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martes, 31 de diciembre de 2013

32 - Descendiendo de los Andes Peruanos



Del 10 al 13 de Diciembre, 2013.

Aunque en el tiempo que estuvimos en la zona de Cusco y del Valle Sagrado vimos la mayor parte de los yacimientos arqueológicos y lugares interesantes, no nos queríamos perder dos sitios de importancia que se hallaban cerca de la ciudad y ya de camino a Puno.
Uno era el yacimiento de Tipón. Un complejo en el que al llegar fuimos malamente recibidos por el funcionario a cargo quien se negó categóricamente a decirnos (ni hablar de explicarnos) qué tipo de lugar íbamos a visitar. Luego de una intensa discusión en la que le explicamos que los turistas no somos el enemigo y que él tenía trabajo gracias a los elevados costos de las entradas que pagábamos, aparte de amenazarlo seriamente de que lo íbamos a denunciar al ministerio de turismo, accedió refunfuñando a darnos un folleto usado y en inglés con una explicación mínima. Nosotros, sólo pedíamos que nos diga si el lugar era un complejo habitacional, religioso, militar, etc.

Al final entramos y nos encontramos con un profesor quien al vernos turistas nos preguntó si sentíamos la magia del lugar. Nosotros aún enfadados le comentamos que no sabíamos nada y este señor de forma amable y didáctica nos explicó que el lugar era un centro de culto al agua, el significado de sus fuentes y el porqué de cada cosa. Realmente es interesante y sigue sorprendiendo el conocimiento en hidráulica y lo bien hecho que está todo que hasta el día de hoy funciona perfectamente.


 



El otro complejo arqueológico fue Pikillaqta, restos de una ciudad preincaica de la que queda su trazado y los basamentos de sus construcciones. Esta ciudad se hallaba cerca de un lago con bonitos paisajes y a la entrada del sitio hay un pequeño museo con los restos muy bien conservados de un gliptodonte.


Seguimos nuestro camino por un valle durante muchos kilómetros, luego comenzamos a subir de a poco y llegamos hasta los 4200msnm. El tiempo empezó a empeorar, se puso frío y comenzamos a ver nieve en las montañas de los alrededores. Algo más adelante nos paramos al costado de la carretera en un pueblo de casas aisladas, muy frío y ventoso donde cocinamos un arroz que nos resultó incomible y aprovechamos a reponer agua en una fuente pública. Estábamos muy cerca de una casa y cuando vimos a la señora la saludamos y preguntamos si quería una botella de agua de 7 litros que no usábamos y que íbamos a tirar. La señora aceptó muy contenta ya que le venía muy bien para transportar leche. Aparte alimentamos a sus gallinas con el arroz que habíamos cocinado y que no podíamos comer. La señora nos agradeció trayéndonos un buen pedazo de queso casero que recibimos muy agradecidos y disfrutamos más tarde.







Entre paisajes que parecían ajenos a este planeta, seguimos avanzando hasta que ya bien entrada la tarde, con nieve a los costados de la carretera y con mucho viento entramos a Juliaca. Nos encontramos con una ciudad semi anegada, oscura y con un tráfico caótico. Preguntando, logramos hacernos camino hacia la salida por calles inundadas y cayéndonos a momentos en baches invisibles por el agua donde Furgo golpeaba con los bajos del chasis.

Después de un tiempo que nos pareció interminable, aunque no pasó de tres cuartos de hora, salimos de Juliaca los tres sanos y salvos ya bien entrada la noche. Bajo la lluvia y con precaución extrema recorrimos el último trayecto hasta Puno, nuestro destino para esa noche. Encontramos el centro, preguntamos a la policía, como siempre, y nos quedamos a dormir al costado de la catedral, en la misma calle que la central de policía de la ciudad.


A la mañana pasamos por la oficina de información para averiguar sobre excursiones, costos y carreteras y como no teníamos demasiado tiempo para estar por la zona decidimos hacer sólo la excursión a las islas de los Uros.
El Titicaca es un lago de agua dulce compartido por Perú y Bolivia, y se encuentra sobre los 3800msnm, lo que lo hace el lago navegable más alto del mundo.


Los Uros son un grupo aborigen que habita en islas construidas con totoras, según técnicas que vienen conservando generación tras generación. Nos pareció interesante verlo, por lo que nos llegamos al puerto, compramos nuestros tickets para la lancha y la “entrada” a las islas. Nos tocó viajar con un grupo de niños de una escuela de la zona y sus maestras que los acompañaban. Fue muy bonito ver la alegría y asombro de esos niños durante la excursión.



Las islas flotantes se encuentran a pocos kilómetros del puerto de Puno, en un punto donde la profundidad del lago es de alrededor de 12mts. (en el Titicaca la profundidad promedio es de unos 107mts., llegando hasta los 280mts.). 

