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miércoles, 30 de octubre de 2013

22 – Naturaleza exuberante.



Del 16 al 22 de Octubre, 2013

El pueblo de Tortuguero se extiende entre el canal y la playa, en una franja de unos 250mts de ancho. No hay automóviles en el lugar ni calles en donde transitar con ellos, de hecho, no hay comunicación por tierra hacia el exterior ni quieren que haya. 


Nos hospedamos en una “cabina” (bungalow) que nos había recomendado Leo, el capitán de la lancha pública de transporte. Se llaman Aracari, también se las conocen como las de Doña Bachi, una anciana encantadora, responsable y muy amable. La habitación muy sencilla, con ventilador y ducha caliente (las primeras desde Guatemala y nuestra primera cama desde California) nos salió por U$S16 la noche. El pueblo tiene una pasarela principal asfaltada de alrededor de 1km que termina en la entrada del parque naciona y, aunque cuenta con todos los servicios también se siente una cierta sensación de aislamiento. 



La gente se comunica por vía fluvial y algunos por vía aérea (hay un pequeño aeropuerto cercano), no tiene un puerto marítimo y la playa no se ve muy apta para nadar, muchas olas, corrientes y cantidad de restos de ramas y árboles del bosque lluvioso que la rodea.
Las excursiones más populares en la zona son: la visita guiada en horas de la noche para ver anidar y desovar a las tortugas durante la temporada, que va de Junio a Octubre, la navegación por los brazos del canal, con o sin guía y caminatas por un sendero dentro del parque de unos 2km. Asimismo, se pueden ver, nacimientos de pequeñas tortugas sólo caminando por la playa.
Cómo habíamos llegado a primeras horas de la tarde, aún teníamos tiempo de hacer esa noche misma la excursión en busca de las tortugas anidando. Averiguamos con un par de personas y empresas que hacen el tour y decidimos hacerlo con La empresa de Victor, Jungle Tours que junto con su amigo Quesada, nos convencieron con mucho marketing y muy buena onda. Nos tocó el turno de 22 a 24hs, ya que la administración del parque regula las visitas, los sectores y los horarios. Aunque era un poco tarde, tuvimos la suerte de ver una tortuga verde enorme justo en el momento que terminaba de hacer su nido y empezar a desovar así que seguimos todo el proceso. En el parque desovan cuatro variedades de tortugas, y todas tienen un ritual parecido. En la noche salen del mar, casi en la línea donde termina la playa y empieza el bosque cavan un agujero muy grande de unos 60cm de profundidad, depositan hasta ciento veinte huevos del tamaño, forma y color de una pelota de ping pong, tapan el hueco y avanzando un poco más cavan otro muy cerca tirando la arena sobre el anterior, así aparte de proteger los huevos, disimulan el nido. Nosotros vimos casi todo el proceso y acompañamos a la tortuga de vuelta al agua, todo se hace en la oscuridad, no se permiten fotos, celulares, ni ropas de colores claros. El guía ilumina la escena con luz roja. Las tortugas realizan este proceso varias veces durante la temporada, quizás viven a miles de kilómetros de la playa, pero cada dos o tres años, una vez en edad de reproducción, que es alrededor de los 25 años, se dirigen a la zona para aparearse y desovar.





De vuelta al pueblo, nuestro guía Luis, por cierto muy entrenado en descubrir animales, nos hizo ver insectos, serpientes, basiliscos (una iguana de color verde chillón) y la rana de ojos rojos, símbolo y logotipo de Costa Rica.


A pesar de habernos acostado muy tarde, madrugamos a las 5 y media de la mañana aún maravillados por lo que habíamos visto la noche anterior. En cambio de contratar una excursión guiada por los canales del parque, preferimos alquilarle un pequeño bote a Victor y tomarnos nuestro tiempo para explorar el lugar por nuestra cuenta. Pagamos la entrada de U$S10 al parque nacional y cruzamos el canal hacia brazos menores. En el interior del parque el bosque lluvioso (de 4000 a 6000mm al año) es exuberante, todo parece un enorme jardín con árboles gigantescos, helechos, enredaderas, palmeras, setas, flores y frutos coloridos. El sonido llegando al lugar impacta ya que además de los pájaros, los rugidos de los monos se asemejan bastante al de los grandes felinos, y el bosque suena como una caja de resonancia de algún instrumento. 





