Del 12 al 16 de Octubre,
2013
Cuando los costarricences
hablan, se saludan o les agradeces algo dicen: “pura vida”. La
marca o slogan del país también es “pura vida”, cientos de
bares, comercios y otras empresas también se llaman así. No sabemos
aún qué fue lo primero, pero todos usan esa frase a diario y a
menudo.
Después de pasar los
controles de frontera, aún sin mapa, nos dirigimos a Liberia, antes
pasamos por el parque nacional de Santa Rosa donde se protege a los
últimos vestigios de lo que era en otros tiempos un enorme bosque
tropical seco (nosotros no notamos que fuese seco) que ocupaba gran
parte de Centroamérica y parte de México.
Costa Rica tiene otro
tipo de desarrollo que los otros países centroamericanos que
visitamos, y al entrar esto se nota enseguida, carreteras en buen
estado y señalizadas, no hay animales sueltos en la calzada, y todo
está más limpio y organizado en general. De todas maneras el país
no deja de ser Centroamérica, tener grandes diferencias y
necesidades sociales y problemas de todo tipo aunque en los folletos
digan que tienen uno de los mejores sistemas de salud del mundo y que
se note que la mayoría de su población está alfabetizada. Quizás
el signo más indicativo de las desigualdades es la presencia de casi
todas las cadenas norteamericanas de comida rápida, y nos dimos
cuenta enseguida del porqué. Los precios de la vida en general son
astronómicos, y estas cadenas pueden cobrar sus menús a precios
norteamericanos o europeos aunque los sueldos en general ni se
acercan a los niveles de ingresos de esos países.
En Liberia, una ciudad
moderna y bastante ordenada, intentamos encontrar una oficina de
turismo, no hay, pero nos enviaron a un hotel donde nos dieron buena
información y un mapa regional, de allí pusimos rumbo a las playas
del Pacífico. De camino entramos al principal aeropuerto de la
región de Guanacaste, realmente muy moderno y funcional, allí
cambiamos dinero en el banco y visitamos una oficina de información
turística con una chica como siempre muy ocupada en su Facebook que
no nos dijo nada claro salvo que no tenían mapas. Pablo, fue al
estacionamiento, donde un chofer de autobús aparte de indicarnos de buen gusto, nos regaló un mapa de
las carreteras del país.
Nuestra primera playa fue
Brasilito, una villa pequeña con una playa que aún era demasiado
abierta para nosotros, con oleaje medio y agua removida. Le
preguntamos a la policía si podíamos estacionarnos cerca de su
cuartel y con excusas nos dijeron que no. Lo que estamos viendo en
Costa Rica, es que nos cuesta mucho más confiar en la policía que
en los otros países, y que todos nos tienden a asustar con la
situación de inseguridad, como protegiéndose en caso de que nos
pase algo.
Sin saber si quedarnos en
una especie de plaza en el pueblo o pagar por alojamiento, decidimos
caminar por la playa hasta otra que queda a unos 500mts y entre las
cuales no hay calles ni caminos que las conecten. Ésta se llama El
Conchal, y, lo único que hay en el lugar es un complejo hotelero de
alta categoría por suerte bien disimulado atrás del frondoso bosque
que cubre la playa que cuenta con entrada propia por otro lado.
Preguntamos a los guardas del hotel y sin problemas aceptaron a que
nos quedemos cerca de su puesto, lo más difícil sería llegar hasta
allí, ya que los vehículos que accedían lo hacían bordeando la
costa, luego había que pasar una parte por el bosque y sortear una
pequeña loma donde el paso era realmente difícil y Furgo no está
preparada para ese tipo de caminos. Antes de que termine de subir la
marea y que el paso desaparezca, decidimos intentar el cruce, y lo
logramos aunque faltó muy poco para que nos quedemos enterrados en
la arena.
La playa de El Conchal es
un pequeño paraíso, agua transparente, entorno limpio, olas
pequeñas y arena blanca. En un buen sector de la misma la arena está
cubierta por conchillas trituradas por las mareas, lo que le da un
color más blanco a la playa y una textura muy agradable para
caminar. Sobre la playa grandes árboles y palmeras dan sombra,
frescor y un encanto especial al lugar.
Comenzamos a descubrir el
significado de aquella famosa frase enseguida. La vida abunda en
Costa Rica, y en general se tiene bastante conciencia de ello, y se
la cuida. Iguanas enormes caminaban como si nada entre los árboles,
muchos pájaros, vegetación exuberante y una gran diversidad de
peces de hermosos colores que vimos haciendo snorkel cerca de unas
rocas en el mar.
