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domingo, 12 de junio de 2016

51 - Filipinas - Las terrazas de Banaue-Batad. Escenario Sublime.

Del 19 al 23 de Enero, 2016

A las 6:30 dejamos Sagada en un jeepney nuevamente hacia Bontoc, ciudad de enlace para subirnos a un autobús rumbo a Banaue. El camino desde aquí serpentea a gran altura sobre profundos valles surcados por ríos y terrazas de cultivo de arroz. El paisaje es magnífico, y a pesar de la intermitente niebla lo disfrutamos mucho.










Le pedimos al conductor que nos dejase bajar  un par de kilómetros antes de entrar en Banaue, en un mirador al que llegamos a eso de las 9:30hs. desde donde se aprecia buena parte de las terrazas que pertenecen a la ciudad. Allí, con Bro, una chica filipina que estaba de vacaciones y que viajaba en el mismo autobús que nosotros, quedamos con un transporte privado que nos llevaría enseguida a la excursión de las terrazas más famosas. Realmente aún no habíamos planificado ni teníamos idea de cómo eran las excursiones, distancias, precios ni nada, pero confiamos en ella y de que como local defendería mejor las condiciones.





Después de unas llamadas y una media hora esperando nos pasó a buscar un vetusto minibús que parecía de diseño casero. Nos subimos al techo para tener mejores vistas y partimos, sólo haciendo una pequeña escala en la ciudad para reabastecernos de agua.




Hicimos un trayecto (aún no sabíamos bien hacia donde) por caminos de cornisa en pésimo estado y entre rocas gigantes que parecían que hacía no mucho tiempo que se habían desprendido. Desde el techo del minibús la perspectiva era impresionante, el paisaje precioso y la experiencia muy divertida. Entre las curvas, las ramas de los árboles y los precipicios, el viaje se asemejaba un poco al de una montaña rusa (la conducción del chofer ayudaba bastante).






Cuando llegamos a una explanada que hacía de parking y vimos que había unos cuantos puestos de comida y de recuerdos nos  enteramos que ya estábamos en destino. Allí apareció un guía que nos explicó que nos llevaría a Batad, el pueblo donde están las terrazas más imponentes y al cual no hay carretera. También nos enteramos que no podíamos ir por nuestra propia cuenta, que teníamos que pagar un extra al guía y que también teníamos que pagar la  tasa medioambiental. Tras una larga discusión con los del minibús por la desinformación y después de que otros viajeros que pasaban nos confirmasen  de que el precio total que nos cobraban era más que razonable (800PhP, unos 16€ cada uno), accedimos y nos pusimos en camino, no sin antes recomendar a los de la agencia que deben informar del precio final y condiciones para no tener inconvenientes ni malentendidos.


Hasta el pueblo se sigue un caminito por la ladera que ya de por sí vale como una excursión. Batad es pequeño, y parece colgado de la montaña, sus calles no son más que senderos, escaleras y pendientes que los niños de la escuela recorren de forma natural mientras juegan y se divierten como si no notaran las dificultades del terreno.




Lo primero que hicimos al llegar fue hablar con el dueño de uno de los restaurantes para encargar el almuerzo. A la pregunta de cómo sabría cuando volvíamos, nos respondió que desde allí controlaba la vista de todo el valle y podía calcular perfectamente cuando íbamos a llegar. Las vistas desde el pueblo son majestuosas. Las terrazas de cultivo de arroz de Batad, declaradas Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO,  tienen alrededor de 2000 años de antigüedad, sus paredes son de piedra y están continuamente regadas por hilos de agua que bajan de vertientes naturales de la montaña. Todo forma parte de un complejo hidráulico que funciona a la perfección y de la que viven todos los habitantes de la zona, ya sea por la producción misma o por el turismo.



Comenzamos el descenso al anfiteatro caminando por las paredes y escalones en la roca, la pendiente y la distancia que recorríamos nos anticipaba un duro regreso. Así y todo el esfuerzo valía la pena. las vistas son increíbles, los colores, los sonidos y la atmósfera del lugar dejan a cualquiera maravillado.












Luego del descenso pronunciado que parecía no acabar nunca y de unas pocas paradas para descansar y disfrutar de las vistas llegamos a la cascada de Tappiya, que se nos apareció de entre la vegetación una vez que alcanzamos lo más profundo del valle. Una impresionante caída de agua y un pequeño lago nos invitaba a darnos un buen baño para refrescarnos y relajar los músculos. No teníamos bañador pero la tentación era demasiado grande y nos metimos en el agua fresca en ropa interior.



El baño fue lo mejor que nos pudo pasar después del descenso y para aliviarnos del calor que hacía. Aprovechamos para descansar un buen rato como preparación de lo que venía a continuación. 

Comenzamos a subir tratando de hacerlo de forma lenta y a un ritmo más o menos constante. Cientos de escalones resbaladizos y piedras mojadas amenazaban con causarnos algún accidente. Nuestra compañera, Bro, durante un tramo intentó subir muy deprisa y lo pagó con una descompensación de la que estuvo un buen rato para reponerse.




Entrando al pueblo nos detuvimos en una casa a charlar y mirar un rato a un hombre limpiando arroz de forma artesanal y seguro que milenaria.



Muy cansados pero felices llegamos al restaurante y, con unas vistas alucinantes, dimos buena cuenta de nuestro almuerzo. Aprovechamos también para hacerle una pequeña celebración a Bro, ya que era su día de cumpleaños y ni ella se imaginaba festejarlo en un lugar como ese y con dos turistas de acompañantes.



Volvimos al parking donde, y con un poco de alivio por nuestra parte, aún nos estaba esperando nuestro transporte. La verdad es que les habíamos dejado todo nuestro equipaje, y esas cosas siempre dejan a uno con un punto de intranquilidad.