Es bastante difícil ver los animales ya que estos son expertos en mimetizarse con su entorno, pero aparte de los ruidosos y revoltosos monos, logramos descubrir caimanes, garzas, buitres y otras aves, iguanas de diferentes tipos incluidas las que corren sobre el agua y los basiliscos verdes (los machos tienen una joroba que parecen dinosaurios). A pesar de tenerlos casi arriba de nuestras cabezas nos perdimos de ver perezosos porque no los distinguimos en la vegetación.
También hay jaguares en el parque aunque son muy difíciles de encontrar. 














Al mediodía nos quedamos charlando con Victor y Quesada, quienes cordialmente nos invitaron a unirnos a comer con ellos un plato caribeño que se llama rondón y que es una sopa de pescado, yuca, un tubérculo que se llama kilinski, plátano y todo eso cocinado en leche de coco. Realmente fue un privilegio del cual estamos agradecidos. 












Victor, Quesada y Bonnie Scott, guía de Tortuguero.

Por la tarde hicimos la caminata por el sendero, pudimos ver más monos, una serpiente de un amarillo intenso, mariposas, cangrejos y más iguanas. Volvimos por la playa ya atardeciendo, nos encontramos con restos de un nido de tortugas que había sido atacado justo en el momento del nacimiento por buitres, habían dejado sólo los pequeños caparazones. También encontramos un gran caparazón de una tortuga que como muchas son atacadas en el momento del desove por los jaguares. Éstos sólo comen la cabeza y las aletas, luego por la mañana los buitres se hacen el festín con los restos del animal, cuando llegamos nosotros apenas quedaba nada, incluso había algunos buitres dentro del caparazón comiendo lo poco que restaba del animal.



Más adelante vimos a otros turistas que se acercaban corriendo a un lugar, nos dimos cuenta que se estaba produciendo un nacimiento, corrimos nosotros también y llegamos al nido donde estaban las decenas de neonatos intentando hacer desesperadamente su camino hacia el mar. La presencia de los turistas en general es una buena ayuda a los pequeños, ya que los protegen de los depredadores de la playa y les da una oportunidad más de vida, aunque una vez en el mar muchos otros están esperando para atacar. Se calcula que de cada mil nacidos, solo uno llega a la edad reproductiva. Ver el nacimiento es algo único, y cada tortuguita que seguíamos y acompañábamos hasta el agua nos emocionaba.



Al amanecer siguiente cogimos la lancha de las 5:30 y volvimos a La Pavona a encontrarnos con Furgo, quien no tenía nada de batería, con las prisas de la partida nos habíamos olvidado las luces encendidas. Por suerte con la ayuda de un minibús que venía a buscar turistas pudimos ponerla en marcha nuevamente. En el lugar había un guía que nos pidió si lo podíamos llevar, aceptamos y el viaje de regreso a Cariari y Guápiles fue muy ameno, ya que este chico nos fue explicando sobre flora, fauna, y detalles del lugar, también nos detuvimos en una plantación bananera donde vimos cómo transportan por unos rieles elevados la fruta para procesarla.



Al fin llegamos al Caribe, en la zona de Limón, ciudad que dejamos de lado para ir directamente a Cahuita, pueblo costero donde está el parque nacional del mismo nombre.
El parque nacional Cahuita comprende una franja de playa con una pequeña península que termina en un arrecife de coral. Ésta zona protege un bosque con gran variedad de fauna y un humedal. Del lado del mar, hay muchísima vida en el arrecife y en la playa todo a lo largo del parque.



Dormimos dos noches en el pequeño estacionamiento justo a la entrada del parque y prácticamente sobre la playa misma ya que había un cuidador nocturno. No cobran una entrada al parque, aunque sugieren una donación para la manutención de los baños y otras infraestructuras. El pueblo es tranquilo, aunque los vendedores de los tours de snorkel pueden llegar a ponerse un poco pesados de tanto insistir en que les compres sus servicios o, si no quieres, al menos alguna droga de las que dicen que tienen. Nosotros no compramos ningún tour, (ni drogas) y pasamos el tiempo caminando y disfrutando de la playa. De nuevo vimos bastante fauna, y en el mar Pablo con su snorkel pudo ver dos variedades de manta rayas, estrellas de mar, galletas de mar y otros peces.







