Del 6 al 14 de Noviembre,
2013
La región de Darién,
que está al sur del canal de Panamá, está comprendida por la
provincia del mismo nombre y por una serie de comarcas indígenas que
son autónomas en cuanto a la gestión de sus territorios.
Geográficamente es una zona de selva húmeda muy densa con una
biodiversidad única y escasamente poblada. Para los viajeros que
venimos recorriendo el continente en ambos sentidos esta zona es un
problema: no hay caminos que crucen los menos de 100km que “faltan”
a la carretera panamericana para unir por tierra a Panamá y
Colombia. ¿Los motivos? Hemos escuchado mayoritariamente tres: El
primero geográfico, por la dificultad y la alta inversión que
requiere la obra. El segundo sería político, ya que una carretera
traería un tráfico masivo de inmigrantes, narcotráfico, y
principalmente movimiento de mercancías, con la consecuente pérdida
de tráfico del canal, principal fuente de ingresos del país. El
tercer motivo es el ecológico, una carretera implicaría la
población de este territorio, contaminación, deforestación y
pérdida de la identidad y tradiciones indígenas, hasta ahora
orgullosamente preservadas.
Para pasar el Darién lo
más usual es enviar el vehículo por barco, como carga suelta
(ro-ro) que es más barato pero no seguro, o en un contenedor.
Nosotros lo gestionamos a través de Tea Kalmbach, una argentina que
es agente de aduanas en Panamá y está familiarizada con los
viajeros. Así conseguimos compañeros para compartir contenedor con
el consiguiente ahorro en gastos y la tranquilidad de una guía para
los incontables trámites.
Allí también era donde
estábamos citados el día 6 de Noviembre para empezar las gestiones
del embarque. Con la lluvia nos confundimos y nos pasamos de largo,
por suerte después de haber estado un buen rato en otro club
náutico, por casualidad nos dimos cuenta del error y pudimos
encontrar el lugar correcto, tras preguntar unas cuantas veces, cosa
que hicimos habitualmente en Panamá.
Al otro día aprovechamos
y fuimos a ver las esclusas de Miraflores, llegamos justo en el
momento de que pasaba un gran barco tipo Panamax (se llaman así a
los que tienen las dimensiones máximas permitidas para el canal) y
vimos el proceso. El canal, que fue inaugurado en 1914 estuvo bajo
gestión y soberanía norteamericana hasta el mediodía del 31 de
Diciembre de 1999 cuando por un convenio firmado en 1977 pasó a ser
controlado totalmente por el gobierno panameño. Al canal lo
transitan más de 13.000 barcos por año y el peaje promedio es de
alrededor de U$S100.000 por barco, (algunos llegan a pagar más de
U$S300.000).
Aunque aún funciona
básicamente de la misma forma que en sus inicios, se está
construyendo un nuevo sistema de esclusas más grandes para permitir
el paso a barcos de nueva generación con capacidad de carga mucho
mayor.
El canal tiene una
longitud de 80 kilómetros y entre costa y costa, en la zona de la
cordillera central, hay un lago artificial, el Gatún, que está a 26
metros sobre el nivel de los océanos, por eso de ambos lados del
itsmo se necesitan esclusas que sirven de ascensores para elevar y
luego volver a bajar los barcos. También hay un juego de esclusas
intermedias, por lo que en total son tres. Es muy interesante ver
cómo trabaja el sistema que es muy simple, pero a la vez muy
ingenioso. Realmente asombra el tamaño de los barcos y el poquísimo
espacio de tolerancia con los bordes, sobre todo del ancho del buque.
Los barcos entran y salen con sus propios motores, pero van amarrados
a cuatro locomotoras que mantienen correctamente centrada a la nave
en todo momento.
El día 6 fuimos a hacer
las primeras diligencias a las oficinas de la Policía Judicial,
tuvimos que ir dos veces, una por la mañana a que nos controlen los
vehículos y otra por la tarde a buscar los papeles autorizando el
embarque. La hija de Tea, que vive en Panamá nos acompañó en la
gestión y en todo momento estuvimos informados sobre los
procedimientos y pasos a seguir.
El embarque se realizaba
desde Colón, al otro lado del itsmo, tuvimos la mala noticia de que
Amy, la hija de Tea no nos podría acompañar por una indisposición
personal, aunque nos dieron las instrucciones con detalle para que
podamos hacer todo nosotros solos. Nos fuimos con Priscilla e Iván
en los dos vehículos no si antes perdernos un par de veces a la
salida de Panamá hacia Colón, preparados para lo que sería un
largo día de burocracia. Colón es la segunda zona libre portuaria
más grande de occidente, más allá de eso es sólo caos de tráfico,
atascos interminables, pilas de contenedores e instalaciones
portuarias por todos lados, la ciudad en sí rodea todo esto de forma
desordenada y sucia.
Nos llevó unas 6 horas
de intenso calor movernos por los laberínticos procesos portuarios a
los que no estamos para nada acostumbrados. Aunque la gente de las
oficinas y de seguridad nos trató con bastante cordialidad y
comprensión, los trámites son bastante tediosos y confusos y todo
lleva mucho tiempo, por lo que en estos casos la mejor arma es la
paciencia. Al final de la jornada pudimos poner a Furgo bien sujeta
dentro del contenedor, lo sellaron y agotados nos volvimos en autobús
a Panamá.
Teníamos a un joven de
Couchsurfing que nos daría alojamiento por esa noche para al día
siguiente coger el avión hacia Cartagena De Indias, en Colombia.
Llegamos a Ciudad De Panamá en la hora punta, quedamos con Javier en
encontrarnos en un McDonalds de un conocido centro de compras.
Sorprendentemente, ningún taxi quiso llevarnos, o al vernos
turistas ni siquiera nos hablaban o se negaban simplemente alegando
que había mucho tráfico, por suerte encontramos un bus pirata que
nos dejó en el punto donde teníamos que encontrarnos con Javier. En
su casa pudimos relajarnos después de un día agotador, él y su
madre nos atendieron como reyes, nos prepararon una cena y charlamos
juntos un buen rato.
Por la mañana madrugamos
y nos despedimos agradecidos de Javier quien nos acompañó y pagó
el bus al aeropuerto. Luego de un rato de recorrido nos enteramos que
nos habíamos equivocado y que teníamos que subirnos a otro bus.
Enseguida al ver nuestra situación, la Capitán Linette Rios de la
Fuerza Aeronaval Panameña, que también iba hacia el aeropuerto se
ofreció a guiarnos, nos acompañó al bus correcto y también nos
pagó los boletos, que se hace sólo con una tarjeta especial.
Música panameña espontánea en el aeropuerto. |
Nuestro vuelo salió con
una hora y media de retraso, y fue algo movido, pero estábamos
contentos y tranquilos ya que habíamos logrado hacer todo a tiempo y
en forma correcta, y ahora, en Cartagena, nos esperaba otra larga
sesión de trámites y gestiones que otra vez pondría a prueba
nuestra paciencia.
Ahh..., y si aún no saben por quien votar en las próximas elecciones... |
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