Del 3 al 8 de Agosto, 2013
Lo del título no es
casual, ni tampoco una forma despectiva de llamar a los Estados
Unidos de parte de algún líder de izquierdas.
Entramos por la frontera
de Fort Erie del lado canadiense y de Buffalo en Estados Unidos, que
pertenece al estado de New York, autoproclamado The Empire State, o
sea, el estado del imperio.
Hay tres pasos
fronterizos en el trozo de tierra que separan los lagos Erie y
Ontario y que están comunicados por el rio Niágara. Generalmente
estos tres pasos están congestionados debido a los controles del
lado norteamericano, por suerte cuando pusimos la dirección del GPS
donde pensábamos parar a dormir, coincidió que el paso elegido no
tenía prácticamente espera, cosa que estaba bien, porque aún nos
quedaba camino y se nos hacía de noche.
Nos detuvimos en la
cabina de control y enseguida el oficial se sorprendió de ver un
vehículo con matrícula europea, por lo que al principio muy
cordialmente, pero después no tanto nos preguntó todo acerca de la
importación, planes de viaje, qué haríamos si teníamos un
accidente sin seguro, cosa que le respondimos enseñándole nuestra
póliza y otras cosas. Parece que no quedó muy conforme, sobre todo
porque no le dejamos claro qué haríamos con Furgo una vez terminado
el viaje. Así que se quedó con nuestros pasaportes, nos invitó a
estacionar a un costado, y pasamos a una sala de espera bastante
grande llena de gente, sólo algunos parecían canadienses o
norteamericanos, el resto era una mezcla multiétnica de todos los
continentes, uno se imagina que no importa lo que diga el pasaporte,
si eres de piel oscura, tienes los ojos rasgados o, simplemente
pareces extranjero, eres potencialmente peligroso.
Después de esperar
bastante y de que la sala prácticamente se vaciara (aún había otra
sala más pequeña, imaginamos que para un control aún mas
exhaustivo), un oficial joven con cara de marine malo nos llama de
viva voz, estira la mano en un gesto bastante ridículo con el
pasaporte de Pablo y pregunta: “de dónde es este pasaporte?” A
lo que Pablo respondió: “Italia”. Hizo lo mismo con el pasaporte
de Malén y luego preguntó: “Cómo se conocieron?” seguido de un
interrogatorio interminable, repitiéndose cada unas pocas preguntas
para ver si lograba que nos contradigamos. Ya nos habían advertido
de esta práctica y en verdad esperábamos que nos pregunten más de
lo habitual, aún así, se tiene la sensación de que lo tratan a uno
como a un delincuente. Antes del viaje, al rellenar el formulario por
internet de la ESTA uno firma virtualmente al menos dos veces que
renuncia a todos sus derechos ante un oficial de migraciones (cosa
denigrante, por cierto), así que no hay queja que valga. Al fin nos
hicieron sentar y después de otro rato deliberando entre tres
oficiales, nos llamó y con tono de sanción y de que por esta vez
pasaba, nos dejó ir, no sin antes advertirnos que teníamos que
abandonar el país a los 90 días del sello de entrada (el primero,
el de New York).
Decidimos que dormiríamos
y descansaríamos bien. Incluso hasta pensamos en quedarnos todo el
día y volver a pasar la noche en el mismo lugar, pero a media mañana
los disparos incesantes desde al menos tres puntos distintos del
bosque, y algunos con armas automáticas, nos hicieron cambiar de
idea. Así que al mediodía partimos rumbo sur.
Condujimos algunas horas
ya en el estado de Pennsilvania alternando carreteras rurales con
grandes autopistas, el paisaje todo el tiempo es muy verde, con
colinas bajas, granjas de maíz y bosques naturales muy frondosos.
Las casas y cabañas, como constante en todo lo que llevamos visto de
Estados Unidos, tienen los jardines muy cuidados, el pasto siempre
bien cortado y banderas por todos lados.
En las carreteras hay
señales de alerta por ciervos, pero no creíamos que fuese un
peligro real hasta que vimos a uno bastante grande muerto en el
arcén. Esa noche encontramos un camping estatal (llamado Blue Knob
State Park), al que llegamos bastante tarde, como las oficinas
estaban cerradas y no veíamos muy bien por donde ir, decidimos
quedarnos en el parking de la entrada. Por la mañana temprano, los
empleados de mantenimiento del parque aparcaron a nuestro lado, pero
nadie nos dijo nada, así que nos alistamos y salimos rumbo a
Winchester, Virginia.