Sí, nosotros también sobrevivimos a Batad!


Cómo había refrescado y comenzaba a lloviznar, el viaje de regreso lo hicimos dentro del vehículo, aunque tuvimos que detenernos un par de veces a mover rocas recién caídas en la carretera.



Llegamos de nuevo a Banaue sobre las 17:30hs. Si bien la ciudad es famosa, no es demasiado bonita, y sus habitantes por lo general parecen un poco cansados de tantos turistas. Nos alojamos en el hotel que nos recomendaron los del tour (eran familia) por 700PhP (14€) con agua caliente. Intentamos recorrer el pueblo, pero estábamos muy cansados y una lluvia persistente nos invitaba a quedarnos a resguardo. Asimismo fuimos a la oficina de información turística para preguntar algunas cosas e intentamos averiguar los horarios de los buses a Manila. Nos despedimos de Bro, que se volvía a su casa en la capital esa misma noche y volvimos al hotel. No nos quisimos quedar a cenar en el restaurante del mismo, la atención por parte de todos allí era muy mala. Cruzamos la calle hasta el restaurante Las Vegas, donde comimos muy bien, a buen precio y como un buen final a un buen día, se nos acercó Leo, el dueño del lugar para charlar con nosotros y para deleitarnos junto con su hijo, amigos y su guitarra con canciones de Elvis que cantaba apasionadamente.




Leo y sus amigos también nos ayudaron a elegir nuestro siguiente destino. Teníamos tres días antes de coger el vuelo desde Manila y queríamos aprovecharlos en algún lugar tranquilo y en lo posible que no fuera turístico, pero que tuviera un hotel.





Por la mañana nos subimos a un jeepney y a unas dos horas de camino nos bajamos en Solano, una pequeña ciudad que queda en dirección Manila, de la que no sabíamos nada y en donde no hay nada que visitar. En el pueblo nos subimos a un triciclo que nos llevó a un gran complejo con piscina y unas comodidades en las habitaciones que no habíamos disfrutado en Filipinas. Todo eso por 700Php (14€) por noche. Al no haber turismo internacional los precios son los reales para la gente local.











Los días en la ciudad fueron, tal cual lo esperábamos, muy tranquilos, caminando por todos lados, yendo al mercado local, comprando regalos y haciendo ese tipo de turismo que no implica actividades, excursiones ni horarios, solo convivir e interactuar con los locales intentando ser uno más.

Teníamos nuestro vuelo a las 20:00hs pero considerando que eran varias horas de bus y que los atascos e imprevistos suelen ser pan de cada día, nos paramos fuera del hotel a eso de las 5:45hs para hacer la parada al primer bus con dirección Manila. Estuvimos esperando más de una hora y ya nos empezábamos a impacientar un poco. En un momento un minibús casi vacío se detuvo y el chofer nos dijo que nos llevaría a la capital al mismo precio que el bus, 400Php (8€). No lo pensamos demasiado y nos subimos. Luego intentó seguir recogiendo más personas para compartir el viaje pero algunos al vernos dentro no quisieron subir con nosotros a pesar de que los otros pasajeros intentaron convencerlos no entendíamos muy bien  si de que no éramos peligrosos o de que tengan que pagar mucho más por el trayecto, a precios de turista.

Llegamos al caos de Manila a mediodía y a paso de hombre hasta la estación Victoria a las 13:45hs. Una vez allí decidimos asegurarnos y tomar un taxi al aeropuerto para no pasar pena de perdernos nuestro vuelo de vuelta. Embarcábamos a las 18:00hs.....pero era Manila.

Ningún taxi nos quería llevar, es más, la mayoría ni se detenían cuando nos veían con las mochilas. Tuvimos que rogarle a uno que por favor nos lleve y él puso el precio de antemano, 500Php (10€) que a esas alturas consideramos razonable. Para hacer unos 12km le pusimos casi dos horas y media. El conductor era un hombre divertido y un tanto raro que nos preguntó absolutamente de todo, pero que por otra parte era honesto y sabía moverse por la ciudad.

Realmente agotados y aliviados llegamos a tiempo para hacer todos los trámites de facturación y migración. Comimos cerca de la puerta de embarque a buen precio un menú oriental riquísimo.

Hicimos nuevamente una escala en el precioso y cómodo aeropuerto de Hong Kong y luego de un vuelo largo pero apacible, antes de llegar a nuestra querida Mallorca, hicimos otra en el frío aeropuerto de Düsseldorf donde pasamos tres exhaustivos controles de seguridad.

En esos momentos ya empezábamos a añorar esas sonrisas y la amabilidad de los orientales que tanto nos habían fascinado...





Llegamos al aeropuerto de Palma, cansados y con estado gripal y allí nos esperaba la familia de Malén para llevarnos a casa y disfrutar de una buena comida todos juntos.










4 comentarios:

  1. más que bonito,realmente bello.....!!! Felicitaciones !!!! ahhh, lo único que nosotros no recibimos regalitos...

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  2. Hola pablito , me alegro mucho que estes bien y me pone muy contento poder estar en contacto con vos , recién veo el mensaje que me mandaste por face hace 2 años , pero mejor porque me hiba a dar mucha bronca que estes en Argentina y no pases por casa , te felicito por los viajes y estamos en contacto , un abrazo grande y te quiero mucho

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  3. Increíble y espectacular!!!!! Los admiro muchísimo y me hace feliz verlos disfrutar la vida!
    Los quiero con el alma!!!!

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    1. Muchísimas gracias por este comentario tan lindo! Nosotros también los queremos muchísimos y estamos contentos de que estén viajando un montón también!

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