Cuando descendimos de la barca, un par de mujeres en sus trajes tradicionales nos recibieron y nos hicieron sentar sobre un semicírculo hecho de totoras donde en un acto perfectamente memorizado aunque no tan bien actuado, nos dieron una cálida y cariñosa bienvenida, nos explicaron cómo vivían, cómo construían sus islas y acto seguido cambiaron la expresión de su rostro y el tono de voz para comenzar a pedir colaboraciones de dinero, insistir en que debíamos comprar sus productos artesanales (a precio de oro) y casi obligarnos a que les pagásemos una pequeña fortuna para que nos llevasen en una embarcación típica, hacia otra isla, como parte de la excursión.



El lugar tiene mucho encanto, es un sitio sorprendente, las islas realmente flotan y están ancladas al fondo. La gente vive en casitas también hechas con totoras y se mueven en barcas hechas del mismo material. Hay alrededor de 85 islas, y unas 5 o 6 casas en cada isla, algunas construcciones funcionan como habitaciones comunes, por ejemplo, como cocina.
La pena que todo ese encanto queda un poco opacado, como en tantos otros casos por la codicia de sus habitantes quienes ven en el turista a alguien a quien sacar dinero, lo que los hace comportarse de manera algo inapropiada y descortés.




Por supuesto que estaríamos de acuerdo en colaborar comprando sus artesanías, pero no aceptamos que se nos estafe, los precios son altísimos. Aparte de pagar una entrada o derecho de visita, las maestras que venían con nosotros y con las cuales charlamos mucho, nos dijeron que los Uros reciben un sueldo o subsidio del gobierno sólo por ser ellos y vivir allí. Aceptamos viajar en su “Mercedes Benz” como ellos llaman a su embarcación, sólo porque las maestras regatearon el precio y todos los del grupo accedieron a viajar: empezaron pidiendo 10 Soles y terminaron en 1,50 y todo por un viaje de unos pocos minutos.

Volvimos a Puno al mediodía, recogimos a Furgo y comenzamos nuestro camino hacia Arequipa. Pasamos otra vez por Juliaca, esta vez bajo condiciones normales y comenzamos a subir nuevamente por desiertos de altura con paisajes surrealistas hasta más de 4500msnm en la zona de Lagunillas. Algo más adelante preguntamos en un puesto policial si podíamos pasar la noche por allí, y nos contestaron positivamente, aunque nos recomendaron que lleguemos hasta el pueblo de Yura, unos cuantos kilómetros más adelante ya que en el puesto, a esas alturas, la temperatura descendía hasta los -14ºC. No lo pensamos demasiado, aparte nos dijeron que en Yura había piscinas de aguas termales. 


Comenzamos el descenso bordeando el imponente volcán Chachani, entramos a Yura ya de noche y preguntando nos desviamos hasta un antiguo hotel que forma el complejo de aguas termales. Para esas horas las piscinas estaban cerradas, pero el conserje del hotel accedió a abrirlas para nosotros, que disfrutamos de las instalaciones recién reformadas, nos dimos un largo baño de aguas muy mineralizadas y nos quedamos a dormir en el estacionamiento del hotel, al lado de una pequeña iglesia.



A la mañana siguiente nos tomamos todo el tiempo para relajarnos, preparar y limpiar nuestras cosas y conectarnos a internet. Luego del almuerzo seguimos hasta Arequipa, a la cual decidimos no entrar por su tamaño y por el caos de tráfico. Nos detuvimos en un taller para cambiar el aceite a Furgo y seguimos hacia la costa. Paramos a dormir en un paraje llamado El Fiscal, donde sólo hay una gasolinera y algunos puestos de comidas. Ya casi en la costa entramos en Moquegua, ciudad de cultivos frutales a cambiar algo de dinero y hacer algunas compras, nos perdimos al salir y tuvimos que deshacer unos cuantos kilómetros. 



Encontramos por fin la carretera correcta y pusimos rumbo a Tacna, ya en la frontera con Chile, aunque pensando en que las ciudades fronterizas son algo conflictivas, nos desviamos por un pequeño camino hacia la localidad de Ite, para pasar el día y prepararnos para pasar la frontera el día siguiente.



Ite es un pueblo pequeño y bastante peculiar, ya que vive un bienestar económico que no habíamos visto en el resto de Perú. Nos dijeron que el pueblo recibía grandes regalías por la explotación de una mina de cobre cercana y se nota: todo es nuevo, hay obras por todos lados, paseos, parques y edificios públicos recién inaugurados y es muy seguro.
Después de comer nos instalamos en un mirador donde descansamos al sol de la tarde y por la noche nos acomodamos al lado de la base de Defensa Civil, donde dormimos hasta el amanecer para cruzar la frontera temprano y avanzar lo más posible dentro del desierto de Atacama, en Chile.


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