Al mediodía, nos
detuvimos para comer y pedir información en el centro de visitantes
de Fort Royal, donde unas señoras de sobrada edad para jubilarse nos
explicaron muy bien y nos dieron mapas y pegatinas para la furgo.
Para dormir elegimos un camping del parque, ya que no se
puede salir del mismo ni acampar fuera de las áreas habilitadas. El
sistema que tienen es que uno elije el sitio (que están numerados)
se dirige a una caseta donde hay unos pequeños formularios, paga la
tarifa, en este caso U$S15, que se introducen en un buzón, se guarda
un resguardo y ya está, todo en confianza, nadie controla nada. (sí,
claro que pagamos!)
Una vez terminada esta
ruta empieza otra que se prolonga por mas de 700km entre los estados
de Virginia y Carolina del Norte, también sobre los Apalaches, la
Blue Ridge Parkway, que se construyó en los años '30 y es en toda
su extensión una legendaria ruta escénica, no toca ningún pueblo,
no está permitido ningún vehículo comercial, está casi inhabitada
y si bien no tiene la denominación de parque nacional se podría
decir que prácticamente lo es. Nosotros la hicimos en su extensión,
aunque nos acompañó una niebla casi permanente y largos períodos
de lluvia, así que nos tomamos la libertad de salir de ella
ocasionalmente y recorrer las rutas paralelas que sí tocan pueblos y
pequeñas ciudades, una de ellas Galax, cuna de la música de montaña
norteamericana.
Sobre la ruta tienen un
museo y un anfiteatro con un escenario donde dan conciertos los fines
de semana. Durante los días laborables, de 12 a 16hs hay conciertos
informales de artistas locales, tuvimos la ocasión de participar de
uno de ellos. Dormimos dos noches sobre la ruta, una en un mirador y
la otra en el parking del centro de visitantes en el inicio (fin en
nuestro caso) de la ruta del lado de Carolina Del Norte.
La Blue Ridge Parkway
termina en otro parque nacional: el de las Great Smoky Mountains,
(Las Grandes Montañas Humeantes), los indios Cherokees las
bautizaron así por su más que usual niebla en las cimas (y nosotros
lo comprobamos). Esta área, aún dentro de los Apalaches fue un
importante asentamiento de colonos que aprovecharon los recursos de
la zona.
Los Cherokees aún son dueños de parte de la tierra, y la
reserva propiamente dicha es un área de casinos y tiendas de
souvenirs bastante decadente. También se conservan ciertas
infraestructuras de los antiguos colonos, granjas, templos bautistas,
y un molino muy interesante. La vegetación sigue siendo exuberante
con árboles que pueden tener entre 100 y 400 años de edad, y la
fauna sigue siendo la misma que en el resto de los Apalaches, sumado
a ríos preciosos con truchas.
Por la tarde dejamos
definitivamente los Apalaches y pusimos rumbo oeste: Nashville,
Tenesse: la capital de la música americana.
Pableteeeee!! Me alegra mucho ver que bien os lo montais...increible viaje...que os lo gozeis a tope!! Se te echa de menos por la roca...un abrazaco a los dos de Michelle,Lalo y Leylah!!!Fins aviat...
ResponderEliminarHola Gonzalo, Michelle y Leylah! qué alegria recibir noticias vuestras! gracias por leernos. Espero en cuanto pueda llamarlos por teléfono para charlar un poquito con ustedes, que también se los echa de menos. Un abrazo!!!
EliminarQue bellezaaaaa, mucha suerteee!!!!! bs. Edith
ResponderEliminarGracias, gracias gracias por el aguante! Un abrazo a todos!
EliminarLoving your trip adventure. It is such fun to travel on your shoulder through your posts and pix. Stay safe! xolo Lori Ingwerson
ResponderEliminarThank you for the nice words! we miss you and hope you are in great form. A big hug!!
EliminarQue lindas experiencias!!... Los seguimos paso a paso!!! Un beso enorme para los 2! Romi y David
ResponderEliminarMuchas gracias chicos! ya nos veremos y hablaremos en persona, un abrazo grande a todos!
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