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martes, 8 de marzo de 2016

47 - Filipinas - De Iloilo a Palawan, viajando a la antigua.

Del 3 al  6 de Enero, 2016.

En el centro comercial de Iloilo, donde nos dejó nuestro amigo Leon, nos sentamos en un café con conexión a internet y verificamos las opciones sobre dónde seguir con nuestro recorrido. A poco rato de empezar descartamos cambiar de país, y nos centramos en cómo llegar a Puerto Princesa, en la Isla de Palawan. Podíamos comprar tickets aéreos, pero también podíamos viajar por mar, en un viejo ferry que hace el recorrido semanalmente. Recopilamos algo de información en internet, sobre todo el nombre de las empresas que hacen el trayecto y nos subimos a un taxi que supiera dónde estaban las oficinas (fue al segundo intento).



Iloilo es la tercera ciudad en importancia de Filipinas, y no es muy atractiva turísticamente pero nos resultó ordenada y tranquila (al menos más que otras que habíamos visitado).

Una vez en el puerto hablamos con el guardia de la compañía Milagrosa Shipping y nos informó que al día siguiente partía el barco con destino a Puerto Princesa haciendo escala en la isla de Cuyo. Teníamos que apuntarnos y luego nos llamarían a las 10:00hs o a las 13:00hs para confirmarnos la plaza en el barco. La otra empresa no tenía servicios hasta dentro de unos días por lo que ya tranquilos con la información, tomamos otro taxi para que nos ayude a buscar un hotel donde pasar la noche. El taxista, viéndonos occidentales, nos llevó primero a un hotel de lujo y apenas lo vimos lo descartamos enseguida. Le comentamos cuanto era lo máximo que podíamos pagar y al segundo intento nos fue bien. Nos alojamos en el Hotel Plaza (690Php, unos 13,80€), que aunque el nombre suene a importante, era bastante gris y no tenía más lujo que una buena ducha de agua caliente, la primera en varios días!.



Estábamos, eso sí, en el centro de la ciudad. Salimos a pasear y nos pasamos bastante tiempo en un centro comercial que, salvo excepciones, tenía precios europeos. En el supermercado del mismo compramos artículos de higiene y alimentos que en las pequeñas tiendas no conseguíamos. La gente que había en el lugar también se veía diferente a la que nos encontrábamos a diario.

De vuelta, cenamos en la habitación de nuestro hotel cosas que compramos en el supermercado y nos fuimos a dormir.

Por la mañana siguiente temprano salimos a pasear nuevamente por el centro e intentamos comprar en una agencia de viajes los tickets aéreos para volar al norte de la Isla de Luzón desde Palawan, pero ninguna oficina nos dio ninguna respuesta coherente. Apenas abrió una lavandería cercana le llevamos un buen cargamento de ropa y más tarde cuando dejamos el hotel a media mañana, nos  instalamos en la misma ya que tenía wifi y un pequeño bar para tomar algo. Con buena conexión de internet compramos los tickets aéreos a Laoag, de la que no teníamos nada de información pero que en el mapa parecía estar cerca de nuestra ruta a las terrazas de cultivo de arroz de Banaue.





Puntuales a las 13:00hs estábamos en el puerto, había bastante movimiento de gente y luego de preguntar varias veces logramos entender cómo era el proceso. Ya nos habían llamado a las 10.00, pero como el barco no iba lleno aún pudimos comprar los tickets y embarcar enseguida.




El Milagrosa Tres, un vetusto barco chino de carga mixta de cuarenta y tantos años de edad, cuenta con 4 clases de acomodación: económica, deluxe, turista y almirante. En la económica, la cubierta  de más abajo, las literas están muy cerca unas de otras con apenas espacio para pasar y se ventila con algunos ojos de buey y ventiladores. La deluxe, es en la cubierta superior y no tiene paredes por lo que el aire corre libremente, las literas tienen más separación unas de otras y hay dos filas de camas simples. La turista (clase superior) es pequeña y tiene aire acondicionado, pero está completamente cerrada, por lo que es bastante agobiante. La clase Almirante es un solo camarote con 6 camas y cerrado con aire acondicionado. Nosotros optamos por la Deluxe. Nos costó 1.137,71 pesos con tasas (unos 23€) por persona. Fue la decisión correcta, otros viajeros compraron la opción con aire acondicionado y durante la noche no pudieron estar en sus literas por el frío.