Seguimos un poco más al sur hasta Puerto Viejo, un pueblo más grande donde enseguida encontramos nuestro sitio muy cerca del cuartel de policía y a metros del agua entre cocoteros y lo que allí llaman almendros, un árbol de hojas grandes y muy verdes que da muy buena sombra, pero que no se parece en nada al que da las almendras que normalmente conocemos. Puerto Viejo es un pequeño paraíso y su gente se mueve a ritmo de reggae, que suena en todos lados y en todo momento. Se ven muchos rastafaris, todos ofrecen cosas para fumar y hay unos cuantos mayores que se los ve seriamente desmejorados, generalmente mendigando. Allí nos instalamos relajadamente en la playa, bebimos agua de coco que sacamos de los cocoteros a nuestro alrededor y disfrutamos mucho del mar. Pablo hizo snorkel en el arrecife cercano pudiendo ver multitud de peces de colores y corales. Conocimos también a Noelia y Cristian, dos argentinos que viajaban por América vendiendo artesanías y a través de ellos también a Paco, un salvadoreño con el que Pablo salió un día a tocar por los bares de la zona ganando unos dólares mientras Malén vendía sus bolsas y gallinitas con nuestros amigos argentinos. 









También fuimos con Noelia y Cristian a visitar las playas cercanas de Coclé y Manzanillo.
Después de tres noches en el lugar, por la mañana recorrimos los pocos kilómetros que restaban a la frontera con Panamá. Por suerte del lado de Sixaola es bastante tranquila, nadie molesta y aunque tuvimos que despertar a una funcionaria plácidamente dormida detrás de su teléfono, todo fue en orden. Cruzamos el puente que es muy angosto y ya estábamos en Guabito, Panamá, nuestro último destino centroamericano.

...si van por Tortuguero, no olviden de pagar sus cuentas en la ferretería del pueblo!!!!


sábado, 26 de octubre de 2013

21 - Costa Rica, encontrando nuestras playas.


Del 12 al 16 de Octubre, 2013

Cuando los costarricences hablan, se saludan o les agradeces algo dicen: “pura vida”. La marca o slogan del país también es “pura vida”, cientos de bares, comercios y otras empresas también se llaman así. No sabemos aún qué fue lo primero, pero todos usan esa frase a diario y a menudo.
Después de pasar los controles de frontera, aún sin mapa, nos dirigimos a Liberia, antes pasamos por el parque nacional de Santa Rosa donde se protege a los últimos vestigios de lo que era en otros tiempos un enorme bosque tropical seco (nosotros no notamos que fuese seco) que ocupaba gran parte de Centroamérica y parte de México. 



Costa Rica tiene otro tipo de desarrollo que los otros países centroamericanos que visitamos, y al entrar esto se nota enseguida, carreteras en buen estado y señalizadas, no hay animales sueltos en la calzada, y todo está más limpio y organizado en general. De todas maneras el país no deja de ser Centroamérica, tener grandes diferencias y necesidades sociales y problemas de todo tipo aunque en los folletos digan que tienen uno de los mejores sistemas de salud del mundo y que se note que la mayoría de su población está alfabetizada. Quizás el signo más indicativo de las desigualdades es la presencia de casi todas las cadenas norteamericanas de comida rápida, y nos dimos cuenta enseguida del porqué. Los precios de la vida en general son astronómicos, y estas cadenas pueden cobrar sus menús a precios norteamericanos o europeos aunque los sueldos en general ni se acercan a los niveles de ingresos de esos países.
En Liberia, una ciudad moderna y bastante ordenada, intentamos encontrar una oficina de turismo, no hay, pero nos enviaron a un hotel donde nos dieron buena información y un mapa regional, de allí pusimos rumbo a las playas del Pacífico. De camino entramos al principal aeropuerto de la región de Guanacaste, realmente muy moderno y funcional, allí cambiamos dinero en el banco y visitamos una oficina de información turística con una chica como siempre muy ocupada en su Facebook que no nos dijo nada claro salvo que no tenían mapas. Pablo, fue al estacionamiento, donde un chofer de autobús aparte de indicarnos de buen gusto, nos regaló un mapa de las carreteras del país.