Estuvimos dos noches en
la playa, caminamos mucho y disfrutamos de sus encantos y de sus
noches frescas después de la habitual lluvia vespertina. Allí
también conocimos a Giovanni y a Verónica, su hija, charlamos
relajadamente un muy buen rato y nos dio muy buenos consejos sobre
lugares y rutas. Salimos por la mañana sin mayores incidentes que la
rotura de uno de los soportes del parachoques delantero de Furgo en
dirección a San José la capital, a la cual no entraríamos, para
seguir hacia la costa del Caribe, en teoría cruzar los casi 300km se
hacen en unas 5 o 6 hs, pero las carreteras están muy transitadas,
hay muchas curvas y el tráfico en general es lento. Nos detuvimos un
rato en Nicoya, otra ciudad anunciada en la Ruta Colonial y de los
Volcanes de la cual no queda más que una pequeña iglesia colonial.
Condujimos unas horas y cambiamos de idea, ya habíamos pasado
mediodía y aún nos quedaba un buen rato hasta la capital, así que
nos desviamos un poquito y nos fuimos a visitar a la playa La
Herradura, donde nos bañamos y descansamos y luego hicimos unos
pocos kilómetros más hasta Jacó, una pequeña ciudad muy turística
donde la policía nos dejó estacionar al frente de su cuartel. La
playa de Jacó es bastante abierta y de grandes olas. Otra vez
aprovechamos para caminar bastante y disfrutar del atardecer, que por
estas latitudes ocurre alrededor de las 17hs. Como comentario, en
Centroamérica, la vida transcurre con el sol que sale muy temprano,
a las 5 y media o 6 por la mañana hasta el atardecer, y a eso de
las 20 ya todo el mundo está en su casa cenados y listos para ir a
dormir (incluidos nosotros).
Averiguamos por internet
cómo ir al Parque Nacional de Tortuguero, del cual teníamos
recomendaciones pero no sabíamos cómo llegar. Resulta que este
lugar se encuentra del lado del Caribe, al norte, cerca de la
frontera con Nicaragua entre la playa y un gran canal de agua dulce
que se prolonga paralelo a todo lo ancho de la costa. El lugar está
en una zona de bosque tropical húmedo y no hay ningún acceso
posible por tierra. Para llegar hay que ir a una ciudad que se llama
Cariari, luego tomar un bus hasta un paraje que se llama La Pavona y
desde allí, por un río se llega en unas lanchas públicas hasta el
lugar, hay 3 horarios de lanchas por día hacia Tortuguero, y el
último es a las 15hs.
El problema era dejar a
Furgo bien protegida, la policía nos había advertido de que la zona
podía ser peligrosa. En internet decía que en Cariari había un
hotel que alquilaba el estacionamiento por U$S2, llamamos y nos
dijeron que era correcto que tenían un estacionamiento, que era
seguro pero que el precio ahora eran U$S10, qué ingenuos nosotros,
ya no queda nada de menos de 10 dólares en Costa Rica!
Así que por la mañana
muy temprano dejamos Jacó para intentar llegar a tomar la barca a
tiempo. Justo antes de entrar a San José pasando seis peajes que
aunque no son caros tampoco se justifican, también nos detuvimos en
un Wal Mart, para comprar provisiones y para terminar de darnos
cuenta que los precios en general son bastantes más altos que
cualquier supermercado de Estados Unidos o España.
Demoramos más de una
hora para rodear la ciudad pasando por Heredia, al norte. Tuvimos que
preguntar varias veces pero al final encontramos la dichosa ruta 32 y
aunque el tráfico es muy denso, al atravesar la Cordillera Central,
los paisajes son magníficos, de bosque frondoso a los lados, y
árboles enormes cubiertos de epífitas y lianas cuyas ramas forman
túneles al cruzarse por encima de la carretera. Por fin llegamos a
Guápiles y encontramos el desvío a Cariari. Al llegar al pueblo,
que nos imaginábamos tranquilo, pero era de lo más bullicioso, unos
policías que estaban almorzando, nos dijeron que vayamos
directamente a La Pavona, que en el embarcadero tenían un
estacionamiento seguro. Así que nos fuimos para allí pasando entre
plantaciones de bananos y efectivamente en el embarcadero hay un
pequeño complejo con restaurant, estacionamiento techado, seguridad
e incluso cabinas para quedarse a dormir. Llegamos justo a tiempo
para que la lancha de las 13hs nos espere unos minutos a que
terminemos de preparar todo con bastante prisa, pagamos los boletos,
unos U$S3,50 cada uno, lo que a estas alturas nos resultó razonable,
y recorrimos el trayecto serpenteando meandros entre selva espesa. El
río en esta temporada está bastante bajo de nivel, haciendo que la
navegación sea algo complicada de todas maneras, el viaje en lancha
ya de por sí es una excursión muy bonita. Una vez que el pequeño
río desemboca en el gran canal, después de unos minutos se arriba
al pueblo de Tortuguero, puerta de acceso al parque nacional del
mismo nombre y santuario de cuatro especies de tortugas marinas que,
durante milenos eligen esa playa para anidar y depositar sus huevos
además de una flora y fauna que solemos creer que sólo existen en
los documentales de la televisión. Pura vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario