Del 22 al 29 de Octubre, 2013
Del lado panameño
estuvimos un par de horas para hacer los mismos trámites que en
todas las otras fronteras. Las oficinas están separadas unas de
otras y hay que encontrarlas, y seguir un orden para los trámites,
todo está en lo que parece ser una antigua estación de ferrocarril
ya décadas en desuso.
Nos habían advertido de
que controlemos la documentación, ya que suelen cometer muchos
errores.
Y fue así, tanto los del
seguro de Furgo (se tramita como un requerimiento más de aduanas)
como para el permiso temporario de importación se equivocaron en
nombres o datos y tuvieron que rehacer todo, menos mal que solemos
ser pacientes y aprendimos a no desesperarnos, aún con el calor
agobiante y húmedo del mediodía...
Panamá (que en idioma
indígena quiere decir “tierra de muchos peces”) fue descubierta
en uno de los viajes de Cristóbal Colón, luego en 1501 Vasco Núñez
De Balboa en una expedición descubrió el Océano Pacífico. Fue en
Panamá que se fundó la primera ciudad en tierra firme y ya en 1524
se estudiaba la posibilidad de un canal interoceánico. Se puede
decir que el país vivió dos procesos de independencia, primero en
1821 en el que se independizó de España y se unió voluntariamente
a la Colombia de Bolívar, y el del 3 de Noviembre de 1903, después
del fracaso de los franceses al intentar construir un canal y bajo
influencias del gobierno norteamericano que estaba muy interesado en
volver intentarlo se separó de Colombia. A los pocos días, el 18
del mismo mes ya firmaban el tratado con Washington para la
construcción del actual canal.
Panamá es un país en
pleno auge económico, y en esta época de elecciones el gobierno no
deja de proclamar todas sus virtudes, incluido que son una de las
economías más fuertes de América.
Nosotros viajando por el
interior seguimos viendo la realidad, como en el resto de
Centroamérica, la población rural sigue siendo humilde, las
infraestructuras son pocas, es verdad que la seguridad es mayor que
en el resto de la región, pero seguimos notando muchísima
desigualdad social y necesidades que contrasta con muchas zonas de
residencias de lujo, yates, clubes de pesca (que nada tienen que ver
con la pesca artesanal de la gente del lugar) y hoteles de altísima
categoría.
Teníamos como primer
destino la zona de Bocas Del Toro, un golfo que alberga unas cuantas
islas e islotes casi al límite con Costa Rica, del lado caribeño.
Llegamos bien entrada la tarde a Almirante, una ciudad mucho más que
desordenada y sucia con casas de madera sobre canales donde otrora
había manglares. La principal actividad la da el puerto donde se
embarcan los contenedores llevando las frutas de la compañía
Chiquita, de hecho, el puerto pertenece a la empresa. Para pasar a la
isla Colón, se puede hacer en lanchas que salen cada 20 minutos o en
un vetusto ferry que en unas dos horas hace el trayecto de Martes a
Domingos a las 8 de la mañana. Nosotros elegimos ir en ferry después
de negociar el precio con el encargado, ya que de lo contrario, si
íbamos en lancha tendríamos que pagar para dejar a Furgo, dormir en
un hotel, pagar para transportarnos una vez por el interior de la
isla y también nos quitaba la posibilidad de cocinar nosotros
mismos. Como ya era tarde tuvimos que dormir en la cola para subir al
ferry, en una calle bastante estrecha, entre los alambrados de
Chiquita y el tráfico de empleados de la empresa, taxis y camiones.
Aprovechamos para caminar y hacer unas compras en un supermercado
chino (casi todos los supermercados pequeños de Panamá pertenecen a
la comunidad china) y mezclarnos un poco con la gente. La verdad que
el lugar no inspira demasiada confianza, pero donde dormimos nos
pareció seguro, y había otras personas que también dormían en su
vehículo.
Nos despertamos con las
maniobras de nuestros vecinos de cola preparándose para embarcar,
nosotros no habíamos tenido en cuenta el cambio horario entre Costa
Rica y Panamá y aún dormíamos. Una vez en el ferry hicimos el
trayecto serpenteando entre islas a paso lento, vimos algunos
delfines y pudimos tener una idea de la geografía del lugar.
Bocas Del Toro es una
ciudad con un intenso espíritu caribeño, tanto en su arquitectura,
colorido y gente. La ciudad de casas de madera multicolores se
recorta sobre el mar, tiene una calle principal, una plaza, y un
aeropuerto en actividad, donde los niños del lugar juegan al fútbol
en la cabecera de pista.
Hay dos carreteras en la
isla. La primera a poco de salir de Bocas deja de ser asfaltada, pasa
muy cerca de la costa (incluso llega a estar a unos pocos metros del
agua) y va bordeando la playa. El primer día, seguimos esa ruta, por
recomendación de un oficial de la policía jurídica con quien
compartimos nuestro desayuno y charlamos un buen rato durante la
travesía del ferry. Encontramos un sitio adecuado para quedarnos al
norte de Playa Bluff, en una entrada donde está la cabaña de los
voluntarios que protegen a las tortugas que también llegan al lugar
a desovar. La playa tiene olas medianas, agua limpia aunque removida
y un paisaje muy bonito de vegetación y tranquilidad. Caminamos por
la playa, nos bañamos y al atardecer Pablo pescó un Jurel pequeño
que cocinamos para la cena.