Nuestra primera playa fue Brasilito, una villa pequeña con una playa que aún era demasiado abierta para nosotros, con oleaje medio y agua removida. Le preguntamos a la policía si podíamos estacionarnos cerca de su cuartel y con excusas nos dijeron que no. Lo que estamos viendo en Costa Rica, es que nos cuesta mucho más confiar en la policía que en los otros países, y que todos nos tienden a asustar con la situación de inseguridad, como protegiéndose en caso de que nos pase algo.
Sin saber si quedarnos en una especie de plaza en el pueblo o pagar por alojamiento, decidimos caminar por la playa hasta otra que queda a unos 500mts y entre las cuales no hay calles ni caminos que las conecten. Ésta se llama El Conchal, y, lo único que hay en el lugar es un complejo hotelero de alta categoría por suerte bien disimulado atrás del frondoso bosque que cubre la playa que cuenta con entrada propia por otro lado. Preguntamos a los guardas del hotel y sin problemas aceptaron a que nos quedemos cerca de su puesto, lo más difícil sería llegar hasta allí, ya que los vehículos que accedían lo hacían bordeando la costa, luego había que pasar una parte por el bosque y sortear una pequeña loma donde el paso era realmente difícil y Furgo no está preparada para ese tipo de caminos. Antes de que termine de subir la marea y que el paso desaparezca, decidimos intentar el cruce, y lo logramos aunque faltó muy poco para que nos quedemos enterrados en la arena.




La playa de El Conchal es un pequeño paraíso, agua transparente, entorno limpio, olas pequeñas y arena blanca. En un buen sector de la misma la arena está cubierta por conchillas trituradas por las mareas, lo que le da un color más blanco a la playa y una textura muy agradable para caminar. Sobre la playa grandes árboles y palmeras dan sombra, frescor y un encanto especial al lugar.
Comenzamos a descubrir el significado de aquella famosa frase enseguida. La vida abunda en Costa Rica, y en general se tiene bastante conciencia de ello, y se la cuida. Iguanas enormes caminaban como si nada entre los árboles, muchos pájaros, vegetación exuberante y una gran diversidad de peces de hermosos colores que vimos haciendo snorkel cerca de unas rocas en el mar. 



Estuvimos dos noches en la playa, caminamos mucho y disfrutamos de sus encantos y de sus noches frescas después de la habitual lluvia vespertina. Allí también conocimos a Giovanni y a Verónica, su hija, charlamos relajadamente un muy buen rato y nos dio muy buenos consejos sobre lugares y rutas. Salimos por la mañana sin mayores incidentes que la rotura de uno de los soportes del parachoques delantero de Furgo en dirección a San José la capital, a la cual no entraríamos, para seguir hacia la costa del Caribe, en teoría cruzar los casi 300km se hacen en unas 5 o 6 hs, pero las carreteras están muy transitadas, hay muchas curvas y el tráfico en general es lento. Nos detuvimos un rato en Nicoya, otra ciudad anunciada en la Ruta Colonial y de los Volcanes de la cual no queda más que una pequeña iglesia colonial. Condujimos unas horas y cambiamos de idea, ya habíamos pasado mediodía y aún nos quedaba un buen rato hasta la capital, así que nos desviamos un poquito y nos fuimos a visitar a la playa La Herradura, donde nos bañamos y descansamos y luego hicimos unos pocos kilómetros más hasta Jacó, una pequeña ciudad muy turística donde la policía nos dejó estacionar al frente de su cuartel. La playa de Jacó es bastante abierta y de grandes olas. Otra vez aprovechamos para caminar bastante y disfrutar del atardecer, que por estas latitudes ocurre alrededor de las 17hs. Como comentario, en Centroamérica, la vida transcurre con el sol que sale muy temprano, a las 5 y media o 6 por la mañana hasta el atardecer, y a eso de las 20 ya todo el mundo está en su casa cenados y listos para ir a dormir (incluidos nosotros).



Averiguamos por internet cómo ir al Parque Nacional de Tortuguero, del cual teníamos recomendaciones pero no sabíamos cómo llegar. Resulta que este lugar se encuentra del lado del Caribe, al norte, cerca de la frontera con Nicaragua entre la playa y un gran canal de agua dulce que se prolonga paralelo a todo lo ancho de la costa. El lugar está en una zona de bosque tropical húmedo y no hay ningún acceso posible por tierra. Para llegar hay que ir a una ciudad que se llama Cariari, luego tomar un bus hasta un paraje que se llama La Pavona y desde allí, por un río se llega en unas lanchas públicas hasta el lugar, hay 3 horarios de lanchas por día hacia Tortuguero, y el último es a las 15hs.
El problema era dejar a Furgo bien protegida, la policía nos había advertido de que la zona podía ser peligrosa. En internet decía que en Cariari había un hotel que alquilaba el estacionamiento por U$S2, llamamos y nos dijeron que era correcto que tenían un estacionamiento, que era seguro pero que el precio ahora eran U$S10, qué ingenuos nosotros, ya no queda nada de menos de 10 dólares en Costa Rica!



