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miércoles, 27 de noviembre de 2013

26 – Nueva etapa: Sudamérica.


Del 8 al 17 de Noviembre, 2013.

Llegamos a Cartagena de Indias, Colombia, en un demorado vuelo de Copa Airlines y los colombianos nos recibieron de forma muy cálida desde el primer momento. El oficial de inmigración nos explicó un montón de cosas sobre la ciudad, aún cuando había una gran cola detrás nuestro, y es que según él, “hay que recibir bien a nuestros amigos turistas”, también, en un acto inesperado en ese tipo de funcionarios, se ofreció a cambiarnos dinero, aceptamos cambiando una pequeña cantidad ya que necesitábamos pagar el transporte y los primeros gastos. Una vez sellados nuestros pasaportes, preguntamos por la oficina de información a un señor de servicios aeroportuarios quien con muy buena gana y predisposición nos acompañó por todo el aeropuerto incluso pasando la zona de seguridad, hasta encontrarla. Allí por tercera vez, nos brindaron una cordial bienvenida y nos dieron una guía completísima de todo Colombia, rutas, peajes, puntos de interés, etc.



Viajamos en un autobús urbano lleno de gente y nos bajamos en el barrio de Getsemaní, que está pegado al casco antiguo y es donde se concentran la mayoría de hostales y pequeños hoteles principalmente para mochileros y turistas colombianos de bajo presupuesto. Este barrio, aunque no está restaurado y es bastante ruidoso y sucio, tiene el encanto de tener vida propia y las calles están siempre llenas de gente pintoresca, generalmente vendiendo comida o cualquier cosa imaginable. La música suena en los locales a todo volumen y la decadencia general le da al barrio una personalidad muy interesante. 



Antes de alojarnos, pasamos por la casa de Lucía, la hermana de Carlos, que habíamos conocido en Boca Chica, Panamá. Ella tiene en el casco antiguo de la ciudad una casona colonial preciosa que funciona como un Bed & Breaskfast. Al igual que su hermano, nos recibió con los brazos abiertos, charlamos y conocimos a su madre enferma a quien saludamos de parte de Carlos en un momento muy emotivo. Lucía nos ofreció ayudarnos en lo que sea y nos invitó a volver a su casa todas las mañanas a tomar un desayuno colombiano, que probamos al día siguiente y que fue increíblemente bueno.


Nos alojamos al fin en un hotelito barato y sencillo en el que podíamos usar la cocina y teníamos baño privado y ventilador, algo imprescindible debido al calor agobiante de la ciudad.

Llegamos a Cartagena el fin de semana de festejos del día de la independencia, así que todo olía a fiesta, por la noche desfiles de carrozas, mucha gente bebiendo y bailando por todos lados y alegría general. También visitamos y caminamos el casco antiguo que es patrimonio de la humanidad y sus murallas que siglos atrás protegían a la ciudad de los ataques enemigos. 






 






En Cartagena está el Museo del Oro Tayrona, una muestra muy completa y extensa del arte de orfebrería precolombina, con piezas increíbles que demuestran la destreza y buen gusto de los antiguos habitantes de la región, quienes también fueron pioneros en técnicas aún hoy usadas por orfebres en todo el mundo.




También fuimos a las playas en la zona moderna de la ciudad, nos habían advertido de que no eran nada bonitas, pero a nosotros nos sorprendieron para bien, las aprovechamos y disfrutamos.




Estuvimos en Cartagena un total de seis noches mientras esperábamos a que llegase el barco que traía a Furgo y que pudiésemos retirarla del puerto. En ese tiempo cambiamos tres veces de hotel, el primero porque estaba algo encerrado, y con el calor se hacía algo incómoda la estadía. El segundo, en el que estuvimos sólo una noche, estaba encima de una discoteca. Las normativas de ruido parecen no existir, y el sonido de la música en la habitación era casi el mismo que en el local de abajo, además la temperatura del lugar no nos permitía casi respirar. Los empleados del hotel, muy amables, nos pidieron disculpas y nos dijeron que aunque presentaban denuncias a menudo, no podían hacer mucho más, y que era normal de que los clientes se marchasen.



