Desde el 09 hasta el 16 de Agosto, 2017.
La península de Pelion (también traducida como Pilio o Pelión) se desprende de la costa este del centro de Grecia siguiendo el contorno de una cadena montañosa y tiene forma de gancho. Volos es la ciudad donde empieza esta península y está ubicada en el extremo norte del golfo Pegasítico, formado por la península y el continente. Habíamos elegido Pelion como destino "de mar y playa" porque nos lo habían recomendado, aunque no estaba en nuestros planes originales.
Desde Meteora viajamos directamente hasta Volos, rodeando Trikala y Larisa. Tampoco entramos en Volos y la rodeamos por su autopista de circunvalación. Una vez fuera de la ciudad paramos en una gasolinera a repostar combustible y en un supermercado a reabastecernos de provisiones para los días que íbamos a estar en la península.
Habíamos reservado una casa por dos noches en Paltsi, un pueblo minúsculo junto al mar en la costa oeste de la isla. Antes fuimos parando en otras playas del norte que a pesar de ser más famosas, como Kala Nera, no nos llamaron demasiado la atención. Enseguida notamos que a medida que íbamos hacia el sur el paisaje se tornaba más agreste e interesante.
Una vez que pasamos el pueblo de Argalasti y nos desviamos hacia el oeste, prácticamente nos quedamos solos en la carretera, incluso lo suficiente para no encontrar a nadie cuando nuestro navegador GPS enloqueció y nos enviaba insistentemente por un camino de cabras intransitable hacia ninguna parte.
Al final y por pura intuición llegamos hasta la zona del pueblo, pero aún así no encontrábamos la casa. Por suerte esta vez alguien nos vio y nos indicó la dirección correcta a la que dirigirnos.
Casa Cleopatra, el lugar donde habíamos reservado alojamiento, es una propiedad de gran tamaño que han dividido en casas y apartamentos para vacaciones. El entorno es precioso, el lugar amplio, aislado de todo, con vistas al mar y a los acantilados de la costa. Nos recibieron muy bien aunque como ya nos habían informado por email, nuestra casa "no estaba disponible" y nos instalaron en un apartamento que según sus emails tenía las mismas comodidades. Nosotros nos preguntábamos si este apartamento valía lo mismo que la casa que habíamos pagado, aunque al comentarlo sólo tuvimos evasivas, y la mujer sólo hablaba en italiano. Enseguida nos trajeron una fuente de quesos y jamón italiano para disipar nuestras dudas.
A pesar de parecernos un lugar genial no llegamos a estar del todo conformes ni a gusto. La propiedad tenía todas las comodidades que describía en Booking.com: cocina, vistas, aire acondicionado, etc.. Pero como fuimos dándonos cuenta en el transcurso de la estadía, estas comodidades no eran tan reales. Para usar la cocina había que ir a un lugar en el parque central donde se compartían las instalaciones con los otros huéspedes, a modo de hostel (la kitchenette del apartamento era poco más que decorado). El aire acondicionado era portátil, sumamente ruidoso y para nada efectivo, ya que el agujero de salida del aire caliente no coincidía con el de la pared y volvía al cuarto, y el techo prácticamente no tenía aislación térmica, con lo que dormir era difícil porque tampoco había ventiladores y la ventilación natural era casi nula. Los vecinos de nuestra habitación, pasaron sus noches en unos sillones en el jardín, suponemos que por el mismo motivo.
Pero lo más llamativo de nuestra estancia en Casa Cleopatra era que teníamos menos intimidad que en un hotel. Todos compartíamos todo (ruidos incluidos) y desde cualquier lado se veía todo el interior de las "casas" o "apartamentos" de los otros. A tal punto que teníamos que cubrirnos para salir de la ducha de nuestro propio sitio.
Estuvimos dos noches allí, y a pesar de que pedimos hablar con la dueña, que estaba en la propiedad, no tuvimos la suerte de que aparezca. La señora que se encargaba de nosotros, en cambio estaba todo el tiempo pendiente, nos traía frutas, pastas y toda clase de atenciones. Pagamos nuestra estancia más cara en Grecia (63€ por noche), nos cobraron un extra al momento de la reserva por la limpieza (20€ que tampoco era el fuerte del lugar) y nos quedamos algo confundidos sobre si teníamos que priorizar hacer caso a las continuas atenciones o si realmente nos habían cobrado de más y sólo nos estaban compensando para que no nos quejásemos de que nos habían vendido algo que realmente "era pero no era" lo que pactamos. En lo que llevamos viajado nunca habíamos tenido antes esa sensación.