Así que por la mañana muy temprano dejamos Jacó para intentar llegar a tomar la barca a tiempo. Justo antes de entrar a San José pasando seis peajes que aunque no son caros tampoco se justifican, también nos detuvimos en un Wal Mart, para comprar provisiones y para terminar de darnos cuenta que los precios en general son bastantes más altos que cualquier supermercado de Estados Unidos o España.
Demoramos más de una hora para rodear la ciudad pasando por Heredia, al norte. Tuvimos que preguntar varias veces pero al final encontramos la dichosa ruta 32 y aunque el tráfico es muy denso, al atravesar la Cordillera Central, los paisajes son magníficos, de bosque frondoso a los lados, y árboles enormes cubiertos de epífitas y lianas cuyas ramas forman túneles al cruzarse por encima de la carretera. Por fin llegamos a Guápiles y encontramos el desvío a Cariari. Al llegar al pueblo, que nos imaginábamos tranquilo, pero era de lo más bullicioso, unos policías que estaban almorzando, nos dijeron que vayamos directamente a La Pavona, que en el embarcadero tenían un estacionamiento seguro. Así que nos fuimos para allí pasando entre plantaciones de bananos y efectivamente en el embarcadero hay un pequeño complejo con restaurant, estacionamiento techado, seguridad e incluso cabinas para quedarse a dormir. Llegamos justo a tiempo para que la lancha de las 13hs nos espere unos minutos a que terminemos de preparar todo con bastante prisa, pagamos los boletos, unos U$S3,50 cada uno, lo que a estas alturas nos resultó razonable, y recorrimos el trayecto serpenteando meandros entre selva espesa. El río en esta temporada está bastante bajo de nivel, haciendo que la navegación sea algo complicada de todas maneras, el viaje en lancha ya de por sí es una excursión muy bonita. Una vez que el pequeño río desemboca en el gran canal, después de unos minutos se arriba al pueblo de Tortuguero, puerta de acceso al parque nacional del mismo nombre y santuario de cuatro especies de tortugas marinas que, durante milenos eligen esa playa para anidar y depositar sus huevos además de una flora y fauna que solemos creer que sólo existen en los documentales de la televisión. Pura vida.



martes, 15 de octubre de 2013

20 - Nicaragua.



Del 7 al 12 de Octubre, 2013.

El tiempo que se tarda para cruzar una frontera por estas tierras no se mide en la cantidad de gente haciendo fila, que generalmente es poca. Aparte de los siempre molestísimos, insolentes y descaradamente caraduras “gestores”, “cambistas”, y “cuidacoches”, el tiempo de las gestiones lo da la profesionalidad del funcionario de turno, generalmente son amables, pero no saben mucho de su trabajo (incluido leer y escribir, y tenemos pruebas que lo demuestran...), además, si uno tiene la mala suerte de que no haya nadie adelante, generalmente están jugando con el teléfono móvil o conectados a Facebook, (si hay internet o al menos computadoras) por lo que no les agrada mucho que uno los quite de sus entretenimientos. Cuando salimos de El Salvador, tuvimos que dar un par de vueltas de frontera a frontera, ya que no hay indicaciones y salimos por el lugar incorrecto, menos mal que los de seguridad lo entendieron. Ya del lado de Honduras, no había en el lugar ningún representante de la policía o el ejército, por lo que aparte de un par de guardias privados (y nada profesionales) el lugar era tierra de nadie, una vez encontrada la oficina de aduana, el funcionario, que tenía buenas intenciones, pero desconocía su trabajo, no entendía que el Título del vehículo en España se llama Permiso de Circulación, por lo que nos tuvo casi una hora en su ventanilla, con nosotros intentando explicarle mientras todos los “locos del pueblo” del lugar nos rodeaban, pedían limosnas y gritaban a nuestro alrededor. 

