Translate

lunes, 2 de diciembre de 2013

27 - Colombia: ¡A la orden!




Del 17 al 22 de Noviembre, 2013.

Los colombianos arrastran el karma de una guerra interna que se prolonga ya por décadas, el de ser uno de los principales países de producción y exportación de drogas y el de un historial de secuestros, violencia y muerte del cual no están nada orgullosos. Nosotros, visitando el país, hablando con la gente y recorriendo sus carreteras pensamos que los colombianos no se merecen nada de todo esto. Toda la gente que nos cruzamos en todas la regiones, nos han tratado maravillosamente bien, siempre recibiéndonos con una gran sonrisa y con la frase que resume un poco su hospitalidad y su buena predisposición: ¡A la orden!. Además, no hemos sentido en ningún momento sensación de inseguridad, al contrario, todos se esforzaron en cuidarnos, ayudarnos y hacernos pasar un buen momento, desde las autoridades hasta el más humilde de los vendedores ambulantes.


Una vez nos despedimos del mar comenzamos a surcar las rutas de los llanos de los departamentos Magdalena y César. Apenas pudimos nos detuvimos en un cibercafé de lo más pintoresco para conectarnos a internet y enviar señales de vida a nuestras familias. En Colombia se nos hizo difícil conseguir buena señal de wifi.



Aunque no lo sabíamos ni esperábamos, nos encontramos con Aracataca, el pueblo del genial Gabriel García Márquez. Nos desviamos unos pocos kilómetros, ya que merecía la pena ver el entorno en el que había crecido el escritor y sumergirnos un poco en su cultura. Almorzamos en la plaza del pueblo, hablamos bastante con un muchacho del lugar y caminamos un poco por sus calles. No vimos referencias u homenajes a Gabo, pero muchos locales se llaman Macondo, y para nosotros fue un honor haber estado allí.




"pueblo" de gasolineras piratas.
Seguimos hacia el sur con un tráfico muy denso de camiones y pagando peajes bastante caros cada pocos kilómetros a pesar de que el estado de las carreteras deja mucho que desear por ser de pago. A favor, tenemos que decir que las carreteras colombianas están bastante bien señalizadas y no nos perdimos tan fácil como en Centroamérica. En un puesto de pago que para hacer menos de 25km entre peajes estuvimos una hora de reloj atascados, entre otras cosas porpasar por un poblado de gasolineras clandestinas (cerca de la frontera con Venezuela) y por el no saber hacer de unos banderilleros, hicimos una pequeña escena negándonos a pagar, nos quejamos, pedimos hablar con el administrador y, aunque terminamos pagando, al menos dejamos para el recuerdo el pequeño escándalo, que nos vino bien para entretenernos un poco en el tedio del viaje. De todas maneras todos nos dicen que a pesar del mal servicio que prestan las concesionarias, no hay forma de quejarse y que cualquier sugerencia o protesta queda en el olvido. En un pueblo nos informaron que una vez la gente del lugar quiso quejarse e hizo una manifestación, vino la policía, hubo represión violenta, heridos y un muerto.
Después de haber conducido todo el día y no haber avanzado mucho, dormimos acalorados en un polvoriento parador de camioneros, al lado de un campamento del ejército, cercano a un pueblo llamado Las Vegas, cualquier parecido a la ciudad norteamericana, es pura coincidencia...




Al otro día seguimos avanzando lentamente, dejamos los llanos y comenzamos a subir por el departamento de Santander hacia Bucaramanga, estuvimos unas horas allí y después de comer subimos zigzagueando el cordón cordillerano que pasa por el Parque Nacional de Chicamoya. Dormimos en una estación de servicio del pueblo de Curití, allí aprovechamos para cambiar el aceite a Furgo y conversar con la gente del lugar. También nos enteramos que algunos peajes pueden ser esquivados, así que como medida de protesta (y de ahorro) desde ese momento, siempre preguntamos antes de llegar al puesto de pago, y si podíamos, lo evitábamos.




