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sábado, 9 de noviembre de 2013

23 - Panamá, sorprendente.



Del 22 al 29 de Octubre, 2013

Del lado panameño estuvimos un par de horas para hacer los mismos trámites que en todas las otras fronteras. Las oficinas están separadas unas de otras y hay que encontrarlas, y seguir un orden para los trámites, todo está en lo que parece ser una antigua estación de ferrocarril ya décadas en desuso.
Nos habían advertido de que controlemos la documentación, ya que suelen cometer muchos errores.
Y fue así, tanto los del seguro de Furgo (se tramita como un requerimiento más de aduanas) como para el permiso temporario de importación se equivocaron en nombres o datos y tuvieron que rehacer todo, menos mal que solemos ser pacientes y aprendimos a no desesperarnos, aún con el calor agobiante y húmedo del mediodía...



Panamá (que en idioma indígena quiere decir “tierra de muchos peces”) fue descubierta en uno de los viajes de Cristóbal Colón, luego en 1501 Vasco Núñez De Balboa en una expedición descubrió el Océano Pacífico. Fue en Panamá que se fundó la primera ciudad en tierra firme y ya en 1524 se estudiaba la posibilidad de un canal interoceánico. Se puede decir que el país vivió dos procesos de independencia, primero en 1821 en el que se independizó de España y se unió voluntariamente a la Colombia de Bolívar, y el del 3 de Noviembre de 1903, después del fracaso de los franceses al intentar construir un canal y bajo influencias del gobierno norteamericano que estaba muy interesado en volver intentarlo se separó de Colombia. A los pocos días, el 18 del mismo mes ya firmaban el tratado con Washington para la construcción del actual canal.
Panamá es un país en pleno auge económico, y en esta época de elecciones el gobierno no deja de proclamar todas sus virtudes, incluido que son una de las economías más fuertes de América.
Nosotros viajando por el interior seguimos viendo la realidad, como en el resto de Centroamérica, la población rural sigue siendo humilde, las infraestructuras son pocas, es verdad que la seguridad es mayor que en el resto de la región, pero seguimos notando muchísima desigualdad social y necesidades que contrasta con muchas zonas de residencias de lujo, yates, clubes de pesca (que nada tienen que ver con la pesca artesanal de la gente del lugar) y hoteles de altísima categoría.



Teníamos como primer destino la zona de Bocas Del Toro, un golfo que alberga unas cuantas islas e islotes casi al límite con Costa Rica, del lado caribeño. Llegamos bien entrada la tarde a Almirante, una ciudad mucho más que desordenada y sucia con casas de madera sobre canales donde otrora había manglares. La principal actividad la da el puerto donde se embarcan los contenedores llevando las frutas de la compañía Chiquita, de hecho, el puerto pertenece a la empresa. Para pasar a la isla Colón, se puede hacer en lanchas que salen cada 20 minutos o en un vetusto ferry que en unas dos horas hace el trayecto de Martes a Domingos a las 8 de la mañana. Nosotros elegimos ir en ferry después de negociar el precio con el encargado, ya que de lo contrario, si íbamos en lancha tendríamos que pagar para dejar a Furgo, dormir en un hotel, pagar para transportarnos una vez por el interior de la isla y también nos quitaba la posibilidad de cocinar nosotros mismos. Como ya era tarde tuvimos que dormir en la cola para subir al ferry, en una calle bastante estrecha, entre los alambrados de Chiquita y el tráfico de empleados de la empresa, taxis y camiones. Aprovechamos para caminar y hacer unas compras en un supermercado chino (casi todos los supermercados pequeños de Panamá pertenecen a la comunidad china) y mezclarnos un poco con la gente. La verdad que el lugar no inspira demasiada confianza, pero donde dormimos nos pareció seguro, y había otras personas que también dormían en su vehículo. 




Nos despertamos con las maniobras de nuestros vecinos de cola preparándose para embarcar, nosotros no habíamos tenido en cuenta el cambio horario entre Costa Rica y Panamá y aún dormíamos. Una vez en el ferry hicimos el trayecto serpenteando entre islas a paso lento, vimos algunos delfines y pudimos tener una idea de la geografía del lugar.





Bocas Del Toro es una ciudad con un intenso espíritu caribeño, tanto en su arquitectura, colorido y gente. La ciudad de casas de madera multicolores se recorta sobre el mar, tiene una calle principal, una plaza, y un aeropuerto en actividad, donde los niños del lugar juegan al fútbol en la cabecera de pista. 



Hay dos carreteras en la isla. La primera a poco de salir de Bocas deja de ser asfaltada, pasa muy cerca de la costa (incluso llega a estar a unos pocos metros del agua) y va bordeando la playa. El primer día, seguimos esa ruta, por recomendación de un oficial de la policía jurídica con quien compartimos nuestro desayuno y charlamos un buen rato durante la travesía del ferry. Encontramos un sitio adecuado para quedarnos al norte de Playa Bluff, en una entrada donde está la cabaña de los voluntarios que protegen a las tortugas que también llegan al lugar a desovar. La playa tiene olas medianas, agua limpia aunque removida y un paisaje muy bonito de vegetación y tranquilidad. Caminamos por la playa, nos bañamos y al atardecer Pablo pescó un Jurel pequeño que cocinamos para la cena.








El único inconveniente de nuestro campamento fueron los mosquitos y unos pequeños insectos llamados chitras que nos picaron de forma terrible a pesar de ponernos repelentes.