Una vez que pagamos U$S35 y terminados los trámites en Honduras, intentamos recorrer lo antes posible los 136km que nos separaban de la otra frontera, esta vez con Nicaragua. No nos quedamos en Honduras, ya que no teníamos buenas referencias del país, catalogado como uno de los más peligrosos del mundo, tampoco tiene atractivos demasiado interesantes y todos los que encontramos viajando habían hecho lo mismo, cruzarlo de día lo antes posible. Y no fue mala idea, las carreteras están en pésimo estado, y la gente del lugar, espera con palas cerca de los baches para abalanzarse sobre los coches pidiendo dinero. Lo hacen tirando tierra sobre la carretera, simulando nuevos baches, o simulando haber tapado alguno, el dinero sería como pago por el “servicio público” brindado. En muchos casos eran niños muy pequeños, que sin noción del peligro se acercaban hasta casi tocarnos a Furgo, y eso que no nos deteníamos, aunque sí bajábamos la velocidad.



Cruzamos otra vez la frontera caótica de Honduras y menos mal, porque ya estábamos cansados, la de Nicaragua funcionaba algo mejor, eso sí, el costo de los trámites es altísimo, U$S12 cada uno por sellar el pasaporte, en realidad es algo menos, pero siempre se redondea, ya que no dan cambio. También pagamos U$S12 por el seguro obligatorio y U$S5 por fumigar el vehículo, aparte de otro impuesto más de unos pocos dólares por un formulario sin sentido.

 



Liberados de todos los pasos fronterizos, ya en Nicaragua, esquivando baches nos dirigimos hasta la primera ciudad importante después de la frontera, Chinandega. Ésta es una pequeña pero bulliciosa ciudad llena de triciclos y bicicletas, de gente amable y pasado colonial, también es la ciudad materna del poeta Rubén Darío. Nos estacionamos cerca del cuartel de policía, paseamos y descansamos por el centro y su plaza central, de la cual estábamos a unos pocos metros y pasamos un buen rato charlando con unos chicos que, intrigados por vernos, se acercaron para ver qué hacíamos. 









Al otro día recorrimos los pocos kilómetros que nos separaban de León, una ciudad monumental, otra de las joyas de la ruta Colonial centroamericana, recorrimos a pie el centro histórico y su mercado con un calor húmedo realmente agobiante. 









Decidimos que mejor estaríamos cerca del mar, y a pocos kilómetros de la ciudad están las playas de Poneloya y Las Peñitas. Estas playas son muy típicas del Pacífico, muy abiertas, arena negra y olas grandes. Después de quedar con la policía para que nos dejen quedarnos cerca, comimos en un restaurante bastante decadente de por allí y nos quedamos a pasar la tarde en la playa, hasta que, justo después de la puesta del sol, por cierto, preciosa, una tormenta de esas que nos persiguen a menudo, nos mantuvo dentro de Furgo por un buen rato, cuando calmó, nos instalamos en el patio del cuartel para pasar la noche.




Nos despedimos de nuestros anfitriones, que nos dejaron su patio, baño y comodidades y nos dirigimos hacia la capital turística Nicaragüense por excelencia, Granada, que también pertenece a la ruta Colonial y de los Volcanes. Antes nos detuvimos en Laguna de Apoyo, una laguna formada en el cráter de un volcán, y llegamos a la entrada del parque nacional del Volcán Mombacho, a unos 10km de Granada y al cual nos dijeron que teníamos que ir por la mañana temprano ya que se sube con un vehículo especial y se necesitan guías para los senderos cercanos a la cima. 





La ciudad de Granada fue fundada en 1524, fue una de las primeras fundadas en el hemisferio Oeste y es preciosa, está ubicada a orillas del Gran Lago de Nicaragua o Cocibolca, aunque éste, en cambio de sumar, le resta atractivo, ya que es muy sucio, con oleaje y su malecón es una de las partes peligrosas de la ciudad, y para entrar en la parte buena del lugar hay que pagar. Definitivamente la ciudad no necesita ese lago, su atractivo está en sus calles, edificios e iglesias. Estuvimos bastante tiempo en la biblioteca charlando con los encargados, gente de lo más agradable. También presenciamos la Fiesta del Maíz, gran celebración con bailes y vestidos típicos, música y mucho color. A la tardecita, en el ex convento de San Francisco, daban un ciclo de cine latinoamericano, y vimos una película mexicana. Fue una lástima que los únicos que asistimos al lugar éramos 4 extranjeros, aunque por supuesto que disfrutamos de la proyección. Por la noche nos dijeron que podíamos quedarnos frente al Convento de San Francisco, era tranquilo y había un guardia toda la noche, también teníamos conexión de wifi. Justo antes de irnos a dormir comenzaron a aparecer “cuidacoches” (que realmente daban miedo) diciendo que el guarda no nos cuidaría y que les paguemos por seguridad. Le preguntamos al guarda y con cara de asustado balbuceó unas excusas, ya que no quería involucrarse en conflictos. En un minuto ya estábamos con Furgo en marcha y rumbo a la plaza central, frente al ayuntamiento, donde aunque no era tranquilo por los ruidos, al menos era seguro.










