Del 23 al 26 de
Septiembre
Los procesos de aduanas y
migraciones del lado mexicano y del lado guatemalteco no nos
resultaron complicados, en México nos querían cobrar un impuesto
que ya habíamos pagado, pero como teníamos los comprobantes no pasó
nada. La zona fronteriza es bastante difusa, una carretera poblada
con gran cantidad de motos y tuc-tucs (rickshaws), construcciones
desordenadas, y puestos y locales varios. Uno se da cuenta de que
llegó al otro país porque hay una barrera, gente que cambia dinero
y algunos policías y militares vestidos de otro color. Entre todo
eso hay un par de oficinas, la de migración y la de aduanas. Antes
de todo eso nos fumigaron a Furgo y nos indicaron que estacionemos en
un lugar no permitido porque en donde debíamos de estacionar estaban
pintando las líneas (y por la velocidad con que lo hacían iban a
estar bastante tiempo). En aduanas, el funcionario no veía del todo
bien, también dudaba bastante de la veracidad de los documentos de
Furgo, aunque no lo dijo. Al final todo fue bien y cruzamos el cartel
de Bienvenidos a Guatemala!
Llegamos a Huehue (En
Guatemala, acortan los nombres de varias formas) al mediodía y, como
suele ser una constante, con lluvia. Encontramos el centro
preguntando a la gente entre el caos de tráfico y encontramos un
parking privado donde estacionar. Cambiamos dinero en un banco y con
Quetzales frescos nos fuimos a un pequeño restaurante donde comimos
muy bien y muy barato. Luego, bajo la lluvia caminamos un poco la
ciudad y empezamos a buscar un sitio seguro para dormir. En el
ayuntamiento, en la Oficina de Turismo, encontramos a David, su
encargado, quien nos recibió excelentemente y nos dio muy buena
información. A tientas en la lluvia y preguntado, encontramos el
cuartel de los bomberos voluntarios. Les preguntamos si podíamos
pasar la noche allí, no nos lo confirmaron porque no estaba el jefe,
pero nos dijeron que casi seguro podíamos quedarnos. Estacionamos en
el lugar que nos asignaron y al poco tiempo nos sorprendió David, de
turismo, quien nos había estado buscando para llevarnos con su
camioneta a tomar una bebida típica en un barrio cercano. El sitio
era un minúsculo puesto en un barrio cualquiera, con un pequeño
toldo para protegernos de la intensa lluvia. Lo que tomamos fue atol,
una bebida caliente muy rica a base de leche, cacahuetes (maní),
habas y algún que otro ingrediente. (la señora guardaba celosamente
su fórmula). En el mismo lugar habían otras dos personas con las
que entablamos una divertida conversación, ya que sabían todo sobre
fútbol en Argentina y España aparte de estar muy informados de la
cultura de ambos países. En el camino de vuelta pasamos por el
“Templo de Minerva”, un monumento estilo griego, en medio de un
barrio y sin ningún otro fundamento que el decorativo. Es algo
extraño ver algo así por esos lares, aunque por alguna razón
existen templos de Minerva en varias otras ciudades.
David nos dejó en
cuartel de bomberos donde ya nos confirmaron que podíamos quedarnos
y que además podíamos usar las duchas. Cosa que agradecimos, ya que
serían nuestras primeras duchas de agua caliente en más de veinte
días. (y no es normal encontrar duchas calientes en Guatemala).
Quedamos con David que nos pasaría a buscar de nuevo por la mañana,
ya que quería que le diésemos nuestra opinión sobre cómo
desarrollar mejor el turismo en su ciudad, y además él mismo tenía
una casa en la montaña y nos invitó a ayudarle a plantar unos
árboles con su madre y a que le demos ideas sobre cómo transformar
el lugar en un albergue u hotel rural.
Con su camioneta 4x4 subimos a la montaña desde donde se tenía unas vistas preciosas del valle y la ciudad y visitamos la propiedad en la que su familia había vivido un tiempo. La casa, de adobe, estaba en un bosque, tenía agua natural de vertiente, y, aunque estaba abandonada, era en sí misma un testimonio de la vida en el lugar años atrás.
Después de dar unas
vueltas por la zona, el centro y el mercado, comimos algo juntos y
nos despedimos de él, de su madre, y de los bomberos poniendo rumbo
a Quetzaltenango o Xela, como todos la llaman. Antes pasamos por las
ruinas mayas de Zaculeu, un yacimiento arqueológico de gran
importancia que cuenta con varias pirámides, templos y campo de
juegos de pelota. Lástima que hace unos 70 años, una empresa
frutera intentó una restauración bastante desafortunada y además
cobran un precio de entrada demasiado alto por el casi inexistente
servicio ofrecido.
Quetzaltenango, ciudad a
la que llegamos otra vez preguntando, nos recibió otra vez entre un
caos de tráfico, encontramos el cuartel de policía, que estaba muy
cerca del centro y nos dejaron estacionar cerca para estar seguros.