A la mañana siguiente volvimos al pueblo para conectarnos a internet y fuimos a visitar las playas del norte tomando la otra carretera que discurre por el interior entre caseríos y bosques espesos. Por este camino se llega hasta Boca Del Drago, donde hay unas pocas residencias de lujo y un par de restaurantes y caminamos hasta Playa Estrella, famosa por sus grandes estrellas de mar muy cerca de la costa. La caminata es de unos 15 a 20 minutos atravesando cocoteros y manglares, realmente un paisaje precioso. La playa, actualmente más poblada por pequeños restaurantes que por estrellas de mar, no deja de ser hermosa, de aguas cristalinas y sin olas. Pudimos ver unas cuantas estrellas de mar color naranja intenso con cinco puntas y de unos 20 a 25cm de diámetro. Regresamos donde habíamos estacionado a Furgo y, como no nos dejaban quedarnos allí, nos movimos unos cuantos metros hasta un pequeño aparcamiento donde compartíamos lugar con un gran cayuco de por lo menos 10mts fabricado con un solo tronco, algo bastante usual en Centroamérica, donde se pueden encontrar árboles de un tamaño increíble.














Por la mañana del otro día volvimos a la ciudad, paseamos, hicimos algunas compras, entre ellas un repelente de insectos de mejor calidad y por la tardecita vendimos algunas artesanías en la calle principal. Dormimos en la plaza del pueblo y al día siguiente volvimos a Boca del Drago donde nos bañamos en las playas de las casas que pertenecían a una de las familias poderosas del país y por la tarde tomamos nuevamente el ferry hacia Almirante. Llegamos casi de noche por lo que descartamos seguir nuestra ruta y pedimos a la policía donde estacionar y nos dejaron estar muy cerca del cuartel, también nos pidieron si podíamos llevar a su jefe a las 5 de la mañana del día siguiente a Chiriquí Grande, de paso en nuestra ruta y a una hora y media de camino. Les dijimos que sí, aunque otra vez el despertador nos jugó una mala pasada, ya que está sincronizado con el cambio de hora europeo y ese fin de semana se atrasó una hora. Nos levantamos una hora mas tarde y el policía ya se había ido...
Cruzamos el país un poco a tientas guiados por nuestro no muy buen mapa y por los inexistentes carteles indicadores en las carreteras y las indicaciones de cada uno que veíamos en la ruta. En el camino se asciende bastante pasando por la cordillera central hasta un punto desde donde se ve el Océano Atlántico por un lado y después de unos pocos kilómetros más el Pacífico por el otro.




Boquete es un lugar de vacaciones de montaña, es un pueblo bonito, rodeado de volcanes y cafetales.
Mientras estábamos en la oficina de información turística, donde nos atendieron muy bien y nos regalaron unas camisetas, nos sorprendió un terremoto que después nos enteramos que fue de 5.6 grados (no sabemos en que escala), por suerte sin más consecuencias que lo anecdótico. Paseamos con Furgo por los alrededores disfrutando mucho del paisaje, aunque el tiempo no acompañó demasiado, comimos en una fonda del lugar por lo visto bastante famosa y seguimos con destino a David, anunciada en la Ruta Colonial y de los Volcanes. Entramos en la ciudad sólo para ver que no quedaba nada de atractivo. Decidimos seguir hasta alguna playa donde normalmente estamos más cómodos. Pusimos rumbo a Playa Hermosa y al arribar nos decepcionamos viendo que sería imposible entrar con Furgo por la arena, ya que lo que parecía el camino estaba en pésimo estado y hubiese sido imposible transitarlo. Cerca del lugar hay un pequeño poblado pesquero que se llama Boca Chica, es otro de esos lugares muy usuales en Panamá, aunque esta vez del Pacífico, donde hay un conjunto de islas e islotes muy cerca de la costa generando paisajes con muchos canales que se asemejan mas a ríos que al mar mismo.



Nos estacionamos cerca del mar al lado de una rampa para embarcaciones. Avisamos al guarda de un lugar cercano para que no se asustase de nuestra presencia y nos dijo que hablaría con el dueño del lugar. Al rato aparecieron en una camioneta Carlos y Dayra, los dueños, nos dijeron que no nos quedásemos allí, que entrásemos a su propiedad y que aparte de tener mejores vistas, nos dejarían los baños y duchas.




No tardamos mucho en dejarnos convencer por su hospitalidad. El lugar es una empresa de custodia para yates de pesca privados, también tienen muelle propio, venta de combustibles y servicio mecánico. Carlos y Dayra nos atendieron como amigos, charlamos mucho y enseguida nos pidieron que nos quedásemos al menos otra noche más, ya que no nos podíamos perder de visitar el lugar. Para eso nos prestarían un kayak para ir al día siguiente a recorrer las islas y parar en alguna playa sólo para nosotros. A la mañana siguiente Pablo ayudó a Carlos a reparar los motores de una lancha y luego salimos remando un buen rato por los canales hasta encontrar una playa preciosa, donde acampamos debajo de un árbol enorme en un entorno único y salvaje. Al volver nos estaban esperando con un pargo grande recién pescado listo para ser cocinado. Compartimos la cena también con Javier y su madre, franceses que tenían un barco en custodia y a los que ayudamos con un problema en la batería de su camioneta.




Después de haber dormido muy bien tras pasar un día fantástico, nos despedimos ya de nuestros nuevos amigos Carlos y Dayra, de su hermano y su personal. Les estamos muy agradecidos por ofrecernos su casa y su amistad aparte de por habernos regalado combustible para Furgo, según Carlos por la ayuda con los motores.
Continuamos nuestro viaje hacia la península de Azuero donde Javier también nos había ofrecido un lugar seguro para estar en la turística Pedasí.


2 comentarios:

  1. Ya no me quedan adjetivos para calificar todo este viaje, simplemente decir Guaaauuuu!!!
    Me encanta!!!!

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    1. gracias!!!!!!! nos alegra que puedas disfrutar un poquito con nosotros!
      Besazos por miles!!

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