 



Queremos destacar que en Nicaragua, da la impresión de que no hace mucho que hay turismo de masa, por lo que la gente y el gobierno creen que todos los extranjeros tienen mucho dinero, dan los precios de las cosas y servicios en dólares y, para no quedarse cortos en múltiplos de 5 y a precios europeos.



A la mañana siguiente, algo mal dormidos pasamos nuevamente para hacer la excursión del volcán Mombacho, pero querían cobrarnos por todo, el transporte, más los guías, más las entradas, más los derechos para los senderos, todo en dólares y carísimo, por lo que descartamos la idea considerando que ya habíamos visitado otros volcanes y seguimos hacia San Juan Del Sur, ya cerca de la frontera con Costa Rica, un lugar con playas que todos dicen, y comprobamos son muy bonitas. Este pueblo es uno de los primeros que vemos por aquí que tienen la forma típica de un pueblo de playa, no es nada grande, tiene un pequeño paseo marítimo con bares y hotelitos al frente el mar, una gran playa en forma de herradura y unas cuantas manzanas más donde se ven turistas y locales deambulando relajadamente, aparte del mercado donde fuimos a comer barato los dos días que estuvimos. La policía nos dio permiso para quedarnos en el predio de su cuartel, por lo que aprovechamos y nos fuimos a ver otras playas retiradas del pueblo, el camino sin asfaltar estaba en muy mala condición debido a la temporada de lluvias, y pusimos a prueba a Furgo en versión todo terreno. Al llegar a la playa mas aislada, Majagual, estábamos solos, hasta que vimos a un grupo de hombres que al vernos se dirigieron hacia nosotros, automáticamente dimos media vuelta, subimos y nos fuimos de allí hacia otra playa más cercana y civilizada, Marsella, donde estuvimos un buen rato, y nos sorprendimos con un cocodrilo bastante grande que venía a comer los deshechos de un restaurante sobre una laguna al lado de la playa, como si de un perro vagabundo se tratara (de hecho, se llamaba Paco).






Por la tarde Malén aprovechó que había un quiropráctico en el pueblo y se hizo una buena puesta a punto y por muy buen precio.
Dormimos muy tranquilos, aunque con mucho calor, por la mañana siguiente hicimos compras, Pablo también visitó al quiropráctico, y comenzamos con las gestiones para el futuro embarque de Furgo para cruzar el Tapón de Darién, desde Panamá hasta Colombia. Luego fuimos a la playa y más tarde en el predio de la policía, que comparten con los bomberos y el ayuntamiento, hicimos una reparación menor que consistió en ajustar y lubricar los rodamientos de las ruedas delanteras, que tenían algo de juego. Lo hicimos con ayuda del mecánico del ayuntamiento quien se ofreció muy gentilmente y nos prestó las herramientas y su asesoramiento. Por la noche dormimos más frescos y temprano a la mañana partimos hacia Costa Rica, a unos 40km de donde estábamos.

El paso de frontera ésta vez fue mas tranquilo, aunque del lado Nicaragüense otra vez nos cobraron por los trámites de salida e hicieron lo posible para redondearnos el precio (cosa que esta vez no permitimos), y tuvimos que buscar a 4 funcionarios distintos perdidos entre toda la gente para que nos revisen y sellen los papeles de salida de furgo, algo así como los juegos de Buscando a Wally.

Del lado Costarricense, las cosas están más organizadas, aunque nos estafaron con una fotocopia. De todas maneras, los trámites son gratuitos y los funcionarios profesionales, aunque también entretenidos con sus móviles. Pagamos U$S33 por el seguro obligatorio y, para que nos lo sellen, esperamos 20 minutos a que los encargados (que se llamaban unos a otros eufóricos) terminen su “café con empanadas”, claro, luego las caras malas las recibimos nosotros por osar molestar tan sacra actividad...