Al final encontramos un lugar nuevo, Casa Eugenia, un hotel sencillo en lo que era una antigua casa unifamiliar con un patio muy grande y aireado, también podíamos usar la cocina y el trato con sus dueños era muy amigable, así que aunque también sufrimos algo de ruidos, disfrutamos de estar en ese lugar las tres noches restantes.

En el tiempo que estuvimos allí también nos volvimos a encontrar con Priscilla e Iván y nos coordinamos para hacer los trámites el Martes a primera hora, ya que el Lunes era festivo . Fuimos a la naviera y a aduanas, pero no pudimos hacer mucho más, ya que el barco venía con retraso y tendríamos que esperar hasta el otro día.

El Miércoles a primera hora volvimos a la naviera, el barco había llegado y descargado. Seguimos haciendo trámites durante todo el día sin interrupción y tuvimos que esperar también a que reparen una grúa que se había averiado en el puerto, impidiendo que muevan nuestro contenedor. Al final, diez minutos antes del cierre de las oficinas, a las 18:00hs. logramos sacar a Furgo del puerto, agotados pero contentos.





Tenemos la costumbre y precaución de no viajar de noche, pero eran tantas las ganas que teníamos de continuar viajando que nos hicimos paso cruzando toda la ciudad entre un tráfico totalmente caótico y desordenado para conducir unos cuantos kilómetros en dirección Barranquilla y nos paramos en el estacionamiento de un peaje a pasar la noche, relajarnos del intenso y caluroso día de trámites y respirar aunque sea un poco de aire fresco.







Al día siguiente madrugamos y salimos bordeando el Caribe colombiano pasando por Barranquilla, Santa Marta y deteniéndonos en nuestro siguiente destino, el Parque Nacional Tayrona. Al llegar a la entrada del parque nos sorprendieron los precios de las entradas: nos cobraban por entrar nosotros, por entrar a Furgo hasta el estacionamiento (unos 4 kilómetros de carretera en pésimo estado) y por dos días de párking, aunque sólo estuviésemos una noche. Todo nos salió por unos 50U$S. La concesionaria del parque está por perder el contrato y no hace mucho por el mantenimiento, aunque cobran como si el servicio fuese de 5 estrellas.






El Parque Nacional Natural de Tayrona es una zona al este de Santa Marta, entre la línea de la costa y las estribaciones de la Sierra Nevada (otro parque nacional), comprende zonas de bosque tropical húmedo y seco, playas de gran oleaje con violentas corrientes y sectores de aguas calmas y cristalinas con arrecifes de coral. El paisaje en general es magnífico. Hicimos un sendero por el interior del bosque, al atardecer nos bañamos en una playa y dormimos cómodamente en el estacionamiento del lugar.
Al otro día nos fuimos haciendo senderos por casi una hora y media hacia un sector que se llama Arrecifes y continuamos a descansar y a darnos un baño en una playa resguardada por rocas llamada La Piscina.












Para los que quieran alojarse, el parque es famoso por sus Ecohabs, cabañas construidas en medio de la naturaleza, con vistas impresionantes y un entorno único.




Toda la región era habitada por los Tayrona, indígenas originarios de la zona que dejaron un gran legado artístico en orfebrería, cestería y otras artesanías. Aún hoy se pueden ver algunos indígenas vestidos con sus vestidos típicos en los alrededores.





Nuestro siguiente destino era Santa Marta, otra ciudad colonial a la que visitamos rápidamente por la tarde para luego irnos a dormir a un pequeño pueblo costero a pocos kilómetros de allí que se llama Taganga y que se encuentra en una bahía de aguas calmas y un entorno precioso. La policía nos recomendó un lugar a pocos metros del agua y estuvimos allí hasta que nos dimos cuenta de que enfrente nuestro había una discoteca y que no tenía paredes, así que nos movimos alejándonos de la playa y paramos en el estacionamiento de la Facultad de Pesca, coincidiendo que también estaba a la vista del cuartel de policía. No fue un lugar tan bonito como el anterior, aunque sí mucho más tranquilo.








Temprano por la mañana nos despedimos del mar que nos había ido acompañando por largo tiempo y nos internamos en el continente rumbo sur, a deshacer los cerca de mil kilómetros que nos separaban de Bogotá.


miércoles, 20 de noviembre de 2013

25 - El tapón de Darién



Del 6 al 14 de Noviembre, 2013

La región de Darién, que está al sur del canal de Panamá, está comprendida por la provincia del mismo nombre y por una serie de comarcas indígenas que son autónomas en cuanto a la gestión de sus territorios. Geográficamente es una zona de selva húmeda muy densa con una biodiversidad única y escasamente poblada. Para los viajeros que venimos recorriendo el continente en ambos sentidos esta zona es un problema: no hay caminos que crucen los menos de 100km que “faltan” a la carretera panamericana para unir por tierra a Panamá y Colombia. ¿Los motivos? Hemos escuchado mayoritariamente tres: El primero geográfico, por la dificultad y la alta inversión que requiere la obra. El segundo sería político, ya que una carretera traería un tráfico masivo de inmigrantes, narcotráfico, y principalmente movimiento de mercancías, con la consecuente pérdida de tráfico del canal, principal fuente de ingresos del país. El tercer motivo es el ecológico, una carretera implicaría la población de este territorio, contaminación, deforestación y pérdida de la identidad y tradiciones indígenas, hasta ahora orgullosamente preservadas.

Para pasar el Darién lo más usual es enviar el vehículo por barco, como carga suelta (ro-ro) que es más barato pero no seguro, o en un contenedor. Nosotros lo gestionamos a través de Tea Kalmbach, una argentina que es agente de aduanas en Panamá y está familiarizada con los viajeros. Así conseguimos compañeros para compartir contenedor con el consiguiente ahorro en gastos y la tranquilidad de una guía para los incontables trámites.




Justo cuando nos marchábamos de nuestro aparcamiento en el casco antiguo de Ciudad De Panamá,
nos encontramos con los que iban a ser nuestros compañeros de contenedor, Ivàn, Priscilla y sus hijos Lara y Teo, costarricences, que en una Volkswagen del 89 van a recorrer América por algunos años. Almorzamos juntos, nos pusimos al tanto de los procedimientos a seguir y quedamos que estaríamos en contacto. Luego fuimos a visitar la parte moderna de Panamá, la avenida Balboa y sus rascacielos. Una lluvia intensa nos convenció de que era hora de irnos a nuestro nuevo “domicilio”, el Club Náutico Balboa, que se encuentra en Amador, justo donde empieza el canal del lado del Pacífico y es una zona de parques y paseo de la ciudad. En los alrededores del club náutico, que es considerado un sitio seguro, es muy normal encontrarse a viajeros acampando o con todo tipo de vehículos esperando fecha para embarcar o simplemente viviendo allí un tiempo mientras visitan la ciudad. Por ejemplo, nos encontramos con un señor surcoreano, profesor de filosofía de la universidad de Shanghai (China) que con sus dos hijos mellizos de 6 años venían viajando desde Brasil y Argentina con una bicicleta y un carrito de madera. Ya llevaban tres años y medio de viaje.







Allí también era donde estábamos citados el día 6 de Noviembre para empezar las gestiones del embarque. Con la lluvia nos confundimos y nos pasamos de largo, por suerte después de haber estado un buen rato en otro club náutico, por casualidad nos dimos cuenta del error y pudimos encontrar el lugar correcto, tras preguntar unas cuantas veces, cosa que hicimos habitualmente en Panamá.





 Al otro día aprovechamos y fuimos a ver las esclusas de Miraflores, llegamos justo en el momento de que pasaba un gran barco tipo Panamax (se llaman así a los que tienen las dimensiones máximas permitidas para el canal) y vimos el proceso. El canal, que fue inaugurado en 1914 estuvo bajo gestión y soberanía norteamericana hasta el mediodía del 31 de Diciembre de 1999 cuando por un convenio firmado en 1977 pasó a ser controlado totalmente por el gobierno panameño. Al canal lo transitan más de 13.000 barcos por año y el peaje promedio es de alrededor de U$S100.000 por barco, (algunos llegan a pagar más de U$S300.000).
Aunque aún funciona básicamente de la misma forma que en sus inicios, se está construyendo un nuevo sistema de esclusas más grandes para permitir el paso a barcos de nueva generación con capacidad de carga mucho mayor.






El canal tiene una longitud de 80 kilómetros y entre costa y costa, en la zona de la cordillera central, hay un lago artificial, el Gatún, que está a 26 metros sobre el nivel de los océanos, por eso de ambos lados del itsmo se necesitan esclusas que sirven de ascensores para elevar y luego volver a bajar los barcos. También hay un juego de esclusas intermedias, por lo que en total son tres. Es muy interesante ver cómo trabaja el sistema que es muy simple, pero a la vez muy ingenioso. Realmente asombra el tamaño de los barcos y el poquísimo espacio de tolerancia con los bordes, sobre todo del ancho del buque. Los barcos entran y salen con sus propios motores, pero van amarrados a cuatro locomotoras que mantienen correctamente centrada a la nave en todo momento.



El día 6 fuimos a hacer las primeras diligencias a las oficinas de la Policía Judicial, tuvimos que ir dos veces, una por la mañana a que nos controlen los vehículos y otra por la tarde a buscar los papeles autorizando el embarque. La hija de Tea, que vive en Panamá nos acompañó en la gestión y en todo momento estuvimos informados sobre los procedimientos y pasos a seguir.





El embarque se realizaba desde Colón, al otro lado del itsmo, tuvimos la mala noticia de que Amy, la hija de Tea no nos podría acompañar por una indisposición personal, aunque nos dieron las instrucciones con detalle para que podamos hacer todo nosotros solos. Nos fuimos con Priscilla e Iván en los dos vehículos no si antes perdernos un par de veces a la salida de Panamá hacia Colón, preparados para lo que sería un largo día de burocracia. Colón es la segunda zona libre portuaria más grande de occidente, más allá de eso es sólo caos de tráfico, atascos interminables, pilas de contenedores e instalaciones portuarias por todos lados, la ciudad en sí rodea todo esto de forma desordenada y sucia.




 





Nos llevó unas 6 horas de intenso calor movernos por los laberínticos procesos portuarios a los que no estamos para nada acostumbrados. Aunque la gente de las oficinas y de seguridad nos trató con bastante cordialidad y comprensión, los trámites son bastante tediosos y confusos y todo lleva mucho tiempo, por lo que en estos casos la mejor arma es la paciencia. Al final de la jornada pudimos poner a Furgo bien sujeta dentro del contenedor, lo sellaron y agotados nos volvimos en autobús a Panamá.










Teníamos a un joven de Couchsurfing que nos daría alojamiento por esa noche para al día siguiente coger el avión hacia Cartagena De Indias, en Colombia. Llegamos a Ciudad De Panamá en la hora punta, quedamos con Javier en encontrarnos en un McDonalds de un conocido centro de compras. Sorprendentemente, ningún taxi quiso llevarnos, o al vernos turistas ni siquiera nos hablaban o se negaban simplemente alegando que había mucho tráfico, por suerte encontramos un bus pirata que nos dejó en el punto donde teníamos que encontrarnos con Javier. En su casa pudimos relajarnos después de un día agotador, él y su madre nos atendieron como reyes, nos prepararon una cena y charlamos juntos un buen rato.



Por la mañana madrugamos y nos despedimos agradecidos de Javier quien nos acompañó y pagó el bus al aeropuerto. Luego de un rato de recorrido nos enteramos que nos habíamos equivocado y que teníamos que subirnos a otro bus. Enseguida al ver nuestra situación, la Capitán Linette Rios de la Fuerza Aeronaval Panameña, que también iba hacia el aeropuerto se ofreció a guiarnos, nos acompañó al bus correcto y también nos pagó los boletos, que se hace sólo con una tarjeta especial.

Música panameña espontánea en el aeropuerto.

Nuestro vuelo salió con una hora y media de retraso, y fue algo movido, pero estábamos contentos y tranquilos ya que habíamos logrado hacer todo a tiempo y en forma correcta, y ahora, en Cartagena, nos esperaba otra larga sesión de trámites y gestiones que otra vez pondría a prueba nuestra paciencia. 




Ahh..., y si aún no saben por quien votar en las próximas elecciones...