Ya cerca de Bogotá, nos detuvimos en Susa, un pequeño y bonito pueblo muy típico para ver si podíamos conectarnos a internet. Preguntamos en la alcaldía del pueblo y enseguida todos los empleados se movilizaron para conseguirnos las claves, brindarnos un lugar cómodo para estar y explicarnos como llegar y entrar correctamente al Distrito Capital. Allí también recibimos por email las completísimas instrucciones de Saracris e Ignacio, nuestros anfitriones en Bogotá, ellos son los padres de Juan Miguel, que habíamos conocido en Canadá.



Antes de llegar a la gran ciudad, pasamos por Zipaquirá, una ciudad preciosa con una arquitectura muy suya y que cuenta con un complejo minero de sal, donde han construido en una antigua mina una catedral subterránea y un pequeño complejo temático. Aunque no visitamos la catedral ni la mina, nos encantó la ciudad y su colorido.





Ya de tarde, hicimos la última hora de recorrido siguiendo las precisas instrucciones para entrar en Bogotá y fuimos recibidos como verdaderos reyes por nuestros anfitriones en su hermosa residencia.
Estuvimos 3 noches con ellos, Malén lamentablemente estuvo algo mal de salud, menos mal que estábamos en el mejor sitio posible para ser cuidados. Ignacio, Saracris y su hijo Daniel nos hicieron sentir como de la familia y recordaremos por mucho tiempo los desayunos del “Hotel Bochinche”, como ellos cariñosamente llaman a su casa. 


Al segundo día salimos a recorrer un poco la ciudad. Bogotá es una ciudad preciosa en muchos sentidos, es una lástima que su belleza se vea opacada debido al tráfico y a la polución. A pesar de los esfuerzos, el gobierno no logra poner en orden al transporte público y a los coches particulares. Se ha implementado un sistema de buses que funcionan con carriles exclusivos, una restricción para los vehículos privados que depende del número de placa y se están dando grandes subvenciones a los taxistas que compren vehículos eléctricos entre otras medidas, pero aún así, ir de un lado a otro de la ciudad lleva horas y un gran stress.



 

Visitamos el barrio de Usaquén, donde vimos en una plaza una muestra de documentales sobre la guerra colombiana y sus efectos en la sociedad civil e indígena. Los documentales eran de una crudeza conmovedora. Al terminar, la productora de uno de ellos nos hizo una entrevista para la televisión local a la que respondimos gustosos, aunque aún impactados por lo que acabábamos de ver.



 


Luego cogimos un bus y nos fuimos a recorrer el centro, visitamos la Plaza Bolívar y sus edificios públicos. Como teníamos que tener en cuenta los horarios y se nos hacía tarde volvimos también en el sistema de “metrobus” o como lo llamán allí, Transmilenio. Por la noche Pablo cocinó unas pizzas que disfrutamos todos en una muy agradable cena con toda la familia y con buen vino.



Muy temprano a la mañana, con el objetivo de evitar el tráfico en hora punta, nos dispusimos a la difícil tarea de salir de Bogotá, a pesar de las precisas instrucciones que nos habían dado en algún momento nos equivocamos y estuvimos casi dos horas entre una marea imposible de todo tipo de vehículos hasta salir de los límites de la ciudad.


 



Algo más relajados, nos concentramos en apreciar el paisaje siempre verde de la sierra colombiana, preparamos nuestra comida en Cajamarca y sufrimos con Furgo subiendo hasta La Línea, que está a casi tres mil metros sobre el nivel del mar, y luego, a la tardecita bajamos algo hasta Calarcá, departamento de El Quindío, en la puerta de la zona de producción cafetera de Colombia.

Palmeras de cera, árbol nacional de Colombia.

2 comentarios:

  1. Como siempre todo espectacular!!! Desde acá lo vivimos con una enorme alegría de verlos disfrutar tanto y la emoción de saber que prontito vamos a estar juntos!
    Mucha suerte!!!! los quierooo!

    ResponderEliminar
  2. mmmm Malén, como te envidio esos mangos......¿ te los comiste todo vos o te ayudó Pablo ? ja, ja, ja, se ven espectaculares, deben haber estado muy ricos....!!!

    ResponderEliminar