Aparte de nuestra experiencia con el alojamiento, el pueblo tenía una playa muy bonita y, aunque al momento que la visitamos el mar estaba algo movido, nada impidió que nos diésemos un baño y la disfrutásemos mucho.
El segundo día de nuestra estancia salimos temprano para recorrer el sur de la península y realmente nos conquistó. Playas, calas increíbles de agua cristalina color turquesa y mucha naturaleza. Había poca gente en la mayoría de los lugares y los paisajes eran de postal.
Pasamos por varios pueblos a orillas del mar y llegamos hasta Alogoporos, un pequeño embarcadero desde donde se va a la isla de Palaio Trikeri, nos dimos un baño y volvimos a Trikeri, un pueblo muy típico y probablemente el más grande del sur de la península. No encontramos una taberna donde comer y seguimos por el camino que circunvala esa parte de la península a bastante altura y cayendo prácticamente en vertical hacia al mar. Las vistas hermosas, el paisaje mediterráneo y seco.
Una vez pasado el pueblo, encontramos donde estacionar y volvimos al puerto. Nos decidimos por una taberna familiar y sencilla justo al lado del mar y comimos estupendamente sardinas y calamares que estaban riquísimos.
Un par de kilómetros fuera del pueblo encontramos una playa de pedruscos con sombrillas de mimbre (públicas y gratis) y nos quedamos allí a descansar y a bañarnos un par de horas.
Rodeada la parte final de la península, el camino para volver era el mismo por el que habíamos venido pero con la diferente luz de la tarde los paisajes cambiaban. Nos detuvimos en los pueblos costeros para buscar alojamiento donde pasar un par de noches más en la región, pero esa zona estaba casi al completo y no tuvimos suerte, al menos caminamos bastante y los conocimos mejor.
Como en Casa Cleopatra no teníamos señal de móvil ni internet, al pasar por Argalasti nos conectamos y aunque había poca oferta encontramos una casita en Airbnb para alquilar en Neochori, en el interior y centro de la península.
Nos despedimos de nuestro "no muy confortable pero bonito" alojamiento donde la señora italiana nos pidió por favor que lo valoremos en Booking positivamente. Antes de salir para Neochori, bajamos a otra de las grandes playas cerca de donde estábamos, esta vez el mar estaba calmo y el lugar muy bonito.
Dimitris, el dueño de la casa de Neochori, nos fue guiando y dando indicaciones sobre como llegar a su casa, ya que el pueblo es de lo más intrincado y con muchas calles sin salida o intransitables para vehículos.
La casa de Dimitris (55€ por noche) es de estilo tradicional, y aunque no lo preguntamos, seguro que había pertenecido a sus abuelos. Estaba perfectamente limpia, rodeada de frutales y bien equipada (sin aire acondicionado, esas casas no lo necesitan) y con la decoración y muebles antiguos.
Cocinamos nuestro almuerzo allí mismo, lavamos nuestra ropa, ordenamos nuestras cosas y disfrutamos del frescor de la casa. Por la tarde fuimos a recorrer la costa noreste de la península por carreteras de montaña muy verdes y unos paisajes imponentes. Llegamos hasta la playa de Agia Seranda, una de las más famosas del lugar. Y la playa se merece la fama, aunque había también mucha gente.
Cenamos tranquilamente en casa y volvimos al día siguiente a recorrer la carretera de montaña. Aunque esta vez bajamos hasta playas más cercanas: a Kalambaki, una cala de ensueño por la mañana y a Lambinou por la tarde, otra cala más pequeña pero con muchísimo encanto.
Dimitris nos había recomendado que visitásemos su pueblo y que cenásemos en la única taberna que estaba en la plaza central. Así que una vez de vuelta en casa nos preparamos y salimos a recorrer el lugar.
Alejado de las playas y con poco turismo, Neochori se mantiene casi intacto y genuino. Caminarlo nos hacía retroceder décadas en el tiempo y el ambiente veraniego pueblerino nos hacía recordar nuestra niñez.
La taberna ocupaba con sus mesas gran parte de la plaza central y estaba llena, los niños corrían por todos lados y olía a buena comida, cosa que comprobamos con una estupenda cena. Nos dimos un banquete por 17€ y volvimos a la casa. Nos subimos a la terraza y vimos unas cuantas estrellas fugaces, era la noche del fenómeno de las Perseidas y no nos lo queríamos perder.
Con algo de pena por no haber estado más tiempo en el lugar, nos marchamos por la mañana rumbo norte siguiendo la autopista que une Atenas con Tesalónica. A medio camino y siguiendo las indicaciones de Dimitris y amigos, nos desviamos en Antigua Dion para visitar el famoso Monte Olimpo.
Una vez entrado en la zona donde empieza el parque nacional, hay varios caminos para hacer senderismo y, si se está de paso como nosotros, lo ideal es detenerse y caminar unos minutos hasta un lugar por donde pasa un río que en su caudal forma diversas cascadas y piscinas naturales que aprovechamos lo más que pudimos. El paisaje precioso, y aunque está bastante concurrido, tampoco es agobiante.
Nos detuvimos de vuelta en el pueblo de Antigua Dion en un restaurante familiar, pasamos por Katerini con algo de lluvia y seguimos por caminos secundarios hacia el norte hasta Vergina, ciudad con unos yacimientos arqueológicos muy importantes pero que no visitamos porque llegamos sobre la hora de cierre. En cambio nos alojamos en el Olympia Guesthouse (30€) y luego hicimos unos kilómetros más hasta la ciudad de Veria.
Esta pequeña ciudad es muy interesante para recorrerla a pie, como hicimos nosotros. Hay decenas de iglesias antiguas (más de setenta) desperdigadas por toda la ciudad, monumentos y barrios antiguos muy pintorescos, algunos restaurados y revalorizados y otros en los que las edificaciones literalmente se están cayendo por falta de mantenimiento. Es verdad también que, en algunos sectores, esa dejadez es parte del decadente atractivo de la ciudad.
Hicimos un circuito muy completo que venía recomendado en un folleto y mapa informativo de la ciudad y nos llevamos una muy buena impresión del lugar. Para cenar, deshicimos los 13 kilómetros hasta Vergina y cenamos en el restaurante de un hotel del pueblo.
Por la mañana pusimos rumbo a Tesalónica, aunque tuvimos tiempo de hacer buena parte del trayecto por caminos rurales tranquilos y pintorescos.
Llegamos puntuales a la zona del aeropuerto y devolvimos el coche en la oficina de la empresa de alquiler. Ante nuestra sorpresa, ni siquiera lo revisaron, es más, nosotros fuimos los que les hicimos notar los fallos debido a la edad del coche, el consumo excesivo de aceite y otros desperfectos. El operario sólo se reía y ponía caras de circunstancia. Como compensación tuvieron la amabilidad de llevarnos hasta el hotel donde íbamos a pasar nuestras dos últimas noches en Grecia, que quedaba a poca distancia de la empresa.
Nos alojamos en el Avalon Hotel (52€ por noche con desayuno), un alojamiento de 4 estrellas, piscina y traslados gratis del cual quedamos muy contentos. Si bien está alejado del centro de la ciudad, su cercanía con el aeropuerto lo hacía muy conveniente para nosotros.
También tenían traslados gratis a un gran shopping center, donde pasamos una tarde y al día siguiente nos llevaron hasta la estación de buses desde donde nos subimos a un autobús urbano que nos llevó hasta una playa cercana. Cerca de la ciudad de Tesalónica no hay playas bonitas, o están muy sucias. Pero a nosotros nos vino bien pasar el día tumbados en la arena, leyendo y tomando el sol. Comimos allí mismo en un restaurante sencillo donde la comida, como en casi todos lados, estaba deliciosa.
Una vez en el hotel, cenamos muy bien allí mismo en el restaurante del establecimiento, y por la mañana de nuestro último día nos llevaron hasta el aeropuerto para abordar un vuelo con destino a Atenas. Desde allí y sin poder sacar la tarjeta de embarque por internet, por algún tipo de ley local, tuvimos que hacer una cola larguísima para obtenerla y al final nos subimos puntuales al vuelo de Vueling que nos trajo primero a Barcelona y luego a nuestra isla.
Viajar por Grecia nos sorprendió gratamente porque a pesar de todas sus crisis y de la creciente tendencia europea de normalizar precios, servicios y actitud, es un país que sigue manteniéndose auténtico, amigable, único... Grecia marca su propio ritmo, y nosotros lo agradecemos mucho ¡Hasta la próxima, ευχαριστώ!