El único inconveniente
de nuestro campamento fueron los mosquitos y unos pequeños insectos
llamados chitras que nos picaron de forma terrible a pesar de
ponernos repelentes.
A la mañana siguiente
volvimos al pueblo para conectarnos a internet y fuimos a visitar las
playas del norte tomando la otra carretera que discurre por el
interior entre caseríos y bosques espesos. Por este camino se llega
hasta Boca Del Drago, donde hay unas pocas residencias de lujo y un
par de restaurantes y caminamos hasta Playa Estrella, famosa por sus
grandes estrellas de mar muy cerca de la costa. La caminata es de
unos 15 a 20 minutos atravesando cocoteros y manglares, realmente un
paisaje precioso. La playa, actualmente más poblada por pequeños
restaurantes que por estrellas de mar, no deja de ser hermosa, de
aguas cristalinas y sin olas. Pudimos ver unas cuantas estrellas de
mar color naranja intenso con cinco puntas y de unos 20 a 25cm de
diámetro. Regresamos donde habíamos estacionado a Furgo y, como no
nos dejaban quedarnos allí, nos movimos unos cuantos metros hasta un
pequeño aparcamiento donde compartíamos lugar con un gran cayuco de
por lo menos 10mts fabricado con un solo tronco, algo bastante usual
en Centroamérica, donde se pueden encontrar árboles de un tamaño
increíble.
Por la mañana del otro
día volvimos a la ciudad, paseamos, hicimos algunas compras, entre
ellas un repelente de insectos de mejor calidad y por la tardecita
vendimos algunas artesanías en la calle principal. Dormimos en la
plaza del pueblo y al día siguiente volvimos a Boca del Drago donde
nos bañamos en las playas de las casas que pertenecían a una de las
familias poderosas del país y por la tarde tomamos nuevamente el
ferry hacia Almirante. Llegamos casi de noche por lo que descartamos
seguir nuestra ruta y pedimos a la policía donde estacionar y nos
dejaron estar muy cerca del cuartel, también nos pidieron si
podíamos llevar a su jefe a las 5 de la mañana del día siguiente a
Chiriquí Grande, de paso en nuestra ruta y a una hora y media de
camino. Les dijimos que sí, aunque otra vez el despertador nos jugó
una mala pasada, ya que está sincronizado con el cambio de hora
europeo y ese fin de semana se atrasó una hora. Nos levantamos una
hora mas tarde y el policía ya se había ido...
Cruzamos el país un poco
a tientas guiados por nuestro no muy buen mapa y por los inexistentes
carteles indicadores en las carreteras y las indicaciones de cada
uno que veíamos en la ruta. En el camino se asciende bastante
pasando por la cordillera central hasta un punto desde donde se ve el
Océano Atlántico por un lado y después de unos pocos kilómetros
más el Pacífico por el otro.
Nos estacionamos cerca
del mar al lado de una rampa para embarcaciones. Avisamos al guarda
de un lugar cercano para que no se asustase de nuestra presencia y
nos dijo que hablaría con el dueño del lugar. Al rato aparecieron
en una camioneta Carlos y Dayra, los dueños, nos dijeron que no nos
quedásemos allí, que entrásemos a su propiedad y que aparte de
tener mejores vistas, nos dejarían los baños y duchas.
No tardamos mucho en
dejarnos convencer por su hospitalidad. El lugar es una empresa de
custodia para yates de pesca privados, también tienen muelle propio,
venta de combustibles y servicio mecánico. Carlos y Dayra nos
atendieron como amigos, charlamos mucho y enseguida nos pidieron que
nos quedásemos al menos otra noche más, ya que no nos podíamos
perder de visitar el lugar. Para eso nos prestarían un kayak para ir
al día siguiente a recorrer las islas y parar en alguna playa sólo
para nosotros. A la mañana siguiente Pablo ayudó a Carlos a
reparar los motores de una lancha y luego salimos remando un buen
rato por los canales hasta encontrar una playa preciosa, donde
acampamos debajo de un árbol enorme en un entorno único y salvaje.
Al volver nos estaban esperando con un pargo grande recién pescado
listo para ser cocinado. Compartimos la cena también con Javier y su
madre, franceses que tenían un barco en custodia y a los que
ayudamos con un problema en la batería de su camioneta.
Después de haber dormido
muy bien tras pasar un día fantástico, nos despedimos ya de
nuestros nuevos amigos Carlos y Dayra, de su hermano y su personal.
Les estamos muy agradecidos por ofrecernos su casa y su amistad
aparte de por habernos regalado combustible para Furgo, según Carlos
por la ayuda con los motores.
Continuamos nuestro viaje
hacia la península de Azuero donde Javier también nos había
ofrecido un lugar seguro para estar en la turística Pedasí.
Ya no me quedan adjetivos para calificar todo este viaje, simplemente decir Guaaauuuu!!!
ResponderEliminarMe encanta!!!!
gracias!!!!!!! nos alegra que puedas disfrutar un poquito con nosotros!
EliminarBesazos por miles!!