a propósito para autocaravanas, camiones y demás vehículos grandes que se encuentra justo entrando al pueblo. A pesar de que estábamos en temporada alta, éramos muy pocos los vehículos estacionados y, lo más importante, muy tranquilo.


Nos alejábamos del mar para internarnos en Eslovenia y el interior de Croacia. Nos despedimos de momento del Mediterráneo con otro baño matinal y volvimos a la autopista. Esta vez el tráfico hacia el Este era mucho más intenso y había retenciones provocadas por las obras en la autopista, pero por suerte, nunca dejamos de avanzar y cerca del mediodía entramos en Eslovenia.





Al entrar al país tuvimos que comprar la vignette, ese sistema de peaje prepago que están usando muchos países que consiste generalmente en una etiqueta que se pega al parabrisas y que es controlada por cámaras y sensores cada pocos kilómetros. Esta vez nos pareció un poco injusto. Pagamos 30€, que era el mínimo, válido para una semana, y nosotros íbamos a estar sólo un par de horas en el país.
Unos cuantos kilómetros antes de rodear Ljubliana, en la localidad de Vrhnika, nos desviamos de la autopista hasta un pequeño parque junto a un lago para descansar y almorzar. Nos costó un poco encontrarlo pero el lugar estaba muy bien y tenía mucha sombra aunque el pequeño lago no era apto para el baño.




Pusimos en el gps como destino la capital de Croacia, Zagreb, y en un par de horas estábamos allí. Suponemos que por la hora del día o porque por la fecha había mucha gente de vacaciones, pero no encontramos prácticamente tráfico en la ciudad, tal es así que el navegador nos dirigió hasta la catedral de la ciudad, y parecía que éramos el único vehículo privado que pasaba por allí, y no habiendo restricciones aparente al tránsito. Una vez localizado el centro, aparcamos muy cerca y caminamos por la zona. Nos gustó la ciudad, pequeña, muy tranquila, llena de edificios clásicos de estilo centro europeo y bastante verde. Cambiamos algo de dinero y tomamos un helado en una plaza repleta de puestos y kioskos.










Después de nuestra rápida visita a Zagreb, seguimos hacia Sisak, una ciudad de unos 52.000 habitantes en la que teníamos marcado un sitio donde podíamos quedarnos a dormir. Éste era en un pequeño bosque en las afueras, donde estaba la piscina municipal y un club de tenis. La zona donde estaba este sitio era un conjunto de bloques de vivienda del tipo socialista, cerca de una refinería que parecía abandonada y no se veía desde la calle principal. Seguimos las coordenadas que teníamos y efectivamente, detrás de uno de estos bloques estaba el bosque y la piscina. Al principio pensamos que llamaríamos mucho la atención de los lugareños estando con nuestra furgo allí, aun más, teniendo en cuenta que en Croacia, la pernocta libre está prohibida, (y lo entendemos para zonas muy masificadas de la costa). Nadie nos dijo nada ni nos miraron con mala cara. Era casi la hora de cierre de la piscina, así que no pudimos disfrutarla, aunque sí pudimos ducharnos en sus instalaciones. Por la mañana, fuimos los primeros en pagar el abono diario y pasar un buen rato nadando y tomando el sol.




La ciudad de Sisak, tiene ese encanto de los lugares aún por descubrir, lejos de los circuitos turísticos, aún se mueve de forma relajada, sus habitantes son cordiales y se desviven por ayudar cuando uno pregunta algo. Así nos pasó cuando entramos en la biblioteca de la ciudad preguntando por la oficina de información turística, y luego en la oficina misma, que estaba a pocos cientos de metros de allí.
Nos recomendaron que visitemos el castillo, al que ellos llaman Stari Grad (ciudad vieja) que se encuentra entre los ríos Sava y Kolpa. Un lugar magnífico, muy poco visitado y con un restaurante donde comimos muy bien, con buena atención y a buen precio.









Luego de la visita a la ciudad y su castillo seguimos hacia la frontera con Bosnia y Herzegovina hasta el pequeño pueblo de Hrvaska Kostajnica. Allí aparcamos junto al río que hace de límite a los dos países. Es un lugar que los lugareños disfrutan mucho como zona de picnic y baño. Caminamos por el pueblo, donde pudimos ver muy claro aún, y con tristeza, los estragos de la guerra de hace veinticinco años, muchos edificios totalmente derruidos o en los que se notaban claramente los impactos de las municiones. Este pueblo, por su posición fronteriza fue especialmente afectado. Recogimos agua potable de una fuente pública, compramos en una panadería local y caminamos por sus calles. Luego nos instalamos mejor, nos bañamos en el río y cenamos a sus orilla. Otra vez a la gente no parecía molestarle nuestra presencia allí, incluso nos saludaban y sonreían.









Dormimos muy bien y durante el desayuno charlamos un buen rato con un hombre del lugar, que hasta nos invitó a una barbacoa que iba a hacer en su casa al mediodía, pero queríamos avanzar un poco y decidimos seguir camino. Luego nos despedimos de Croacia y cruzamos el puente sobre el río Una, hacia la hermana localidad Bosnia de Kostajnica.