Del 10 al 13 de
Diciembre, 2013.
Aunque en el tiempo que
estuvimos en la zona de Cusco y del Valle Sagrado vimos la mayor
parte de los yacimientos arqueológicos y lugares interesantes, no
nos queríamos perder dos sitios de importancia que se hallaban cerca
de la ciudad y ya de camino a Puno.
Uno era el yacimiento de
Tipón. Un complejo en el que al llegar fuimos malamente recibidos
por el funcionario a cargo quien se negó categóricamente a decirnos
(ni hablar de explicarnos) qué tipo de lugar íbamos a visitar.
Luego de una intensa discusión en la que le explicamos que los
turistas no somos el enemigo y que él tenía trabajo gracias a los
elevados costos de las entradas que pagábamos, aparte de amenazarlo
seriamente de que lo íbamos a denunciar al ministerio de turismo,
accedió refunfuñando a darnos un folleto usado y en inglés con una
explicación mínima. Nosotros, sólo pedíamos que nos diga si el
lugar era un complejo habitacional, religioso, militar, etc.
Al final entramos y nos
encontramos con un profesor quien al vernos turistas nos preguntó si
sentíamos la magia del lugar. Nosotros aún enfadados le comentamos
que no sabíamos nada y este señor de forma amable y didáctica nos
explicó que el lugar era un centro de culto al agua, el significado
de sus fuentes y el porqué de cada cosa. Realmente es interesante y
sigue sorprendiendo el conocimiento en hidráulica y lo bien hecho
que está todo que hasta el día de hoy funciona perfectamente.
El otro complejo
arqueológico fue Pikillaqta, restos de una ciudad preincaica de la
que queda su trazado y los basamentos de sus construcciones. Esta
ciudad se hallaba cerca de un lago con bonitos paisajes y a la
entrada del sitio hay un pequeño museo con los restos muy bien
conservados de un gliptodonte.
Seguimos nuestro camino
por un valle durante muchos kilómetros, luego comenzamos a subir de
a poco y llegamos hasta los 4200msnm. El tiempo empezó a empeorar,
se puso frío y comenzamos a ver nieve en las montañas de los
alrededores. Algo más adelante nos paramos al costado de la
carretera en un pueblo de casas aisladas, muy frío y ventoso donde
cocinamos un arroz que nos resultó incomible y aprovechamos a
reponer agua en una fuente pública. Estábamos muy cerca de una casa
y cuando vimos a la señora la saludamos y preguntamos si quería una
botella de agua de 7 litros que no usábamos y que íbamos a tirar.
La señora aceptó muy contenta ya que le venía muy bien para
transportar leche. Aparte alimentamos a sus gallinas con el arroz que
habíamos cocinado y que no podíamos comer. La señora nos agradeció
trayéndonos un buen pedazo de queso casero que recibimos muy
agradecidos y disfrutamos más tarde.
Entre paisajes que
parecían ajenos a este planeta, seguimos avanzando hasta que ya bien
entrada la tarde, con nieve a los costados de la carretera y con
mucho viento entramos a Juliaca. Nos encontramos con una ciudad semi
anegada, oscura y con un tráfico caótico. Preguntando, logramos
hacernos camino hacia la salida por calles inundadas y cayéndonos a
momentos en baches invisibles por el agua donde Furgo golpeaba con
los bajos del chasis.
Después de un tiempo que
nos pareció interminable, aunque no pasó de tres cuartos de hora,
salimos de Juliaca los tres sanos y salvos ya bien entrada la noche.
Bajo la lluvia y con precaución extrema recorrimos el último
trayecto hasta Puno, nuestro destino para esa noche. Encontramos el
centro, preguntamos a la policía, como siempre, y nos quedamos a
dormir al costado de la catedral, en la misma calle que la central de
policía de la ciudad.
A la mañana pasamos por
la oficina de información para averiguar sobre excursiones, costos y
carreteras y como no teníamos demasiado tiempo para estar por la
zona decidimos hacer sólo la excursión a las islas de los Uros.
El Titicaca es un lago de
agua dulce compartido por Perú y Bolivia, y se encuentra sobre los
3800msnm, lo que lo hace el lago navegable más alto del mundo.
Los Uros son un grupo
aborigen que habita en islas construidas con totoras, según técnicas
que vienen conservando generación tras generación. Nos pareció
interesante verlo, por lo que nos llegamos al puerto, compramos
nuestros tickets para la lancha y la “entrada” a las islas. Nos
tocó viajar con un grupo de niños de una escuela de la zona y sus
maestras que los acompañaban. Fue muy bonito ver la alegría y
asombro de esos niños durante la excursión.