Una vez embarcados esperamos horas a que terminen de cargar a la vieja usanza las bodegas del barco. Los estibadores, ayudados por la grúa del barco y otras tantas veces sobre sus hombros, cargaron miles de sacos de harina y azúcar, también algunos pequeños vehículos, colchones y, entre otras cosas, los infaltables y ruidosos gallos.


El lema de la compañía: ¡La seguridad ante todo!













Soltamos amarras a eso de las 17.00 y, mentalizados con que iba a ser un viaje lento, nos acomodamos en nuestras camas. Hasta que llegó la hora de dormir nos entretuvimos jugando con unos niños que se nos acercaron y se instalaron al lado nuestro. También pasamos el tiempo charlando con otros pasajeros y otros viajeros europeos que se embarcaron. 




Al amanecer,  nos despertamos sorprendidos de haber podido dormir bien. A pesar de un poco de brisa fresca y de los gallos, el viaje estuvo muy sereno y confortable. A nuestro alrededor ya se veían los primeros islotes que rodean Cuyo, ese archipiélago en medio del Mar de Sulu que parece aislado de todo.



Amarramos en Cuyo a las 8.00hs y, mochila al hombro, descendimos y nos fuimos a pasear por el pueblo. Cuyo tiene una playa de arena blanca preciosa, casi no hay turistas salvo algunos europeos que practican kite surf y es muy tranquilo. Disfrutamos mucho de la caminata por sus calles coloniales y luego nos tiramos en la playa, nadamos y aprovechamos al máximo las 6hs de escala en la isla.













Volvimos a embarcarnos a las 14:00hs y partimos, esta vez repletos de gente, rumbo a Palawan. Fueron otras 16 hs de navegación muy tranquilas. Estar allí nos hacía imaginar el ambiente que había en los barcos que desde Europa cruzaban hace casi un siglo el Atlántico hacia América. Dentro del Milagrosa Tres todo se hace a la antigua: los baños, escasos para tanta gente; la cantina, a la vieja usanza; los pasajeros fumando y mirando pacientemente el horizonte; el rumor monótono del motor; los niños correteando de un lado a otro y sobre todo, ese ambiente familiar que se crea después de convivir tantas horas en un mismo espacio nos transportaba a una época ya lejana en Europa.




A eso de las 5:30hs, al alba, nos volvimos a despertar otra vez sorprendidos de haber podido dormir bien y nos fuimos a proa a disfrutar las vistas de Palawan, cuyo perfil montañoso ya se recortaba en el horizonte. Nos preparamos un buen desayuno con agua caliente que nos proveyeron en el barco y a las 8:15hs ya estábamos en Puerto Princesa, ciudad principal de Palawan.

Salimos del puerto y, esquivando a los taxistas, caminamos unos pocos cientos de metros dentro de la ciudad, luego encontramos un jeepney por 13 pesos (0,26€) con recorrido a la estación de buses y nos subimos. 


Nuestro próximo destino era Port Barton, un pequeño pueblo al oeste de la isla. Preguntamos en la terminal y no faltó la persona que nos llevó a un pequeño anexo de la empresa Recaro donde había furgonetas esperando pasajeros. Nos subimos a una en la que íbamos solos y ésta nos llevó hasta otra ya casi llena de turistas que parecía que nos estaba esperando. 

Partimos enseguida, paramos a recoger a más pasajeros a medio camino (éramos 13 pero suelen meter 18 en una furgoneta con capacidad de 12), y luego también nos detuvimos un buen rato en un parador de la carretera. Desde ahí el camino está en construcción y se tarda bastante en hacer pocos kilómetros debido al estado del mismo. En total fueron 3 horas y media de viaje hasta Port Barton, a sólo 120 kilómetros de distancia desde Puerto Princesa. Pagamos 350 pesos (7€) cada uno.

  













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