La gente en Guatemala es muy agradable, cordial y educada. Siempre
nos reciben con una sonrisa y no dudan en ayudarnos como puedan. A la
tardecita visitamos la plaza, su catedral y edificios coloniales y
por la noche nos tomamos un buen chocolate caliente (y una cerveza
fría...) en un bar donde además actuaba un cantante, que,
acompañado de su guitarra, interpretaba muy bien canciones de la
trova y baladas en castellano, muchas de autores españoles y
argentinos.
Al día siguiente bajamos hasta Sololá, muy cerca del lago Atitlán, nos informamos en el ayuntamiento, dimos unas vueltas por el pueblo y luego recorrimos los pocos kilómetros que la separan de Panajachel, o Pana, sobre el mismo lago, un centro de bastante actividad turística desde donde se hacen las excursiones para visitar los pueblos a orillas del lago.
Un poco tarde, comimos en un puesto del mercado, donde se desató una lluvia torrencial en el mismo momento que todos los puesteros como en una danza muy ensayada y autómata, comenzaban a limpiar los pisos del mismo, con escobas y mangueras. Para salir del mercado tuvimos que esquivar escobazos de un lado y otro, pero después de un buen rato lo conseguimos, no sin antes recibir unos cuantos golpes y mojarnos de rodillas hacia abajo. Eso no fue nada, el aguacero exterior terminó de mojarnos del todo. Más tarde encontramos a Capitanía del lago, donde los hombres de la marina guatemalteca, de nuevo nos recibieron muy cordialmente, nos dieron muchos consejos que nos sirvieron más adelante y nos ofrecieron su custodia. Dormimos bien, salvo que pasada la medianoche nos asustaron dos personas con una moto muy cerca de nosotros que estaban tan borrachas que no acertaban en ponerla en funcionamiento, al final, después de haberse caído, discutido, y vuelto a reconciliar, dejaron la moto, se abrazaron y zigzagueando abandonaron el lugar. El guardia vino unos minutos después, recogió la moto y la estacionó correctamente.
A la mañana siguiente nos fuimos en lancha a visitar los pueblos de San Marcos, donde nos pegamos un baño en el lago, luego San Juan, que visitamos en un tuc-tuc, visitando una cooperativa cafetera, y una de hilados de algodón. Estuvimos caminando por San Pedro y luego finalizamos en Santiago Atitlán, donde también contratamos un tuc-tuc que nos llevó a los sitios mas importantes, incluidos un monumento a la paz, construido en el lugar donde durante la dictadura, el ejército asesinó a 13 personas que reclamaban que no se recluten forzosamente a los jóvenes del pueblo y que llevó a una serie de eventos que terminaron con la guerra interna en el país. También visitamos la casa de un chamán donde se encuentra una figura de culto popular llamada Maximun a quien se venera entre otras imágenes del santoral católico en un recinto bastante oscuro aunque muy colorido, que huele intensamente a incienso y colmado de ofrendas.
Cabe explicar que los
pueblos alrededor del lago, aunque están conectados por tierra, se
comunican normalmente por medio de lanchas que van de un pueblo a
otro como parte del transporte público y que el lago de Atitlán
tiene una longitud de unos 36km por 22km de ancho y llega a tener
hasta 300mts de profundidad. En los últimos años el nivel del lago
fue creciendo hasta cubrir muchas propiedades construidas en sus
costas. Del lado Oeste, tres volcanes, el Tolimán, el Atitlán y el
San Pedro, aparte de dar forma al lago, dan un toque imponente al
paisaje.
Al llegar de nuevo a
Pana, fuimos a hablar cordialmente con la empresa con la que habíamos
contratado la excursión por el lago ya que habían intentado hacer
las cosas diferente a lo pactado, lo entendieron, y nos devolvieron
una diferencia que nos habían cobrado de más. Ayudó bastante que
nombramos al teniente a cargo de capitanía y que les informamos que
estábamos escribiendo este blog. Ojalá que esa charla sirva para
que las cosas se hagan mejor y que no intenten timar todo el tiempo a
los turistas, que es el mejor capital que tienen.
Fue divertido caminar por
las calles de la ciudad al caer la noche, donde no es usual ver
turistas, todos nos sonreían, los niños bromeaban con nosotros.
Como de costumbre, nos sorprendió otra vez la lluvia torrencial, y
nos refugiamos en una fábrica familiar de tortillas, donde una
señora muy amable nos explicó todo lo referido a la producción.
Por la mañana pasamos
por la panadería y, después del desayuno, lavamos nuestras cosas en
una lavandería pública y recorrimos los pocos kilómetros que nos
separaban de Antigua.
Hola chicos!!! Acá estamos siguiendo sus experiencias paso a paso... y enganchados con cada aventura!!!! Un abrazo grande a los 2!! David y Romi (y bebé!)
ResponderEliminarGracias por comentar y por seguirnos!!! Un abrazo grande a los tres! (suavecito para Bebé)
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