Cuando descendimos de la barca, un par de mujeres en sus trajes
tradicionales nos recibieron y nos hicieron sentar sobre un
semicírculo hecho de totoras donde en un acto perfectamente
memorizado aunque no tan bien actuado, nos dieron una cálida y
cariñosa bienvenida, nos explicaron cómo vivían, cómo construían
sus islas y acto seguido cambiaron la expresión de su rostro y el
tono de voz para comenzar a pedir colaboraciones de dinero, insistir
en que debíamos comprar sus productos artesanales (a precio de oro)
y casi obligarnos a que les pagásemos una pequeña fortuna para que
nos llevasen en una embarcación típica, hacia otra isla, como parte
de la excursión.
El lugar tiene mucho
encanto, es un sitio sorprendente, las islas realmente flotan y están
ancladas al fondo. La gente vive en casitas también hechas con
totoras y se mueven en barcas hechas del mismo material. Hay
alrededor de 85 islas, y unas 5 o 6 casas en cada isla, algunas
construcciones funcionan como habitaciones comunes, por ejemplo,
como cocina.
La pena que todo ese
encanto queda un poco opacado, como en tantos otros casos por la
codicia de sus habitantes quienes ven en el turista a alguien a quien
sacar dinero, lo que los hace comportarse de manera algo inapropiada
y descortés.
Volvimos a Puno al
mediodía, recogimos a Furgo y comenzamos nuestro camino hacia
Arequipa. Pasamos otra vez por Juliaca, esta vez bajo condiciones
normales y comenzamos a subir nuevamente por desiertos de altura con
paisajes surrealistas hasta más de 4500msnm en la zona de
Lagunillas. Algo más adelante preguntamos en un puesto policial si
podíamos pasar la noche por allí, y nos contestaron positivamente,
aunque nos recomendaron que lleguemos hasta el pueblo de Yura, unos
cuantos kilómetros más adelante ya que en el puesto, a esas
alturas, la temperatura descendía hasta los -14ºC. No lo pensamos
demasiado, aparte nos dijeron que en Yura había piscinas de aguas
termales.
Comenzamos el descenso
bordeando el imponente volcán Chachani, entramos a Yura ya de noche
y preguntando nos desviamos hasta un antiguo hotel que forma el
complejo de aguas termales. Para esas horas las piscinas estaban
cerradas, pero el conserje del hotel accedió a abrirlas para
nosotros, que disfrutamos de las instalaciones recién reformadas,
nos dimos un largo baño de aguas muy mineralizadas y nos quedamos a
dormir en el estacionamiento del hotel, al lado de una pequeña
iglesia.
A la mañana siguiente
nos tomamos todo el tiempo para relajarnos, preparar y limpiar
nuestras cosas y conectarnos a internet. Luego del almuerzo seguimos
hasta Arequipa, a la cual decidimos no entrar por su tamaño y por el
caos de tráfico. Nos detuvimos en un taller para cambiar el aceite a
Furgo y seguimos hacia la costa. Paramos a dormir en un paraje
llamado El Fiscal, donde sólo hay una gasolinera y algunos puestos
de comidas. Ya casi en la costa entramos en Moquegua, ciudad de
cultivos frutales a cambiar algo de dinero y hacer algunas compras,
nos perdimos al salir y tuvimos que deshacer unos cuantos kilómetros.
Encontramos por fin la
carretera correcta y pusimos rumbo a Tacna, ya en la frontera con
Chile, aunque pensando en que las ciudades fronterizas son algo
conflictivas, nos desviamos por un pequeño camino hacia la localidad
de Ite, para pasar el día y prepararnos para pasar la frontera el
día siguiente.
Ite es un pueblo pequeño
y bastante peculiar, ya que vive un bienestar económico que no
habíamos visto en el resto de Perú. Nos dijeron que el pueblo
recibía grandes regalías por la explotación de una mina de cobre
cercana y se nota: todo es nuevo, hay obras por todos lados, paseos,
parques y edificios públicos recién inaugurados y es muy seguro.
Después de comer nos
instalamos en un mirador donde descansamos al sol de la tarde y por
la noche nos acomodamos al lado de la base de Defensa Civil, donde
dormimos hasta el amanecer para cruzar la frontera temprano y avanzar
lo más posible dentro del desierto de Atacama, en Chile.