Del 22 al 26 de
Noviembre, 2013.
Calarcá está muy cerca de Armenia, la capital del Quindío, pero es mucho más pequeña, así que decidimos quedarnos a pasar la noche allí. Preguntamos a los bomberos y nos dijeron que podíamos estacionar al frente de su cuartel, que era seguro. Caminamos un poco por los alrededores de la plaza central y Malén visitó a urgencias del centro médico local, ya que seguía con dolores abdominales, pero la despacharon sin darle mayor importancia y no le hicieron ninguna prueba médica.
Por la mañana temprano,
Malén seguía con sus dolores estomacales y decidimos llegarnos al
hospital de Armenia, donde tenían ecógrafos y podían hacerle
análisis de sangre y otros estudios.
En el Hospital
Universitario San Juan De Dios la atendieron rápidamente, le
hicieron análisis de sangre y orina y le administraron suero,
medicamentos intravenosos, y la dejaron en observación por un par de
horas. Por suerte los estudios dieron bien y nos dijeron que los
dolores probablemente se debían a alguna gastritis provocada por una
comida ingerida los días anteriores. Aunque la medicina en Colombia
es de pago, subsidiada para determinados sectores de la sociedad, el
costo fue totalmente accesible, y la atención de todo el personal
fue cordial, esmerado y profesional.
Por la tarde seguimos hacia Salento, en el camino, un zumbido muy fuerte en una rueda delantera de Furgo nos puso en alerta. Llegamos al pueblo en medio de una intensa lluvia e intentamos buscar un mecánico, pero no encontramos a nadie. Salento es quizás el punto más recomendado de la zona cafetera y desde allí se puede ir hacia el Valle Del Cócora, donde crecen las palmeras de cera, árbol nacional de Colombia. El paisaje del pueblo y de toda la zona es precioso. Es una pena que no hayamos podido disfrutarlo más ya que por el problema mecánico decidimos volver a Calarcá, donde habíamos conocido a un jóven con quien habíamos charlado un rato y que, junto a su familia tenían un taller.
Por suerte encontramos
rápido a Fabián que, con muy buena predisposición, junto a Pedro,
su padre, nos ayudaron a solucionar el problema. A pesar de ser
Sábado por la tarde, las tiendas de repuestos también estaban
abiertas y como el rodamiento dañado de Furgo era normal, lo
conseguimos fácilmente. Fabián y su padre nos cobraron precio de
amigo e hicieron muy buen trabajo. Esa noche también nos quedamos en
Calarcá, donde aprovechamos a hacer compras y a recorrer e
integrarnos un poco más en la vida de la ciudad.
Por la mañana siguiente
seguimos con nuestro circuito del café, nos paramos en Filandia, en
el centro de atención al usuario de la empresa concesionaria de las
rutas del lugar, éste sitio está en un mirador muy bonito, donde
también hay un bar y wifi, nos conectamos con nuestra familia y
aprovechamos para tomar un café excelente de la región.
Siguiendo la ruta del café, visitamos y caminamos Quimbaya y Montenegro, que aparte del precioso paisaje de su entorno, resaltan por su arquitectura y colorido.
Con lluvias intermitentes nos volvimos a integrar en la carretera principal rumbo al sur, siguiendo el Valle del Cauca como siempre con mucho tráfico y rodeados de cañas de azúcar, esquivamos Cali (y algún que otro peaje...) y dormimos en una gasolinera cerca de Villa Rica.
A la mañana siguiente
seguimos hacia el sur, pasamos por Popayán, Pasto y ya casi al
anochecer nos detuvimos en un centro de atención al cliente de la
concesionaria de carreteras en Pilcuán, un caserío en las montañas
y dormimos rodeados de naturaleza, cosa que echábamos de menos desde
hacía tiempo. Ya en la mañana de nuestro último día en Colombia,
entramos a conocer Ipiales, ciudad fronteriza y que está a pocos
kilómetros de donde habíamos dormido, visitamos su centro, el
barrio de El Charco con sus casas pintadas con diseños geométricos,
y fuimos a visitar el santuario de la Virgen de las Lajas, una
catedral enclavada dentro de un cañón que es un importante centro
de peregrinaje del lugar y, aparte de ser un escenario hermoso, es un
lugar un poco atípico, ya que se asemeja más a un paisaje europeo
que americano. Es una pena que por accidente se nos hayan borrado casi cien fotos del santuario e Ipiales, gracias Jorgelina por facilitarnos la foto del santuario!
En la frontera, del lado
Colombiano, todo fue sencillo y rápido. Tanto en aduanas como en
migración, nos despidieron a la manera colombiana, con una gran
sonrisa y con esa cordialidad tan propia que los caracteriza.
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