Del 27 de
Septiembre al 1 de Octubre, 2013
Apenas empezamos a
circular por las calles empedradas ya nos dimos cuenta de que
estábamos muy cerca de Antigua Guatemala, es que los carteles
indicadores escasean, las calles están cortadas y hay que tomar
desvíos, y la verdad que a veces no se sabe bien en qué ciudad uno
se encuentra. El método más efectivo: preguntar, aunque un “todo
recto” puede incluir unos cuantos giros, desvíos y otras
variaciones de rumbo.
Pero esta vez todo se
parecía mucho a lo que nos habían hablado, una ciudad colonial en
estado puro. Preguntamos a un policía de tránsito si ese ya era el
centro y si podíamos estacionar, nos dijo que sí y que nos vendería
un ticket válido para todo el día (que al final no necesitamos), y
de paso le preguntamos si sabía de un lugar seguro para acampar, y
allí fue cuando tuvimos la gran noticia: La policía de turismo
guatemalteca, Politur, tiene en Antigua un predio con baños y duchas
(frías) que funciona a modo de camping gratuito para los viajeros.
Allí nos dirigimos y lo compprobamos, un camping, en el centro de la
ciudad. Una buena noticia. Nos registramos, el agente de policía de
guardia nos dijo las reglas y de paso intentó sospechosamente
sacarnos una “colaboración”, no se la dimos, y luego
comprobamos que no procedía, ya que el servicio era completamente
gratuito. El lugar es parte del cuartel, y los baños son compartidos
con los agentes de turno, si bien el sitio no es el paraíso, es
seguro, hay un techo, sanitarios y la localización excelente. Así
que decidimos quedarnos a descansar unos días después de casi tres
meses de viaje continuo.
Allí nos encontramos con
otras dos parejas de viajeros, Viola y Bernt, alemanes que en un
Toyota Land Cruiser convertido, venían viajando hacia el sur en
nuestra misma dirección, pero que ya hacía más de 1 año y medio
que estaban en ruta, y Jayne y David, ingleses, que en un Land Rover
Defender hacía más de 4 años que viajaban por todo el mundo, todo
África, Asia, Australia, América del Sur subiendo por América
Central y ahora, como nosotros, estaban de “vacaciones” en
Antigua. Dos días después de nuestro arribo, también llegó
Adrien, un muchacho francés que después de vivir 3 años en
Argentina, se compró una Combi Volkswagen del 85, la preparó y
decidió poner rumbo norte, hasta Montreal, Canadá. Fue realmente
una muy buena experiencia, sobre todo enriquecedora encontrarnos en
esa pequeña “comunidad” de viajeros. Compartimos mucha
información, vivencias y además hicimos amistad con gente que,
aunque con motivaciones, medios y formas diferentes, todos
coincidimos en la misma pasión, viajar.
Antigua es una ciudad
encantadora, sigue los patrones de las ciudades coloniales antes
visitadas, como San Cristóbal de las Casas, por ejemplo, pero ésta
no sucumbió a la masiva explotación turística. Si bien hay turismo
e infraestructuras, éste está bien integrado y no le hace perder
carácter a la ciudad.
Antigua está ubicada a
unos 50km de la capital del país, Ciudad de Guatemala, en un verde
valle rodeado de volcanes. Tuvo el honor de ser la capital de
Guatemala, y la primera capital de Centroamérica. Fue castigada por
diversos terremotos que destruyeron parte de sus iglesias y edificios
más representativos, de los cuales aún se pueden ver las ruinas.
También tiene un santo propio, Santo Hermano Pedro Betancourt y la
ciudad está declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO,
desde 1979.
Durante los 5 días que
estuvimos en la ciudad, nos movimos como locales, ni siquiera nos
preocupamos demasiado en visitar museos y otros atractivos, estábamos
descansando, de vacaciones. Encontramos un par de comedores típicos
que por, menos de 2€ nos servían unos platos enormes de comida
riquísima, incluidas las tortillas y la bebida, zumos u horchata.
Compramos una nueva cámara fotográfica, para reemplazar a nuestra
vieja Pentax, que decidió jubilarse e hicimos vida de mercado.
También aprovechamos para poner orden a nuestras cosas, lavar ropa
y para hacerle un par de modificaciones de seguridad a Furgo, con
vistas al futuro embarque desde Panamá hasta Colombia.
Desde Antigua, hicimos
una excursión al volcán activo de Pacaya, de unas 3hs, donde, hasta
hace unos 3 años, se podía llegar hasta el borde mismo de la lava
incandescente, pero que ahora, por accidentes pasados, se restringe a
unos cuantos cientos de metros del lugar. La excursión está muy
bien aunque, como muchas veces, la necesidad de la gente hace que lo
encantador del paisaje se transforme en un agobio. En este caso tenía
como protagonistas eran locales que con sus caballos encima nuestro
todo el camino, nos ofrecían insistentemente y de forma poco
respetuosa sus servicios de “taxi”. Para entrar al volcán hay
que pagar una entrada bastante alta como arancel del parque nacional
(unos 5€), pero lo único que diferencia el exterior del interior
del parque es la caseta y los funcionarios que cobran. El resto sigue
siendo tierra de nadie, nada de mantenimiento, nada de
infraestructuras o señalización y menos aún carteles
explicativos, sólo unos pocos barriles puestos a modo de basureros.
El grupo fue acompañado por un guía, que, con buenas intenciones
iba explicando lo que podía y pidiéndonos disculpas por la
desorganización del lugar.
Todos nuestros conocidos
y familiares nos preguntaban qué tenía esta ciudad que nos retenía
tanto. Creemos que después de un tiempo largo viajando, buscando
cada día un lugar seguro para dormir, cómo asearnos y donde
encontrar comida y agua, hallar una ciudad tranquila, bonita y
segura, donde poder relajarnos de nuestras necesidades diarias y
estar un poco como en casa, con gente con la que nos sentimos entre
amigos fue un relax necesario y bienvenido. Estuvimos muy a gusto y
nos ayudó a coger energías para seguir con nuestro viaje.
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