Desde el 17 al 18 de Julio, 2016.
A las 3:15hs estábamos descendiendo del ferry en el puerto de Trelleborg, en la provincia sueca de Skåne. Aún agotados de la jornada anterior y semidormidos seguimos el mapa por una carretera que bordeaba la costa y a unos pocos kilómetros hacia el este encontramos una calle que desembocaba en un pequeño parking justo al lado del mar. No lo pensamos demasiado, total a esas horas tampoco había ninguna actividad de ningún tipo por los alrededores, y nos quedamos a dormir. Descansamos profundamente hasta pasadas las 9:00hs. Nos tomamos nuestro tiempo para desayunar y, como esa playa sobre el Báltico no era apetecible para nadar, seguimos camino en dirección a Ystad.
Poco después paramos en una playa para conocerla y probar suerte nuevamente con un baño, pero tampoco era muy bonita (encontrar una playa que nos guste es un poco difícil viniendo de Mallorca). La playa estaba rodeada de un camping gigante donde los baños parecían estar abiertos al público, así que sin preguntar nos trajimos nuestras cosas y decidimos darnos una buena ducha. Definitivamente los baños estaban abiertos al público, lo que no sabíamos era que para que salga agua caliente había que introducir monedas en una máquina. Como no teníamos coronas suecas, una vez desvestidos no nos quedó otra opción que una refrescante y estimuladora ducha fría. Igual el tiempo estaba soleado así que nos vino genial para terminar de despertarnos y empezar la nueva etapa del viaje.
También de camino encontramos un Loppis, el primero de muchos. Un Loppis es una "garage sale" (venta de garage) como dicen los norteamericanos. La gente de vez en cuando saca las cosas que no usa (ropa, libros, música, vajilla, muebles,etc.) y las pone a la venta por un precio generalmente muy accesible, también a veces son más profesionales y se parecen a anticuarios. Sabíamos que se llamaban así por nuestro vecino y amigo Erland, quien antes de partir nos ayudó mucho con la organización del viaje y ofreciéndonos alojarnos con su familia en Estocolmo y Åre.
Este Loppis estaba instalado en un granero antiguo y enorme, de vigas de madera y en sí parecía un museo de la vida cotidiana de la zona con objetos y antigüedades. Lo recorrimos tranquilamente y compramos un par de cosas que no sumaban mucho valor, por suerte la señora que lo atendía nos recibió nuestros euros y nos dió el cambio en coronas suecas.
Más adelante comprobaríamos lo que nos decía Erland: En los países nórdicos el dinero en efectivo es mínimamente usado, la gente paga con tarjeta o con su teléfono móvil, prácticamente no se usa dinero, y es muy difícil conseguir cambiarlo, ya que no hay casas de cambio y los bancos tampoco tienen caja.
Llegamos cerca del Mediodía a Ystad, pudimos aparcar muy cerca de la oficina de turismo donde nos informamos sobre la ciudad y la región y luego nos fuimos caminando a recorrer el casco antiguo de la ciudad que nos sorprendió gratamente. Las edificaciones se mantienen como en la época medieval, casas de vigas de madera pintadas de diferentes colores, calles adoquinadas, muchos comercios locales bien cuidados y muy buen ambiente.
Comimos en un restaurante chino en el cual también pudimos pagar con euros a cambio de coronas y disfrutamos muchísimo de caminar por la ciudad.
Seguimos costeando el Mar Báltico por campos verdes, granjas y colinas que nos parecían bastante similares a los paisajes de las islas británicas. Las carreteras son pequeñas, hay poco tráfico y se disfruta de conducir.
Llegamos a un pueblo pequeño que se llama Kåseberga, estacionamos en un gran aparcamiento de las afueras y caminamos por el pueblo y por el campo siguiendo los acantilados hasta Ales Stenar (piedras de Ale) que es un grupo de 59 bloques de granito dispuestos en forma de barco y que a pesar de diversos estudios arqueológicos realizados en varias ocasiones aún no se sabe exactamente su función original. Las investigaciones datan su construcción entre los años 500 y 1000 AD.
Visitamos brevemente el sitio arqueológico y volvimos pasando por el pequeño y animado puerto del pueblo.
También nos detuvimos en Simrishamn, un pueblo pesquero que a esas horas, aparte de algunas personas paseando por el puerto se encontraba casi desierto y seguimos rumbo norte serpenteando caminitos y granjas durante unas dos horas.
Buscábamos un lugar para quedarnos a pasar la noche preferiblemente a orillas de un lago, pensamos que como hay tantos no sería tan difícil. La verdad es que la mayoría de lagos están rodeados de tierras de propiedad privada y no encontrábamos ningún sitio de acceso a las costas. Nos desviamos de la carretera principal por caminos rurales sin asfaltar en una zona al norte de Alvesta, y luego de un buen rato cerca del lago Fiolen (en ese momento no sabíamos que se llamaba así) vimos a una familia fuera de una casa y les preguntamos si conocían algún lugar donde podíamos quedarnos. Jörgen, con quien luego nos quedamos charlando un buen rato, nos dijo que no había lugares públicos, pero que su campo daba al lago y que él estaría encantado de que nos quedemos en su tierra a pasar la noche, nos guió e incluso nos ofreció un bote para salir a dar un vuelta o incluso pescar. Nos instalamos en un sitio precioso y salvaje y, a pesar de los hambrientos mosquitos nórdicos, pasamos una noche muy relajada con un atardecer magnífico.
A las 8:00h ya estábamos nuevamente despiertos y lidiando con los molestos mosquitos. Desayunamos y seguimos por el camino de grava hacia el norte sin tener mucho en cuenta hacia dónde nos llevaría.
Entre bosques y pequeños pueblos llegamos a una carretera más grande que nos llevó a Aneboda. Allí nos detuvimos para visitar una preciosa iglesia de madera rodeada de un cementerio que estaba cuidado pulcramente hasta el mínimo detalle. Cada parcela del mismo contaba con puestos de herramientas y útiles de jardín de la más alta calidad profesional a disposición de todos para el cuidado de las tumbas. Todo el entorno de la iglesia y el cementerio formaban un conjunto perfecto y ordenado.
Cerca del mediodía ya estábamos en Gränna, sobre la autopista E4 que junto a la E6 unen las principales ciudades suecas desde Estocolmo. Esta ciudad turística, famosa por sus dulces y por haber sido punto de partida de una fallida expedición en globo aerostático al polo norte, está a la orilla de un gran lago y la verdad es que si bien es un lugar muy bonito, también estaba a más no poder de turistas. Estuvimos un rato para visitarla y nos marchamos. Seguimos un tramo de una carretera panorámica que bordea el lago, comimos en un área de servicio y luego volvimos a subir a la autopista en dirección Estocolmo.
Nuestro destino era Rönninge, a una media hora antes de llegar a Estocolmo, donde vive la familia de Erland y donde nos esperaba su madre, Birgitta para que pasemos un par de días con ella, ya que Erland se encontraba de vacaciones en Mallorca. Nos habían recomendado que visitemos Söderköping que estaba relativamente de paso y hacia allí nos dirigimos. Unos 5 kilómetros antes de llegar, aparentemente por un puente roto, el tráfico estaba atascado. Estuvimos casi una hora prácticamente sin movernos por lo que cuando apenas pudimos tomamos una salida y volvimos hacia la autopista. Les habíamos dicho que estaríamos en Rönninge a eso de las 19:00hs y queríamos ser puntuales.
Al final llegamos a tiempo, Birgitta nos recibió de la mejor manera y por la noche cenamos juntos con ella y parte de la familia. Nos prepararon salmón ahumado riquísimo con nabos al horno y ensaladas y de postre una tarta de cerezas casera que fue una delicia, y si agregamos la buena compañía, la simpatía que nos brindaron y lo idílico del lugar, todo esto hizo que tengamos la mejor de las bienvenidas. Muchas gracias a todos!